lunes, 31 de diciembre de 2007

When Bob comes to town

Bueno, aquí estoy de vuelta, tras un receso no deseado gracias a problemas con mi PC que, supongo, poco les interesan. Entonces, vamos a lo que sí importa.

Termina un año con muchas y buenas noticias relacionadas al ámbito musical. Mucho disco nuevo de buen nivel -aquí y allá-; regresos dignísimos de bandas monstruo -recen por Zeppelin y su venida, amigos-; visitas más que interesantes... y para cerrar el año, La Noticia. Recuerdo que llegué a casa -hace ya unos cuantos viernes- después de un día laboral particularmente molesto. Prendí la tele un segundo, y lo primero que vi fue al idiota del Bebe Contepomi dando, por fin, una buena nueva -en vez de empecinarse en decir pelotudeces que, después, por supuesto, dijo-. Y apareció el videograph, y las imágenes: "vienen Dylan y Rod Stewart". Cuando leí el “Dylan” pensé que era una joda, pero todavía faltaba bastante para el Día de los Inocentes, así que le tuve que creer.
Y sí, señores, para despedir este año y recibir el próximo, no puedo menos que obsequiarles dos de las más recientes obras maestras de don Zimmerman. Según leí, este Never Ending Tour que lo traerá por Buenos Aires el 15 de marzo, está basado principalmente en Time out of mind (1997), “Love and theft” (el tipo es tan grande que publicó un disco llamado “Amor y robo” el 11 de septiembre de 2001) y Modern times (2006), sus tres últimos discos de estudio.
Mis problemas tecnológicos me impidieron subir los tres, por lo que sólo les dejo los dos primeros. No se lo pierdan, que es uno de los artistas más trascendentales de los últimos cincuenta años. (Creo que si veo Like a rolling stone en vivo -aunque lo veo a Dylan muy capaz de no tocarla e iré con esa idea por las dudas- me retiro de los recitales).

Bueno, sin más, les deseo a todos un mejor 2008 (si el 2007 les fue bueno) y un increíble nuevo año si este no lo fue tanto. Para cerrar, frases del maestro (un viejo post aquí sobre él había recogido la opinión de muchos colegas sobre su persona, ahora dejo sus palabras, extraídas de la muy buena página God Dylan, que tiene todas sus letras traducidas al castellano).


“Las canciones están ahí. Tienen una existencia propia, y lo único que esperan es a que alguien las escriba".

"Una canción es una experiencia: no hay necesidad de entender las palabras para entender la experiencia. Intentar entender el significado completo de las palabras puede destruir el sentimiento de la experiencia como un todo".

"Cuando yo muera, la gente va a interpretar todo de mis canciones. Van a interpretar hasta la última puñetera coma. Ellos no saben lo que significan las canciones. Mierda, ni yo mismo sé lo que significan".

"¿Que cómo son mis canciones? Pues mire, tengo canciones de cinco, de seis, de siete, de ocho, y aunque usted no se lo crea, hasta de diez minutos".

"Lo que más puedo esperar es cantar lo que pienso, y quizás evocar algo en los demás. No me insultes diciéndome que soy una persona con mensaje. Mis canciones no son más que un diálogo conmigo mismo".

"¿Sabes? Todas mis canciones podían estar mejor escritas. Esto es algo que me preocupaba antes, pero ya ha dejado de preocuparme. Nada es perfecto, y por eso no tengo por qué esperar que yo sea perfecto."

"Mis canciones solían tratar sobre lo que sentía y veía. Mis otras canciones, como mínimo, trataban sobre la nada. Las más recientes tratan sobre la misma nada, sólo que vista desde dentro de algo más grande, que quizás se llame ninguna parte".

"Las canciones son justamente pensamientos. Por un momento paran el tiempo. Escuchar una canción es escuchar algunos pensamientos".

"Si yo hubiera sido un fan de Dylan Thomas me habría llamado Bob Thomas y cantaría sus poemas".

"Yo no tengo esperanzas de futuro y solo espero tener suficientes botas para cambiarme".

"Las canciones me llegan cuanto mas aislado estoy en el espacio y en el tiempo".

"Todavía no he escrito nada que me haga dejar de escribir. No he llegado al lugar al que llegó Rimbaud cuando decidió dejar de escribir y se fue a vender armas a África".

