En un momento de la charla con Roberto Aleandri, cantante, guitarrista y compositor de Atrás Hay Truenos, el hombre vislumbró el papel diminuto con algunas anotaciones que quien escribe había llevado. Fue hacia el final, cuando el grabador yacía apagado en la mesa del bar. Pero la curiosidad de Roberto pudo más: quiso saber qué había quedado escrito y sin ser mencionado. Su discurso entusiasta hizo el resto y nos llevó a encender el aparato nuevamente.
Con ese fragmento del final -el descubrimiento de Neu!, fantástico grupo alemán que resultó un espejo en el que aquellos adolescentes neuquinos supieron mirarse; y la cita a una película de nombre curiosamente parecido al del grupo- empieza esta segunda y última parte de un diálogo rico en anécdotas y pensamientos (acá está la primera). Sobre la música propia y el arte ajeno (así dijo siempre Aleandri, el arte). Sobre el desarrollo continuo de las canciones y la producción de un disco. Sobre los sintetizadores, el instrumento estrella de su álbum Bronce. Sobre lo que vendrá, empapado por la ambivalencia entusiasmo por el presente artístico-desencanto político total. Y una probable salida que Simon Reynolds tacharía de pospunk: romper todo para empezar de nuevo.
LA SALVACIÓN SE LLAMÓ NEU!
“Conocerlos fue definir que uno podía hacer música. Y querer tomarse el atrevimiento de salir a tocar a un lugar o grabar un disco”, empieza Roberto cuando el grabador se reenciende. Y sigue.
¿Cuándo fue ese encuentro, te acordás?
Con Tito [Héctor Zúñiga, el baterista del grupo] tocamos desde 2003, más o menos. Esto fue en esa época, incluso antes de que fuéramos los Truenos. Ensayábamos con él y otro chico más, Maxi, un amigo que tocaba los teclados. Yo me vine a Buenos Aires a visitar a otro amigo -el Pato Rodríguez, vamos a darle el mérito- que vivía acá con varios neuquinos que no conocía. Y él tenía en su computadora 10 gigabytes de música bajados de internet, perfectamente catalogados. En ese momento era un montón para una computadora. Entonces me volví para Neuquén con varios CDs de mp3, entre ellos, Neu! y otros discos de Alemania de los 70; un montón de música. Y se los llevé a los pibes. Nosotros nos juntábamos a ensayar y siempre escuchábamos música, eran horas charlando y escuchando, como una terapia eterna. Y cuando llegamos a Neu! flasheamos, no lo podíamos creer. Fue decir “ah, boludo, tenemos una banda, estamos haciendo música”. Hizo que todo eso tuviera un sentido, le dio forma a algo que ni nosotros identificábamos que estábamos haciendo. Lo puso en un lugar en el que ya le podíamos decir a alguien qué hacíamos.
Podían citar una influencia.
Sí, y ni siquiera es que éramos parecidos a Neu! ni nada, no sé. Pero era la misma visión de la música y el arte, media hora tocando una nota y entrando en ese mundo sensible, digamos.
Esto no tiene nada que ver con Neu! pero lo anoté como una curiosidad. ¿Sabías que hay una película costarricense que se llama Atrás Hay Relámpagos?
¡No, ni idea! ¡Ya quiero contactar al director! ¿Atrás Hay Relámpagos, en serio? No, man, ¡ya hay que mandarles música! (Risas). Qué loco esto... me gusta porque siempre pensé que el nombre era medio enroscado, a mí nunca me gustó.
Pero ¿quién lo puso?
Entre todos, en una charla. Íbamos a tocar por primera vez y no teníamos nombre, y los organizadores querían hacer un afiche para promocionar la fecha. Era la gente de Domingos de Terciopelo, un ciclo de Neuquén hermosísimo, el más viejo que hay allá (tiene como 15 años). Se organiza con pacientes de salud mental del hospital y un domingo por mes tocan bandas: una onda bellísima, es lo mejor que hay en Neuquén.
¿Abierto al público o sólo para los pacientes?
