Lo mejor del disco conjunto entre Gabo Ferro y Luciana Jury es que por momentos no se sabe quién canta. Las voces se funden, se confunden, histriónicas, se juntan, se chocan, se enmascaran, perturban. Llega un momento en que ambos son una sola persona, incluso cuando está cantando sólo uno de ellos: Jury podría ser Ferro y viceversa. No es que no se distinga la voz de cada cual, sino que ahí se explica la comunión que derivó en disco. La clave está en sus voces inquietas e inquietantes, en esa capacidad de trastornar la piel con un grito o un susurro.
Una de las grandes decepciones (entre comillas bastante grandes) de La la la, el disco de la dupla Spinetta/Páez, es que casi no junten sus voces para hacerlas una: cuando uno dice, el otro muta. Y aunque en sus músicas sí haya una influencia y afinidad evidentes, Fito y el Flaco no cantan precisamente parecido, por lo que la unión habría sido interesante para saber qué tercera voz salía de allí.
En El veneno de los milagros lo que sucede es precioso: dos de las voces más expresivas (vayamos más allá de las capacidades técnicas, esta gente canta hermoso pero además transmite), una tras otra, juntas, en un disco que pasa como un huracán emocional, como si los sonidos se desintegraran por la transparencia y la fragilidad que sale de ambas bocas. Cómo friza los sentidos por su punkitud (no me van a comparar esto con Green Day, por favor) y una interpretación sostenida por guitarras que pasan del arpegio espacioso al cuasimachaque hasta llegar al silencio, porque con la palabra y la búsqueda del perfume de las noches, basta; Estamos, estarás funciona como contraparte (“quiero ser lo que he reído, no sólo lo que sufrí”).
"Aire, necesito que te deshagas en soplos”, cantan. Amigos, ustedes dos hacen con el aire lo que quieren y más: los experimentos vocales de la susurrada y borrascosa Bayos negros dormidos dan escalofríos en un día de rayos, truenos y tormentas como hoy*. Para El extrañante, la trama conjunta es el punto cúlmine de la teatralidad vocal: por momentos Ferro y Jury recrean flautas al unísono, luego se vuelven hachas haciendo su trabajo letal sobre la madera indefensa (“la calma de un mar feroz”, dice Gabo y pone los pelos de punta). El acorde final es, casi, tan intenso y rupturista como lo que transcurre en los 3 minutos anteriores.
De golpe el disco termina y uno se queda pensando si lo que pasó fue una ráfaga de viento erizador de pieles o un cachetazo. Mientras, las voces pegan el golpe de knock-out. Las últimas palabras que se escuchan son éstas, las copio rápido porque el tiempo pasa: “Hemos cantado tanto para esto,/ para ver que se cante sin su riesgo. / Cantar, cantar, cantar, cantar / Mirar o ver, mirar o ver, mirar o ver”. El tiempo pasa, la canción (Mirar o ver) acaba, el disco termina. Jury y Ferro ven. Es hora de que muchos otros lo intenten.
Uno de los discos año (otra vez) si es que hay discos que duren un año o 34 minutos, como es el caso: aquí hay demasiado tiempo liberado. Ése es el milagro.
*Escrito durante las tres primeras (y sucesivas) escuchas del disco, el lluvioso miércoles 29/10/14. Foto de Luciana y Gabo por Alejandra López.
5 comentarios:
Santiago lindo haberte leído , este disco , este encuentro de voces que da la sensación que se conocen de otra vida, estas letras escritas por Gabo especialmente para la interpretación de Luciana, son un regalo para ella que disfrutamos todos, mañana sábado 8 de nov el ND Teatro nos permitirá pienso vivir una interpretación para poner piel de gallina .-
Lamentablemente no puedo ir mañana... Espero que haya revancha pronto porque es un cruce ideal para ver en vivo.
Salud.
Tengo que escucharlo pero estoy seguro de que no me va a defraudar.
¡Vaya por él! Ya.
Excelente disco!!! Por suerte están en Spotify, ya que últimamente vengo escuchando todo por ahí....
Gracias por la recomendación.
DISCAZO!!!
Saludos.
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