jueves, 24 de diciembre de 2009

Un regalo multicolor

En esta semana del año todo se hace mal y pronto, digamos la verdad.
El apuro por la reunión familiar que de tomas maneras será enquilombada -como todas, siempre-, la desesperación por comprar regalos (los que pueden) y alimentos varios, el engaño simpático a la ingenuidad de un niño que aún cree en Papá Noel, algún que otro borracho y/o descompuesto a la noche y demás detalles entre patéticos e hilarantes, conforman las normas a cumplir en cada fin de año.

En este preciso momento todas esas cosas no importan, tan solo me sirven de excusa perfecta para aprovecharme de esa urgencia y desearles unas felices fiestas -me atrevería a decir, mejor, feliz reunión familiar con regalos; siento que de celebración religiosa la Navidad ya tiene muy poco y no me molesta para nada ello- a todos los visitantes de este lugar: pásenla bien que no es tan difícil.

Les dejo nada más y nada menos que un hermoso presente en forma de mp3 para poner de fondo a las doce: este genial disco de los Hollies, redondo de punta a punta, psicodélico, afinado y perfecto.

Eso nomás.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bonitos y nerviositos

Mientras en varios lares están haciendo análisis, elecciones y balances de década, aún no sé si voy a escribir algo sobre eso -un poco por falta de tiempo para armar algo piola y otro poco porque tantas ganas no me da, o me cuesta decidirme-, pero les cuento que planeé una interviú que hasta ahora está quedando trunca porque le falta una pata (cuando sepa bien cómo se cierra el tema les cuento mejor, quizá; sé que diciéndolo así les suena raro).
El año próximo trataré de reforzar el blog con esas charlas y alguna sección más, me es interesante hablar con músicos: cuentan sus experiencias y saben más que nosotros. (Además, me siento músico también -toco, ergo, lo soy (?)- y el año que viene espero comenzar un nuevo proyecto relacionado con eso). Lo que nunca puedo prometer es voracidad y constancia en la publicación de textos aquí, ustedes saben...

Pero bien, sin hacer aún esos benditos balances y después de contarles nada, les quería dejar al paso este disco de Okkervil River, The stage names. Sin dudas, el disco y la banda estarían entre mis elegidos como una de las cosas más interesantes que he escuchado en la década que se nos va. La palabra interesante tal vez los confunda y les haga pensar en Okkervil River como una banda archimoderna, y no van por ese lado estos señores texanos: su fuerte son las melodías tarareables que mueven las entrañas. Canciones con swing -onda, bah-, algunas con las guitarras como protagonistas y otras con el pianito... Sin embargo hay algo en ellos, un nervio especial que los destaca y no sé cómo explicar; un algo que ni siquiera sé si responde a esos ataques psicótico-musicales (Our life is not a movie or maybe, el temazo de apertura), a la manera de cantar de su frontman Will Sheff o a qué.
Lo que les aseguro, así de una y con confianza ciega en estas nueve canciones, es que The stage names les va a gustar. Así de soberbio me pongo. No sobra nada más que belleza melódica, clasicismo indie y arreglos que engordan y ensalzan páginas insoslayables como A girl in port, una de las canciones más perfectas que he escuchado en los últimos 5 añitos.

Que lo disfruten, les digo que así será.



PD: nada que ver con Okkervil, pero en A estos hombres tristes están subiendo el show de Spinetta en Vélez. A quienes les interese, ya saben.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Dignidad eterna


Sí, yo también voy a escribir sobre Spinetta. Estuve a punto de no hacerlo por la cantidad de textos que vi referentes al histórico cónclave del viernes por la noche, pero quisiera remarcar algunas cosillas que me resultaron maravillosas:

1- La duración del concierto: un desafío rockero, de resistencia, paciencia y amor, para los treintipìcomil presentes en Vélez. Algunos cuantos se quejaron de ello, pero todos sabíamos que iba a dar para largo (quizá no imaginábamos que sería tanto). El dato numérico es increíble: 51 canciones en 5 horas y media, señores: la burbuja en el tiempo se la choreó el Flaco a los Soda dos años más tarde. Lo remarcable de esto radica en que -me atrevo a afirmarlo- todos salimos conmovidos por lo que vimos y escuchamos.