martes, 11 de diciembre de 2007

Sin fisuras

Ante cierta insistencia en parte del público sobre la mediocridad del rock argentino, no dudo en creer que este ha sido uno de los mejores años en lo que refiere a producción discográfica en la escena (quizá el mejor de la década 00). Muy buenos discos vieron la luz desde el mainstream y también desde el under. Y para todos los gustos. Haciendo un repaso corto, hubo nuevas producciones de: Las Pelotas, Attaque 77, Los Piojos, Andrés Calamaro, los dos solistas redondos, Fito Páez, Massacre, Pez, Hilda Lizarazu, El Otro Yo, Francisco Bochatón, Karamelo Santo, Valle de Muñecas, Los Cafres, Lisandro Aristimuño, Rosal, Cuentos Borgeanos, Sancamaleón y otros tantos más.
Cielo Razzo ocupa un extraño lugar dentro de esta escena. Sería estúpido de mi parte decir que es una banda under. Pero tampoco es una banda archiconocida por el gran público. No tienen grandes hits, no suelen hacer muchos videoclips para sus canciones y tampoco suenan mucho en las radios. Sin embargo, son una banda que cada vez que toca, llena, en Buenos Aires o en Rosario (su ciudad de origen). Ya tuvieron su bautismo en Obras y se dice que para presentar Grietas, su más reciente producción, se van a tirar a hacer un Luna Park.
Más allá del merito de ser una banda que llena sus recitales sin tener mucha repercusión en los medios -en este caso, lo es- su valor reside en lo musical. Pocas bandas pueden jactarse de haber evolucionado ante cada nuevo disco. Ellos sí pueden decirlo. En su primer disco, Buenas, ya mostraban ídem intenciones... pero compararlos con Los Piojos resultaba algo inevitable y molesto para una banda que, se notaba, podía despegarse de eso y hacer algo más personal. En el segundo, Código de barras, lograron esa evolución y consiguieron con Luna y Estrella dos mini hits que mucho sirvieron para su estabilización en Buenos Aires, paso obligatorio de cualquier banda para hacerse popular en todo el país. En Marea, su tercer disco, el progreso ya se hizo notorio: aquí terminaron de definir su estilo, entre buenos arreglos, letras sufridas -entre el primer disco y el segundo la banda sufrió un forzado cambio de baterista, a causa de la muerte en un accidente del batero original, Pablo Largo Caruso- y estribillos efectivísimos.
Ahora vamos a Grietas. Recién salido, perfecciona los ya muy buenos resultados de su predecesor. Presenta a una banda con mucha potencia, quizá gracias al combo de guitarras -afiladísimas, marcan la atmósfera sonora de los 13 tracks del disco- y a esa grata sorpresa tras los parches, que es el excelente baterista Javier Robledo. Todos los temas presentan un sano desarrollo que va más allá de la simpleza de la famosa estructura estrofa-estrofa-estribillo. El arranque es de lo más convincente, con De caer, Algen y Resto. Cielo Razzo ha evolucionado hacia un rock cercano al grunge -han contado en su momento, antes de tocar en Obras, que “la única vez que estuvimos ahí fue para sacar las entradas de Pearl Jam”- que no llega a ser alternativo. La fuerza y la redondez melódica de los estribillos -Santos, Barek- los hace a estos irresistibles, y el agregado de percusiones y teclados a la clásica formación rockera -dos guitarras + bajo + batería- les da a algunas canciones un toque de distinción que enriquece. Sin embargo, no se puede decir que sean una banda radiable, por cierta dosis de angustia que muestran muchos de los temas que componen Grietas (ojo, no todo es oscuridad). Desde mi lugar, no dudo en afirmar que Cielo Razzo terminará siendo una banda de estadios. Y que Grietas es uno de los mejores discos de este año que ya termina.

martes, 4 de diciembre de 2007

Las cosas que pasan de largo

Es tanta la música que hay a disposición de nuestros oídos que, sencillamente, el tiempo nunca alcanza. Al menos si sos una persona que gusta de investigar y buscar cosas nuevas (cosas nuevas significa cosas que todavía no escuchaste, no solo cuestiones musicales recientes). En ese camino uno va descubriendo músicas que lo llevan a otras, sumergiéndose en distintos géneros y subgéneros -fascinándose con unos y sobrepasando o directamente ignorando otros- y desarrollando sus conocimientos. Claro que, como dije al principio, el tiempo sigue corriendo y nadie está las veinticuatro horas del día escuchando música. Esto genera que muchas cosas pasen de largo y uno olvide posar sus orejas en ellas. O simplemente, que ni siquiera se entere de otras.
Mi caso con John Cale es extraño: por esas cosas de la vida, nunca me había dispuesto a investigar sus aventuras musicales más allá de la gloriosa Velvet Underground. Sí había escuchado algunas obras maestras que lo tuvieron como productor, como el primer disco de los Stooges o Horses, de Patti Smith -sí, el tipo siempre fue un visionario- y su homenaje a Andy Warhol a dúo con Lou Reed, Songs for Drella.
Hace unos días, entonces, me puse a buscar. La respuesta fue un disco de hermosa factura, al que llegué luego de averiguar un poco sobre su vasta discografía solista. Paris 1919 fue editado en 1973 y según un par de crónicas que leí -en inglés todas, me hicieron laburar- es su disco más accesible, más clásico. De seguro debe ser así, ya que teniendo en cuenta que Cale siempre fue un tipo que gusta de innovar por el lado de lo extremo y lo experimental, este álbum brilla dentro de lo tradicional.
En este caso, son canciones que se podrían enmarcar entre Sunday morning -Velvet Underground ’67- y Sad song, del Lou Reed de Berlin (no por nada fueron compadres musicales; de hecho, Berlin y Paris 1919 fueron editados el mismo año). O sea, estamos ante un pop de armonías y arreglos clásicos, ideal para cualquier marco cotidiano de tranquilidad (la principal diferencia con el citado disco de Reed). Encuentren por sí mismos grandes momentos como Andalucia, Paris 1919 o Hanky Panky Nohow. Yo estoy en eso... y voy a seguir averiguando.