"De pronto hay dos temas míos que escribí a los 15 años y uno que escribí hace una semana, que se entienda que la música finalmente no tiene almanaque, es una cosa que va. Entonces ahí es donde meto también lo étnico. Porque cuando un tipo me pregunta '¿qué escuchabas vos cuando eras chico?'... Y bueno, yo escuchaba jazz, escuchaba bossa nova, tango, música árabe, ¡escuchaba una cantidad de cosas!
-Y a la vez a los Beatles y a los Kinks...
-Totalmente, ¡claro! Escuchaba lo que yo atendía generacionalmente pero también otras cosas porque yo era buceador. (…) Un tema nuevo que hice hace poco en Madrid, habla un poco de esto que te estoy contando: habla de que la canción del mundo -que sería una broma sobre world music, ¿no?-, algo que no tiene banderas, no tiene fronteras, anda por ahí: es una canción que no tiene pasaporte".
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Litto Nebbia es un terco, no hay con qué darle. Es un hombre tenaz de esos que no abundan, un tipo consagrado a hacer música contra viento y marea, tanto que en la era del mp3 decide editar un disco triple, con DVD, booklet y packaging lujoso, burlándose de una industria en recesión y desafiando la máxima que sostiene que la gente ya no escucha más discos enteros. Es el principal elaborador de un trabajo artesanal y dificultoso que para él es una diversión y su forma de ver y hacer las cosas. De existir.
La canción del mundo – Xaouen (Ciudad Antigua) es ése nuevo álbum triple + DVD y lo primero que produce es impacto visual, ganas de romper el empaque con formato de DVDs de temporadas de sitcom. Ése es el primer lujo y hay quienes no lo comprenderán, pero todavía estamos quienes sí vemos en ese objeto una bella pieza de colección, una pequeña obrita de arte.
Luego, la operación es simple: escuchar la música de Nebbia es un instante placentero cuando uno ya está inmerso en su estilo y sus formas, que a esta altura son un género en sí mismo, con taaantos discos encima y miles de canciones compuestas. Bien sabe quien sigue sus pasos -y sino, sépalo, querido lector- que Litto es un modulador constante, un multiinstrumentista que gusta de los contrapuntos y maneja con solvencia el género que se le cante cantar. Apartado de las formas distorsivas del rocanrol, a esta altura -y hace muchísimos años ya- su status de cantautor le pasa por arriba al mote de rockero, aunque sus capacidades como músico pueden lograr que cuando se le ocurra componga discos enteros de blues, como hizo hace unos años con aquel proyecto de dos discos que se llamó, precisamente, The blues (y como hiciera en 1970 cuando sus compañeros Gatos insistían con que la mano en aquel entonces era tocar blues y el les compuso entero el clásico disco final del grupo, Rock de la mujer perdida).
Así, Nebbia construye esta trinidad de álbumes como si en verdad fuese uno solo y como si llevara a cabo -resultados a la vista, lo es- una celebración de amigos. Son 55 músicas, como gusta decir, la gran mayoría acompañadas por textos de su autoría; aunque también da lugar para que aparezcan hechas canción bonitas palabras de Hamlet Lima Quintana, Jorge Boccanera, o su coterráneo Adrián Abonizio, por citar algunos de los nombres que desfilan en el letrario del disco. Los amigos de Nebbia, está claro, no son sólo los que escriben. También lo son sus colegas: su banda estable La Luz (Daniel Colombres en los parches, Federico Boaglio en bajo; y en guitarra, ahora Gonzalo Aloras, antes Ariel Minimal), a la que se suman los aportes de Patricio Villarejo y Pablo Agri en cuerdas, Andrés Ruiz (que toca la batería en varios temas) y Guadalupe Raventos con su magnífica voz. Y esos amigos de siempre que son Ricardo Soulé -grave y necesario en Inmigración- y Emilio del Guercio.
La musicalidad del disco es amplia como su duración: candombe (la preciosa Un mundo sin heridas), folk (Soy un árbol, con la guitarra slide de Eduardo Cautiño), aires de zamba y jazz (Desde aquel entonces, una perla a dúo con la gran voz de Raventos) y hasta ¡reggae! en Ilumina (hago memoria y creo que ninguno de los rockeros argentinos de la primera camada se animó alguna vez con este género; ayúdenme). Por supuesto, también dicen presente esas canciones género Nebbia, ciudadanas y cálidas, como Capas, No hay cárcel en el aire y Yo me conozco, escrita el 27 de octubre de 2010 (recordarán el suceso de aquel día…). Además, un par de revitalizantes rescates de temas de su Volumen II (1969), con aggiornadas versiones de Hijo de América y Mes de algodón; y los pasajes instrumentales mencionados por Litto en la frase de arriba, entre homenajes a Genesis y aproximaciones a la música mexicana, aires basileros y música del Mar Caspio.
Tres discos para escuchar de a uno o continuados, porque su coherencia sonora así lo permite. Lo dice el autor en el texto introductorio del completo librillo interno: “Esta nueva producción tiene Música por todos lados”. Están advertidos.
(Las fotos que ilustran el texto son gentileza de Melopea. Intenté subir algunos temas a GoEar para que escuchen pero no tuve éxito, cuando pueda los cargo).
6 comentarios:
que groso litto, no escuché el disco pero en una nota que vi en el suplemento radar el domingo le tiran flores. te la paso:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7391-2011-10-11.html
saludos,
gabriel.
Que genio Litto por favor y que poca bola que se le da aca. Odio decir estas cosas, pero en Inglaterra sería como Ray Davies
Gracias Gabriel, vi la nota! Está excelente y cuenta cosas muy graciosas y desconocidas.
Ale, nunca sabremos que habría pasado si varios de nuestros músicos hubiesen nacido en otros lares! Me imagino a él, a Charly, a LAS...
Salud.
¿Link? ¿No lo vi?
Los discos de Melopea no se suben, se compran!
Hace un buen tiempo ya, de todas maneras, que subo sólo los discos de afuera y no tan accesibles por nuestros lares; o cosas más viejas.
Cuando son discos nuevos los hago buscar en otros lados, igual en Taringa está todo. Creo que LMEDA hace un tiempo que dejó de ser un blog de esos "de descarga"...
Salud!
Uno se acostumbró a descargar sólo buenas cosas de LMEDA (modo "soplaquena para conseguir el link" ON).
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