No, abierto al público y autogestivo, no lo banca nadie. Pero bueno, volviendo al nombre, ahora mismo me pasa que no me gusta. Yo tuve algo que ver, no me acuerdo bien quién lo tiró. Fue así: siempre ensayábamos y grabábamos el ensayo con un aparato que le habían regalado a mi hermanito para su cumpleaños, un juguete que era como un gatito grabador. Tenía dos micrófonos, casetera, y grababa. Lo colgábamos de un ventilador en la habitación donde ensayábamos, grabábamos con eso, y después nos íbamos a la plaza a escuchar las tres horas de ensayo. Ni nos acordábamos de lo que habíamos tocado porque era todo sin parar. Y ahí pasó que una vez hubo una tormenta muy grosa, y en la plaza había toda una alameda gigante, muy vieja. Y bueno, nosotros habíamos fumado, estábamos sensitivos, flasheando, porque era una imagen impresionante... vino de eso, de una cuestión pictórica. Después, la primera fecha fue mágica. Nosotros pensábamos que nos iban a odiar por nuestra música de mierda, que nos iban a sacar cagando (risas). Teníamos sólo cuatro canciones, tocamos y nos hicieron repetir todo el set.
¿Duplicaron el show?
Hicimos dos veces la lista de canciones porque a la gente le pareció hermoso. Hay registro en video de ese primer recital, lo veo y todavía no lo puedo creer. Y bueno, a partir de ahí nos enamoramos de tocar en vivo y ya quedó el nombre. Aunque nos han llamado de mil maneras... Atrás Hay Trenes (risas). Ahora que veo que hay una película de nombre similar me gusta, significa que alguien más pudo haber pensado como nosotros y tiene un poco más de sentido.
LA CANCIÓN NUNCA ES LA MISMA
Aquí retomamos la charla al punto en que había quedado en su primera parte: el disco de reversiones de Bronce y las nuevas formas que toman las canciones con el tiempo, a riesgo de parecer... interminables. Roberto lo explica mucho mejor: “En el disco va a estar la versión cantada de Interminable, que ahora salió instrumental. Es una canción que ya tiene sus versiones -está en un Compipulenta-, pero para mí se sigue transformando y la sigo escribiendo. Quiero ver si logro llegar a la versión definitiva. Me gustaría sacarme esa canción de la cabeza y que quede registrada en el disco, como parte del Bronce”.
¿Eso pasa con las canciones de este disco o con anteriores también?
También pasa con “Luna vieja”, de Encanto. La versión que tocamos en vivo es extendida, tiene todo un final nuevo con otra estrofa que me parece increíble y me hubiera encantado que esté en el disco. Quizá alguna versión en vivo pueda quedar o grabarse. Creo que ahora tengo más consciencia sobre una canción, cantar y decir algo, e ir a grabarlo. Justamente por eso, porque no es normal que pase que vos grabes una canción y la sigas extendiendo. Entonces, me gustaría tomarme más tiempo para la composición. Digo, más tiempo antes de grabar un disco que en el momento de grabarlo. Pero es algo que te digo y después no sé si lo voy a hacer (risas).
Ahora fue al revés el proceso.
Sí, fue totalmente inverso. Teníamos una idea cuando fuimos a grabar, para nosotros las canciones ya estaban desarrolladas y tenían principio y fin. Pero en todo el proceso, las canciones tomaron otro volumen, se expandieron. Y fue más difícil, por una cuestión de tiempo, de fricción, de todo, desarrollar eso durante la grabación. A mí se me hizo más difícil por los contextos: todo sale dinero y no podés estar probando tanto. A la vez, los estudios de grabación son hermosos porque son lugares para ponerle imaginación al trabajo, no tanto lo técnico.
Y con Bronce fueron a ION y se fascinaron.
ION es un lugar increíble, yo me enamoré profundamente. Nunca había estado en un estudio de esa magnitud, son lugares que están preparados para la música, para la imaginación, para la libertad. Fue una experiencia reveladora.
¿Lo próximo que graben va a ser ahí?
No sabemos todavía. Pero va a ser difícil no ir. Me intriga mucho cuál sería la próxima obra nuestra. Ahora, además del disco de remezclas, estamos viendo de hacer un disco de covers, un pequeño EP de canciones que nos gustan: tenemos una canción de Primal Scream, una de Suárez, una de los Perdedores Pop y otra de Lemonheads. Van a ser cinco o seis, y las queremos ir a registrar en vivo a algún estudio. Hay que darle forma a la idea, ese sería nuestro próximo disco. Lo de las remezclas sale seguro porque no requiere de ir a grabar. Y esto lo vamos a hacer con Willy [Ruiz, alias Doctora Muerte], el batero de El Mató. Escuchó el disco y nos dijo “quiero grabarlos”.
