En el rock de Buenos Aires de los últimos diez años parece haber dos microcosmos más allá de la siempre atrayente luz capitalina: uno es la ciudad de La Plata, con su enorme cúmulo de bandas -patria indie y alternativa, cuna también de grandes e históricos-; y el otro es el aún más ecléctico rock del Oeste de la provincia. Aunque en los últimos años, el Sur también grita fuerte su “presente” -en especial de la mano del sello Triple RRR Discos-, nos hemos acostumbrado a recibir novedades en cantidades desde estas dos latitudes, de donde las bandas emergen casi por generación espontánea. El resultante enriqueció y redefinió sonidos y estéticas del rock local (en su ámbito más pequeño, al menos).
Una sensación casi mundial -bueno, exageremos un poco- atraviesa al concepto de Oeste: si el Sur es romántico por su paisaje grisáceo, aquella belleza descompuesta del arrabal y las fábricas; entonces el Oeste es, siempre, zona de conflictos, territorio en ebullición. Salvajismo. De las calles, de los bares más pulenta, de los equipos de fútbol con las barrabravas más temerarias y pintorescas (entre comillas), del tren más -tristemente- célebre del conglomerado, de los Barones del Conurbano que se eternizan en las intendencias, de los lugares más trasmano del mundo, de la avenida más larga y más rea, de la inseguridad más acechante y asesina (bueno, eso dicen los medios)... Y de las bandas de rock multipalo. Se puede aseverar que la cantidad de grupos que emergieron de por allí abren un abanico de géneros sorprendente: hemos visto pasar ante nuestros ojos y con mayor o menor fortuna a cantautores intimistas (Coiffeur, Juanito el Cantor, el insólitamente ignoto Checho Flá); cancionistas calamarescos (Ella Es Tan Cargosa...); latinistas empedernidos (Nuca, Yicos); folklóricos que rockean (Semilla); poperos sofisticados (Ojas); y los que mezclan todo lo anterior (Árbol). También personajes que merecen el cartel de genios inclasificables, como Botis Machín -hoy solista errante- y su colectivo La Manzana Cromática Protoplasmática.
***
Soy un idiota.Así, con esas palabras, comienza el álbum debut de Mejor Actor de Reparto. Lo sospechamos desde un principio: tienen que ser del Oeste.
Probablemente nada, la primera canción, descarta pronto la idea de un horizonte amable -¿o acaso no son queribles los actores segundones que reciben el Oscar del montón?- para ser en cambio el primer cachetazo de un debut más bien salvaje. El estribillo de la canción perturba por su indefinición: Mauro Duek, la voz cantora, grita que todo le habla “de tu, de tu, de tu...”. Así, incompleto. ¿¿¿De tú??? ¿De tu qué? Nunca se sabe. Se lee estúpido, pero escúchenlo: es más desesperante de lo que parece.
En el camino de este debut homónimo (escuchen aquí) nos encontramos con un bloque de canciones rudas y otro de piezas más sosegadas, un equilibrio que le sienta bien al sonido prístino pero punkie del disco. Detalle fundamental: la producción corre por cuenta de dos Barones del Oeste, que han demostrado saber del tema: Pablo Romero y Matías El Chávez Mendez.
En esa ambivalencia que vuelve indispensable a todos los tracks -nada sobra- el primer puesto del bloque rudo se lo lleva Si querés. La música va en crescendo de la mano de una letra que comienza con propuestas ¿amorosas?, que luego pasan a un tono oscurísimo. El hombre comienza romántico, pero de “cumplir tus promesas mirando el mar” a “escupirle a un ciego”, “poner una bomba donde haya gente”; y luego “saltar de la terraza, colgarse del cuello y romperlo todo” termina habiendo casi un solo paso. Aunque sea el que avanza del Abismo a la Nada. Hay que animarse a cantarlo todo así de fuerte y claro.
Desde el otro polo, las canciones más cristalinas no por ello dejan de acarrear rencor; el de la distancia y el adiós. Parece ser la temática inevitable de todo el álbum. Hush, con su pulso folk, se eleva desde el primer play como el hit más potable, con sus latiguillos irónicos -¡ya estamos grandes y vacunados!- que redundan en las pocas ganas del protagonista de recibir cuestionamientos (“no me digas nada más”). Tren que tren -el Oeste, el Conurbano, sí- y su amago de estribillo que tampoco llega, se erige como el momento contemplativo o lo más cercano a un slow tempo. Y Sábado es, por poco, la excepción al desencanto, en tanto podría ser de un grupo de los sesenta si no fuera por algunas irrupciones guitarrísticas más dignas de Pixies que de Beatles. Todo vuelve a su lugar.
El último tema del álbum funciona como el broche de oro y la consumación de -sí, así de pronto- eso que los críticos llaman estilo propio. Construcción parece tenerlo todo para ser una canción memorable: el desarrollo del tema está montado pacientemente, es casi fílmico y hace equilibrio entre las melodías épicas cantadas por una garganta a punto de quebrarse, las guitarras sutiles que se tornarán filosas y la sensación de que todo flota y viaja a la altura y la velocidad adecuadas.
Si el Oeste vistió en todos estos años un traje multicolor, se puede decir que Mejor Actor de Reparto queda perfecto de negro: de camperas de cuero o de traje, estos cuatro jovenzuelos ya están listos para saltar. Ellos mismos lo cantan: “Sólo la canción te va a salvar/ la película que protagonizar, ya empezó”.
Y el premio no tardará en llegar.
[Publicado en Revista Domo, en su edición de junio.
Foto de la banda por Magdalena Pardo.]
1 comentario:
Buena banda, voy a prestarle atención lo que hagan de acá en más.
Muy buena tu descripción sobre las zonas del conurbano, La Plata y el rock.
Saludos desde el Sudoeste,
Frodo
Publicar un comentario