miércoles, 18 de marzo de 2015

Música argentina del Siglo XXI. Artistas más votados: #8, Flopa Manza Minimal


Por Joaquín Vismara
Periodista (Página/12, Rolling Stone)

La trascendencia a veces suele ir a contramano de las ambiciones. Algo nacido sin la intención de ser nada en concreto termina convirtiéndose en un mojón destacable del recorrido histórico. Flopa Lestani, Manza Esain y Ariel Minimal pueden dar cuenta de ello. Lo que comenzó como una reunión de amigos intercambiando canciones fomentados no más que por la admiración recíproca que generaba en cada uno de ellos la obra de los otros dos se terminó convirtiendo en un trío que pergeñó un único álbum de estudio, antes de disolverse en el tiempo por las obligaciones que cada uno de ellos tenía con sus proyectos individuales.

Cuenta la leyenda que, tras la disolución de Mata Violeta, la banda en la que tocaba el bajo, Flopa hacía circular entre sus amigos algunos CD-R con las canciones que grababa en su casa. Una de esas copias fue a parar a manos de Minimal, y el disco se convirtió en su soundtrack personal durante la última gira de Los Fabulosos Cadillacs antes de que el grupo pasase a estado hibernación. De regreso en Buenos Aires, el líder de Pez la contactó, y sumó al encuentro a Manza, a quien ya conocía desde que compartieron ambiciones madchesterianas en Martes Menta. Tres voces y misma cantidad de guitarras fueron más que suficientes para salir a presentar un repertorio que hubiera quedado perdido en el aire si no hubiera sido por un fan cordobés (el poeta Vicente Luy, nada menos) que se dispuso a financiar las horas de grabación de un disco que nunca estuvo en los planes de nadie.

En una primera aproximación, el álbum sorprende por su sencillez. A medida que se profundiza en él, esa simpleza deriva en intimismo y fragilidad pastoral. Desde “Los días por llegar” hasta “Bye Bye (creo que también ya lo escuché)”, el trío ofrece una docena de viñetas agridulces, en donde la constante parece ser la derrota, y la canción la mueca resignataria. El formato es la clave: salvo contadas intromisiones de baterías, guitarras eléctricas y piano rhodes, todo queda librado a las acústicas y los juegos de voces. Los tres armonizan con una prolijidad envidiable, en una dinámica en la que el protagonismo va rotando sin fricciones.

En algún modo, Flopa Manza Minimal es una ventana a miedos, incertidumbres y miserias de sus propios integrantes. “Soñando estrellas por la mañana, y por las noches esperando el sol, y no hay calma y mi alma no descansa nunca”, “Ni gracia me hace saber que en tu lista estoy debajo del Álbum Blanco”, “Ella envió de regreso mis cartas, mi orgullo, mi estupidez”… una colección de temores absolutamente terrenales e identificables. Cada palabra parece elegida con precisión quirúrgica. Al igual que con la música, todo está calculado en la medida justa.

Publicado a mitad del 2003 por Azione Artigianale, tanto el disco como el trío corrieron la misma suerte que los demos de Flopa que llegaron hasta Minimal. Esas doce canciones circularon de mano en mano, como si la necesidad de divulgar esa obra fuera una urgencia imposible de desatender. En un contexto en el que los artistas convocantes se peleaban por medirse en escenarios que sólo les quedaban a mano en un clima post devaluatorio, ahí estaban estos tres amigos haciendo patria a favor de la belleza de lo simple. Canciones a puro piel y hueso, como hacía rato no se escuchaban por estas latitudes (y que hoy en día tampoco abundan).

Flopa Manza Minimal pasó a estado hibernación al poco tiempo, cuando las fricciones entre el ala masculina del trío se pusieron ásperas como para seguir adelante. Desde entonces, cada uno retomó este cancionero por su lado (Manza en Valle de Muñecas; Flopa y Minimal en sus shows en solitario), lo que no hizo más que alimentar un culto deseoso por su regreso. El operativo retorno se dio en dos ocasiones en 2010 y 2014, en ciclos de shows que no prometían acciones a futuro, sino que celebraban pasado y presente. Aun si no llegase a materializarse una segunda entrega, Flopa, Manza y Minimal deberían estar orgullosos. Con casi no más que guitarra y voz, le dieron al rock local la colección de canciones más absurdamente linda que tuvo en décadas.