Les gusta trabajar con productores, ¿no?
El productor es una figura importantísima, porque realmente te da una visión que vos no vas a tener. Y es así, por más que vos tengas mil visiones. Para mí la producción tiene más que ver con lo artístico, no con lo técnico, eso se resuelve yendo a un buen estudio. El tema es la visión sobre el arte y sobre quiénes son los músicos, cómo se captura eso. El productor tiene que saber cómo son las personas y entender lo que uno quiere hacer. Ese aura, el alma, no sé cómo decirlo, es algo humano y también algo medio espiritual que hay que lograr que quede registrado. Es mucha tensión y no es un trabajo que pueda hacer cualquier persona. A mí me interesa que el productor sea músico, que toque en el disco y sea un integrante más de la banda. En este disco lo logramos, con Juan Cruz [Palacios] a lo último ya estábamos tocando, prácticamente. De hecho, tocó los sintetizadores en un par de shows nuestros. Para mí es así: no puedo ver al productor como alguien que dice sí o no. Hay que ver quién será el próximo.
¿Les gustaría alguien en particular?
Juan Cruz y Félix [Cristiani] son dos chabones que hacen discos hermosos. Pero bueno, con ellos ya trabajamos. Me gusta [Ezequiel] Araujo, me parece que es un genio. No lo conozco, pero la otra vez vi una entrevista que le hicieron en un blog y me sentí en la misma línea de esto que hablamos. Y bueno, [Daniel] Melero me parece una bestia.
HOLA, SINTETIZADORES
Bronce es un disco meleriano, empezando por el desplazamiento sonoro que hicieron, de la guitarra al sintetizador.
Yo había usado siempre los sintetizadores de la compu. Y bueno, Félix fue productor de Melero. Es un animal, tiene una mente impresionante y sensible, y él toca mucho sintetizadores.Y de ir a su casa a tocar y grabar, me enamoré perdidamente del instrumento, que es fascinante. Eso quedó plasmado en el disco (se ríe).
¿Fue una idea de él?
En realidad no fue una idea de nadie, fue producto de estar ahí haciendo. Prender el sintetizador, probarlo en una canción, que pase algo y empezar a meterse. Teníamos la nave armada de sintetizadores, que también nos permitía grabar -sin ir a un estudio- al nivel de lo que teníamos de ION. Esto lo podíamos hacer cualquier día y a cualquier hora, porque manejás el volumen y no necesitás un equipo prendido al palo, como puede pasar con una guitarra.
Y ¿ves su uso como algo que va camino a convertirse en un patrón?
No te lo sabría decir. De hecho, ahora estamos tocando el disco con el formato de la banda más un nuevo integrante, Marto, Martín Villulla. Él toca los samples y sintes del disco, y obviamente, si lo próximo se compone con alguien que está tocando sintetizadores, el instrumento va a estar.
Pero por ahora la participación de él tiene que ver con el sonido de Bronce.
Sí, porque estamos presentando el disco. Aunque el deseo nuestro es que se quede, porque es un sol y es un músico increíble, toca muy bien. ¡Es la primera que tenemos un músico en la banda! (Se ríe).
¿Te referís a un músico con estudios más formales?
Que estudió, claro, que sabe muchísimo. Nosotros somos todos autodidactas. Y Marto estudió, hizo conservatorio, sabe muchísimo de teoría musical, de composición. De la academia. Lo mágico es que él se complementa a nuestro lenguaje mononota (risas). Fue un encuentro bellísimo, desde el primer día que ensayamos hasta hoy sigue siendo sorprendente. Entonces la idea es que se quede. Para el disco de remixes, él va a participar en la producción de “Interminable”. Le propuse que reinstrumentara un poco la canción, es sutil: sobre lo que tenemos grabado, agregar un sintetizador que toca en vivo y que acompaña mucho a la voz. Sería la única grabación que haríamos, y va a estar formando parte de la creación musical. Ahora, si me preguntás cómo va a estar instrumentada la próxima obra nuestra, es un misterio.
