lunes, 9 de marzo de 2015
Música argentina del Siglo XXI. Artistas más votados: #13, Francisco Bochatón
Por Sebastián Lino
Músico (Los π) y periodista, co-conductor de Tren para pocos en Radio Estación Sur
Estoy cansado de andar solo en mi cabeza
y mi recuerdo es permanente sobre cosas viejas
cosas imposibles
quiero despertar una mañana en medio del silencio
y poder mirar los ojos ajenos, como en un descanso
(Cosas viejas, 1999)
Visto a la distancia, el fin de Peligrosos Gorriones en 1999 parece razonable: La banda que Francisco Bochatón formó siendo un flamante veinteañero fue una explosión de poesía, búsqueda y energía punk-alternativa ejemplar. Pero esos caminos no son fáciles de recorrer en grupo, ya que justamente la principal característica es que nunca llevan a un mismo lugar.
La ola de elogios under y amistades mainstream de la banda, permitió de alguna forma que Bochaton tenga importantes respaldos al asomar solo: Gustavo Cerati lanzó como single “Paseo inmoral” en 1999, cuya letra es autoría del platense y no sólo fue un hit en toda Latinoamérica: fue la ratificación de que Francisco tenía aún grandes ideas para desarrollar. Cazuela, su debut, soltó canciones lúdicas pero relajadas, músicos invitados, electrónica y arreglos de vientos vistiendo pequeñas poesías catárticas. Casi un prototipo a seguir para una nueva ola de cantautores; salvo, claro está, por el detalle de que no hay prototipos.
Analizándolo, puede que la guía sea el perfil bajo, la no-demagogia. Flopa y María Gabriela Epumer dejaron sus aportes en Mundo de acción (2002) y Hasta decir palabra (2003). No es casual. Pasar de la ansiedad Gorriona a esas conexiones femeninas parece haberle dado una gran claridad a lo críptico de los sentimientos con que Bochatón luchaba de frase en frase, y eso se celebra y corona con el perfecto pop de Completo (2004), una compilación de temas sueltos y EPs que suena como un grandes éxitos. ¿Pero tiene hits de verdad? Podría decirse que sí. “Pastillas celestes”, una canción de un minuto sin repetir y sin soplar donde se pasa del desamparo extremo a una sonrisa valiente: “Se me acabó el vino (…) Hace dos horas que estoy llorando/ voy a llamar”.
Guitarras acústicas, pianos sutiles y aún más sutiles loops completan las melodías de esa época (“Puerto amar”, “El candado”) y parece no hacer falta nada más. Una versión de “Imágenes paganas” (en el tributo a Virus editado por la Universidad Nacional de La Plata) complementa ese momento de contemplaciones suaves y la voz en su punto justo de intensidades pronunciando el silencio.
¿Ya no hay estruendos, riffs, adrenalina? Sí, cómo no: “Estacas”, “Mundo de acción”... Pero lo mejor no deja de ser ese presente dulce tan bien titulado en el disco La tranquilidad después de la paliza (2005). Hay más electricidad, pero antes que todo hay canciones perfectas, concretas y conectadas a la maduración de otros contemporáneos como Estelares, Ariel Minimal y Jaime Sin Tierra.
Hoy, esa etapa también deja su estela de influencias en jóvenes como Antolín, Valentin y Los Volcanes… prácticamente todos los que entran dentro del termino indie tienen ese fluir de frases enigmáticas que culminan en otras más cotidianas, suspiros desganados que terminan en estribillos crecientes y un innegable gusto punk aún si entonan repetidamente melosidades como “vuélveme a enamorar”.
Suena razonable entonces que hoy estén de vuelta los Peligrosos Gorriones, para descargar nuevos riffs en un nuevo disco, nuevas irracionalidades e inquietudes en el choque de las cuatro personas que forman la banda. Una de ellas es este nuevo Bochatón, que no sabe como se le ocurrió, pero si sabe que dio la vuelta entera.
Va a ser mejor que empiece a darme cuenta
que lo que está en mi mente se vacía,
que el terror es pura fantasía,
es conveniente que empiece a darme cuenta…
(“ESTO!”, Peligrosos Gorriones).
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