2- El altruismo de la estrella: Spinetta aprovechó la situación para mostrar a (casi) todos los que tuvieron afinidades en su larga vida musical (toda la vida, no cuarenta y tantos años). No sólo dio lugar a Ceratis y Juanses, sino que llevó a un estadio a músicos que no tienen la popularidad como para tocar ante tamañas audiencias. El lujo nuestro de escuchar a Diego Rapoport o Lito Epumer funcionó como un reconocimiento del propio Flaco a sus ex compañeros, quienes fueron adjetivados de maestros, genios, bestias y demás, primero por Luis y luego por todos.
LAS también se dio gustos, ni hablar: invitó a sus hijos Dante y Valentino para una versión con medley rap de Necesito un amor, de Manal, por citar. Y aquí salta otro detalle: el mimado de la noche, el homenajeado, homenajeó. Seleccionó gemas de varios autores clave del rock argentino; y sentí que lo hacía no sólo como tributo, sino también para darle al show un tono más cercano al de festejo del rock argentino que el de festejo propio. Y fue una fiesta de la música popular toda, ni hablar. El humor de Spinetta a lo laaargo de la noche lo certificó.

3- La variedad en el repertorio: claro, es sencillo hablar de variedad cuando hubo cinco horas de música. Pero el armado fue casi ideal, con lo más nuevo al principio, entre temas de Jade y su carrera solista de los últimos veinte años -que fueron más de los esperados-, los homenajes al rock argentino y los invitados más reconocibles y queridos por el público, para ir elevando el clima y cerrar con las bandas. Ni hablar que hubo momentos de alta densidad... ¡y claro, es Spinetta y es una de sus cualidades, amigos! (Deberíamos agarrar el diccionario y reanalizar el significado de esa palabrita, eso aparte).

4- Dulce 3 nocturno: Invisible y su prestancia, Invisible y su sonido refinado, Invisible y sus 3 músicos inclasificables, perfectos, monstruos. Invisible y la certeza de Spinetta violero terrible, Invisible y la base que tenés que llamar si querés el mejor trío de rock del país. Invisible. Por un rato vimos a Invisible tocar Jugo de lúcuma mejor que en el disco; y luego Pescado Rabioso y la belleza, seguida por, sí, la rabia rockera del final. Se notó que para la gran mayoría era el grupo más esperado y por eso fue el que más temas hizo (siete): la sorpresa inicial de Poseído del alba, la joyita de Hola dulce viento, con el placer de ver a Lebón y Luis juntos en un mismo escenario, ¡Cre-du-li-daaaad! y la aplanadora al final, con Cutaia yBlack más protagonistas y el agregado de Bocón Frascino para los tres simples maravilla del rock argentino: Despiertate nena, Me gusta ese tajo y Post crucifixión. Qué decir.

Que quedaba Almendra... la modernidad, eso fue lo que más me mató. El viernes 4 de diciembre de 2009, cuando en realidad ya estábamos en 5, di cuenta de que Almendra es la banda más moderna que hubo aquí. Escuché Color humano y A estos hombres tristes en sublimes versiones que me dejaron mudo y comprendí que hay una diferencia importante, abismal, en el lugar común del decir periodístico que afirma que cualquier disco de -pongámosle- los '70, "hoy sigue sonando como si hubiese sido compuesto ayer, ya que sus piezas siguen siendo actuales" y el verdadero valor del sonido mismo, el sonido vivo, en el pecho, digamos. A ver: si escucho el primer disco de Almendra, suena como a su época, con aquellas limitaciones sonoras en la grabación, por ejemplo. Pero al oír esas piezas tocadas hoy, al sentirlas en el calor del vivo, certifiqué que esta gente no es humana, son marcianos trayéndonos la novedad cuarenta años después. Y eso no es lugar común, ni ahí: hay que saber llegar.