¿CRISIS? ¿QUÉ CRISIS?
El debate de al menos el último lustro de rock argentino gira en torno a una supuesta crisis. ¿Crees que es así? Y de ser así, ¿no es necesario para el rock estar siempre en crisis?
Me fascina la crisis en el arte, el arte es una situación de crisis. Estamos en un gran momento, la crisis es a nivel difusión-mercado. En lo que está llegando a la masividad sí hay una crisis artística horrible, no hay ningún mensaje nuevo para el mundo. Pero hay todo un movimiento de artistas nuevos, no solamente en el rock. Hay una manera nueva de hacer las cosas, de crear el arte, de mostrarlo, de llevarlo a cabo, de presentarlo ante otras personas. Tiene que ver con la autogestión, y me parece que es algo que no pasaba hace muchos años. También es un momento de superinformación para todo, no se puede terminar de abarcar qué es lo que está pasando porque hay demasiado y muy bello. Ojalá dentro de un par de años -o lo más pronto posible- eso pueda llegar a más personas, porque sé que es algo que se retroalimentaría, generaría más artistas. Siento al mundo de las artes menos hermético y más abierto. Por ejemplo, ahora se hacen recitales de poesía, hay miles. Cuando yo era más joven había muy pocos, y tenías que ser un iluminado o un estudioso, no sabías cómo llegar ahí. Lo mismo con la cultura del rock, es más transparente. Me parece que puede cambiar radicalmente las cosas.
Y ¿qué es lo que falla? ¿La responsabilidad es de los medios de comunicación, de los músicos, de quién?
Es una transición y hay muchas cosas que tienen que ver. El Estado es un factor importante en la medida en que fomente la difusión de artistas y brinde espacios. Porque es difícil organizar una fecha, todo cuesta, tenés más trabas que buena onda. Si diera una mano y regulara ciertas cuestiones, ya sería un paso hacia delante. Y creo que el mercado está regulado por algo viejo, está perdido. En la medida en la que entre músicos y artistas empiece a haber más lugares y más comunión, también se va a ir cambiando el mercado y la manera de consumir el arte. Va a llevar tiempo...
Uno ve algunas puntas de lanza. El éxito creciente de El Mató a un Policía Motorizado suele ser el primer ejemplo dentro del rock.
Ellos son una bandera, un estandarte de ese cambio. Para mí representan a la perfección esto que te estoy diciendo: cambiaron la forma de hacer las cosas, de transmitirlas. Y eso da esperanza, me lo imagino llevado a todo, no sólo en la música... en el mundo editorial, qué sé yo. No sé si uno la va a ver, ojalá, sería mi sueño vivir en un mundo como el que describimos. Quizá suceda dentro de 60 años. Y en este momento de la historia creo que puede ocurrir cualquier cosa. Yo no puedo creer que esta persona gobierne un país, no lo quiero ni nombrar. Entiendo que la corrupción existe y es estructural, pero están legalizando el robo en nuestra cara. Acá la gente tiene hambre, no hay laburo, es real: cierran los negocios, están cerrando comercios.
Bueno, recién hablabas de la importancia del Estado...
Es un paso para atrás gigante, yo venía sintiendo una evolución. De la cultura, del papel del Estado en la cultura. Hubo muchos espacios nuevos, pasaron cosas que no habían sucedido nunca. Por eso digo que en este momento puede pasar cualquier cosa, a veces cuesta ser optimista y uno termina pensando en la destrucción total. Que se pudra todo para empezar de vuelta.
*Atrás Hay Truenos sigue su ruta del bronce con dos fechas imperdibles este marzo. El viernes 10 se presentan en la Fiesta Hacele Caso a tu Espíritu, Volumen 7 y 1/2 junto a, por supuesto, Los Espíritus. El festejo tendrá lugar en Niceto Club (Niceto Vega 5510, CABA) a partir de las 23.59 (!). En tanto, el jueves 16 de marzo, desde las 21 horas, tendrá lugar la Noche Solar. Allí, los neuquinos animarán la jornada junto a Mi Amigo Invencible. ¿Dónde? En el Club Cultural Matienzo (Pringles 1249, CABA).
[Fotos de Atrás Hay Truenos por Medusa Azul]
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