lunes, 28 de septiembre de 2015


Hoy Jorge pasó a vivir en toda la realidad que su cuerpo deja atrás. Sigue construyendo desde el corazón de todos los que amándolo tengan el coraje y la alegría de amar la vida como él.

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A mi amigo Jorge.
Extraordinariamente la capacidad de sobrevivencia de la especie humana nos muestra cuán indescifrable puede ser el final de una vida. Solo esta misma encapsulada en energía agotable pero transformadora, puede hacer que aquello que pensamos se nos escapa, se quede, o vuelva luego de algún viaje en forma de sensaciones y emoción.
Jamas daría por terminada la lucha quijotesca de mi amigo Jorge Pistocchi. No precisa más que una mueca de su picardía o una mirada sonriente para poner límite a lo que decimos.

Hay algo allí de misterio dentro de su intensa racionalidad, que nos juzga siempre. Jorge se nombra a sí mismo como un espíritu rebelde, desde aquella patada a quien lo cuidaba en un conventillo hasta la terquedad noble de sus principios. Desde chico no se cansó de vivir tratando que eso valga la pena. Y así lo fue, el viernes estuvimos charlando como casi siempre de historias, filosofía y actitudes y fueron éstas que tomaron nuestras palabras y formaron los relatos, nosotros sólo escuchábamos.
Querido Jorge, no existe más que el día a día y en el hoy sos la misma totalidad de espíritu que la del pibe que caminaba por la Plaza de Mayo en aquel 1945.
No hay final posible, la transformación es y será combustible de algún Expreso imaginario, en el que siempre estarás conduciendo.
A disfrutar la vida TODA, ella es, ahora y para siempre, tuya
Chau amigo.

Ambos textos publicados hoy en la página de Facebook del Expreso Imaginario (el segundo no tiene firma). Hasta siempre, Jorge, gracias por todo (y por ese rato).

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