domingo, 27 de julio de 2008


Es re melanco.

Es una artista total.

Es sensible y mata de una.

Vive lejos pero la visitaría seguido.

Es, o al menos quiere ser, the greatest.

Es simple pero a la vez necesariamente rara.

Es de las que están al costado pero llama la atención.

Es mi mejor descubrimiento en estos últimos tiempos.

lunes, 7 de julio de 2008

LMEDA Records presenta: Redondas canciones de amor

Mi oreja lo pedía cada vez que escuchaba alguna de esas canciones en un medio de transporte, lugar público, hogar o prisión (mentira, prisión no). Es simple, las canciones de amor de los Redondos alegran el corazón, mueven algo, aunque suene simplista decir sólo eso: gracias a ellas, este nuevo compilado de LMEDA Records. Sí, sé que muchas son conocidas y las hemos escuchado hasta el hartazgo, pero piénsenlo: está bueno tenerlas todas juntas, de hecho lo he probado y... ¡te ponen de muy buen humor!

(Ahora, el desglose una por una).

El tesoro de los inocentes: Elijo esta para empezar, porque la letra me parece de un valor inmenso. No es una canción de amor hacia una dama, sino que parece hablar -digo así porque nunca se sabe con Solari- de la necesidad fundamental del amor en un mundo contaminado por la maldad del hombre. El momento culmine es el estribillo y su frase: “si no hay amor que no haya nada entonces”.
Parece dirigida a quienes hacen mal al mundo desde su sector de poder -no sé si es específicamente para los políticos; también puede ser una forma de hablar del egoísmo-, y no se dan cuenta de que el verdadero tesoro no lo compran jugando “a primero yo, y después a también yo”, como canta el pelado en una parte. Es raro definirla como “canción de amor”, es más bien “del amor”. Supongo que se entiende la diferencia.

Gualicho: Perlita de Último bondi a Finisterre, creo que es el único momento de luz en aquel disco oscuro de finales de los noventa. Acústicas, clima, y una de las tantas letras de ellos con alguna cita a los juegos de azar, en ese estribillo que se lamenta por lo que “cuesta armar un full”: una excelente metáfora sobre lo que cuesta sostener una relación para que luego desvanezca de un día para el otro.
Grandiosa canción de olvido y despedida... ¡El comienzo de la intro de guitarra es igual a Alive de Pearl Jam! ¿Habrá sido a propósito?

Esa estrella era mi lujo: Otra que transita la misma senda, un clasicazo indestructible de toda su carrera. La letra es simple y concisa, va al grano y relata sin muchos detalles una relación de esas… breves. El protagonista se siente un iluso por haber sido usado al gusto de una bonita compañera. (Indio, no te quejes que en esa época no eras tan conocido…). La introducción es maravillosa y la melodía de la estrofa final, también. Le da el marco y la emotividad de una real canción de amor a una oda más fugaz. Recién escuchándola hoy, me doy cuenta de algo en muchos temas de ellos: los coros los hace Skay y siempre creí que eran segundas voces de Solari.

El viaje de las partículas: Del último de Skay, esta cancioncita mueve la emoción desde la simpleza, empezando por el punteo de la introducción, hasta llegar a su estribillo, que luego de una letra que parece hablar del fin del mundo -o de cómo se está yendo a la mierda... hace miles de años- concluye con el protagonista declarándole a su amada: “quedará para siempre tu mirada en mis ojos, aunque un día la tierra deje de girar”. Más allá de todo lo que se ha dicho de ella, la Negra Poly también tiene sus canciones de amor.

Murga de la virgencita: Este tema está incluido en un disco que resignifica la palabra murga: cuando en Momo sampler aparece el término, lo hace como sinónimo del dolor. Bueno, de eso trata esta grandiosa pieza, con reminiscencias al U2 más moderno: los andares de una puta argentina, Marita, con descripciones del Indio que, cada vez que vuelvo a leer la letra, me hacen creer que es la canción definitiva a una trabajadora de las calles. De amor y sufrimiento.

Tarea fina: De esta no hay mucho que decir, es clara como el agua. Un pobre muchacho busca conquistar a una dama que prefiere codearse con la alta sociedad. O sea, la clásica canción del loser al que la minita ambiciosa no le da pelota. Claro, otra vez los slogans del cantante convierten a la letra en una genialidad. Y eso, sumado a una bonita melodía, y un buen acompañamiento musical convierten a Tarea fina en, quizá, la canción de amor estándar de los Redondos. No está nada mal ese título.
(De todas formas, lo mejor es el mito que encierra la letra: dicen las lenguas rialistas del rock que Carlitos le hizo la canción a Karina Rabolini, que después de estar junto a él se fue con el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. Nunca lo sabremos).

Caña seca y un membrillo: “Vamos negrita, baila hasta el fin, vamos negrita, hacélo por mí”. El estribillo ya dice todo, no jodamos. Y vos, negrita, bailá y no rompas las bolas.

Un poco de amor francés: La más conocida de todas, uno de los pocos hits de toda su carrera (obviando que con el tiempo casi todas sus canciones se han convertido en un clásico para cientos de miles de jóvenes de por aquí). En este caso, aunque partan del mismo disco, no sucede lo de Tarea fina: la mina conquista al señor luego de afirmar que “el lujo es vulgaridad”. El riff de la intro es un clásico, Skay marca registrada.

La pequeña novia del carioca: ¡Redondos cuasi trip-hoperos! Esta pieza, una de las canciones de amor menos conocidas de su repertorio, me mata por su musicalidad. Por empezar, el tono de la voz relatora es escalofriante aunque a su vez brinde calor. La música es chiquita durante los versos, pero explota en el estribillo, de licores y malas ideas: otra oda a la fugacidad. Una gema oculta y oscura, definitivamente brillante en su concepción.

El pibe de los astilleros: Este tema le debe al riff de guitarra, al menos, la mitad de su éxito. En cuanto a la letra... iba a hacer mi pequeño análisis, pero encontré éste tan increíble en Taringa… que mejor se los dejo.

La hija del fletero: La unión de las palabras “linda” e “infinita” en una frase que describe a la hija de un fletero, ya merece palmas. Sólo ellos podrían hacer un tema con tal nombre y que quede bien. Esta vez, la protagonista marcha a Europa -más precisamente, a Madrid- el tipo queda dolido y no se anima siquiera a leer las cartas de ella que, sabe, recibió. Durante toda la letra, en vez de disparar contra la dama, o bien describirla, quien canta recuerda los reclamos que ella la hacía (“no calentás la misma cama por dos noches”) e incluso se bastardea a sí mismo, de manera lapidaria: “siempre fui menos que mi reputación”.

Lágrimas y cenizas: Otra de Skay, desde su primer disco, A través del mar de los Sargazos. Épica por todos lados, de letra y orquestación.

Una piba con la remera de Greenpeace: Quizá, la canción de amor definitiva de los Redondos haya llegado en su último disco. De letra y música impecables, no hace agua en ningún lado. Descripciones geniales como siempre, un método similar al de La pequeña novia… respecto de la estructura versos-estribillo -del susurro al grito con un bonito puente en el medio- y la emoción a flor de piel, en otra historia de toques sufridos.

Mi genio amor: Voy a morir sin comprender cómo puede ser que esta canción no haya sido incluida en Gulp, me parece inconcebible desde la primera vez que la escuché que no haya formado parte de aquel disco debut. Algunos pasajes musicales me recuerdan a The Police, y la letra... bueno, no voy a cansar diciendo lo mismo que en todos los temas anteriores.
Ustedes sólo disfruten.