viernes, 17 de diciembre de 2010

Escuchar a un Ruiseñor


"Su canto es, para muchos, el más espléndido de los que puede emitir un pájaro. Tiene una melodía musical, variada y potente, ascendente y descendente; se oye incluso en lo más cerrado de la noche. Más tarde, en mayo, el ruiseñor canta noche y día, con especial brío en los crepúsculos matutino y vespertino. (...) Cuando un ruiseñor dotado de unas cualidades canoras excepcionales deja oír su voz en una zona determinada, automáticamente mejora el nivel de canto de los ruiseñores de aquel ambiente. Al revés, cuando muere el mejor de los cantores, la nueva generación pierde calidad. En el este y en el sur existen ruiseñores muy activos pero de escaso arte canoro; en algunos lugares sólo saben una canción monótona, que interpretan, eso sí, con extraordinaria potencia".
(Texto extraído de webislam.com).

Una voz clara como el agua, como hace tiempo no escuchaba: imagino que a Andrés Ruiz le interes
a que se escuche bien lo que dice.
Esto fue lo primero que me sorprendió de Ruiseñor, su cuarto álbum como solista.

Veamos. Andrés me entregó el disco en mano hace un tiempo, en un encuentro casual pero agradable en el cual le conté que hacía un blog y que a él lo conocía de nombre, de vista y como integrante de Compañero Asma, aunque no tenía escuchada su música (pequeñísimo detalle, convengamos). Charlamos un rato y me contó que Ruiseñor es su disco más cancionero, que sus otras producciones destacan por tener obsesiones musicales cercanas a lo progresivo pero a la larga lo que le interesa es, efectivamente, hacer buenas canciones (espero no estar mintiendo en lo que afirmo que me dijo).

Pues bien, de aquel encuentro a hoy ya pasó un tiempo, tiempo suficiente para que Ruiseñor se posicione en mi “discografía 2010” como uno de los títulos destacados. Canciones redondas pero con sus toques -la búsqueda de una vuelta de rosca, más que nada en las armonías- para que sean eso, muy buenas canciones, mas no piezas completamente digeribles a la primera escucha. Lo que es seguro: si no te avisan que el autor de este disco acarició y curtió al rock progresivo con anterioridad, es imposible imaginar que este tipo que hace un disco de doce canciones en 33 minutos era eso. ¿Volverá a serlo?

Sin dudas, Ruiz presenta un disco cerebral e íntimo, ambivalente. De traje alegre y relajado, como sucede en Los atletas, donde la música encubre una letra lúgubre con más de un verso violento -“los atletas miran fijo a su rival, un par de huesos rotos no vendrían mal”-; de desolación en la magnífica 29 inviernos, donde Andrés ruega a una dama que le dé valor; y con la voz de Litto Nebbia en un dúo vocal que da grandes resultados para la melancolía de El bosque de los años, de cabeza al top ten de canciones de 2010. Sorprenden las constantes citas al mar, a los animales y a la niñez a lo largo de las letras del álbum. Se lo consultaré al autor en el futuro.

¿Lúgubres, desoladas, melancólicas? Sí, las canciones de este Andrés Ruiz parecen ser así... sin embargo, la total escucha del disco deja un sabor dulce: el famoso sabor de las buenas canciones -bien hechas y bien ejecutadas-, que es lo que importa.


[Acá les dejo un par de guías para su música, me parece más interesante eso que describir tanto:
- Tres temas para bajar (no subo el disco completo aun porque es muy reciente, no se consigue en la web y don Ruiz es independiente).
- Andrés en Facebook, myspace y blog. Y su página oficial.]