5- La inclusión de Muchacha y ¿el fin del idiota? (no Starosta): en lo que me animó a calificar como suceso histórico, Luisito dejó para el final de Almendra -que no, no sería el final del show- su canción más conocida, por él mismo denostada y borrada entre sus obras tocables. Por pedido de su madre Julia, para quien pidió antidóping por el aguante hasta altas horas en el estadio, Luis rompió con años de conciertos sin Muchacha. Rompió quizá con su ¿terquedad? ¿negación? a ser popular y "simple". Así, los cuatro Almendra dejaron sus instrumentos, LAS reemplazó la eléctrica por una acústica y los otros tres, cracks, se le unieron en los coros, uno al lado del otro en círculo. Fue tan bello como inesperado -al menos para mí- y el broche perfecto para tantas sensaciones juntas. Esas cosas no se explican. (Tampoco se explica que Del Guercio y Spinetta tengan las voces tan fuertes e intactas, hay que pedirles que revelen el secreto).
A su vez, gracias a este momento, ruego que el deseo se haga realidad: luego de este regalo de LAS, espero poder afirmar pronto (aun no puedo) que ha muerto el idiota -¿siempre es el mismo o son muchos?- que pide la canción imposible en sus shows. En la recreación de Capusotto era gracioso, pero el "Flaco tocá Muchacha (o la que sea)" en vivo resulta cansador, incluso aunque deba admitir que un vivo gritó "Flaco tocá Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo" y me hizo reir... ¡Y encima, al rato, Invisible la tocó!

BONUS: La consciencia: para el final-final Luis tocó los dos temas que compuso -uno con León Gieco- a causa de la tragedia del colegio Ecos y contó, como viene haciendo desde que aquello sucedió, del valor de esos padres que intentan construir en una sociedad de mierda, con Conduciendo a consciencia. Después de ello, el final con tres hits de su carrera nos devolvió al show (sonaron Seguir viviendo sin tu amor, Yo quiero ver un tren y No te alejes tanto de mí) pero, justificadamente, se volvió al tema Ecos por la vivez de la Rolling Stone local. Los muchachos de la revista, que en su último número cuenta con Spinetta y Charly G. en su portada, osaron borrarle a Luis el lema de una remera que se había puesto, claro, para mostrar, como una de las principales personalidades que apoyan el proyecto de CaC que es. Luis contó indignado el hecho y pidió un fuck you -"¡fuck up!"-de todo el estadio para ese gesto más bien siniestro que vaya a saber uno qué oculta (¿qué será que no le conviene a La Nación de CaC?). Acto seguido, hizo subir a todos los invitados para saludar y recibir el aplauso final del público, con un detalle: todos llevaban puesta la remera con el "Todos fuimos, todos somos, todos podemos ser", a lo que Luis disparó un "a ver si la pueden tapar ahora". La respuesta de RS fue, como siempre en casos de este tipo, la de un pobre periodista haciéndole el caldo al jefe, por pedido, en vez de pedir las disculpas apropiadas y, como mínimo, mostrar una foto de todos los músicos con la camiseta puesta. Estos periodistas son los mismos que hablan de libertad de expresión, estos medios son los que bombardean de inseguridad sus portadas pero no muestran el proyecto y el accionar solidario de gente que perdió a sus hijos por inseguridad vial. No hay mucho que agregar, Spinetta les puso la tapa con el arte y la palabra, porque los grandes artistas son así, mueven y conmueven, nos dejan algo. En este caso, el recuerdo, eterno como esas bandas, de una noche mágica en la que los presentes nos sentimos en el jardín de Luis. Las palabras no alcanzan para agradecer tanto arte y amor.


¡No somos dignos, Luis!

sábado, 28 de noviembre de 2009

Vago con suerte

Buenas cosas le pasan a la gente buena (eso dicen). Por eso, solucioné mi dilema (ver debajo para más información, si desea) y pude hacer efectivo mi canje, vía Mercado Libre. El sujeto tenía cara de bueno, y la misma ubicación que yo para el show de AC/DC, claro que para otro día. No niego un mínimo temor de que la entrada sea trucha -aunque me haya dado el ticket de compra y todo- pero como la cuestión es confiar o morir, aquí estamos.
Gracias a todos los que tiraron buena onda, en especial a la dama eMeYgriega que se ocupó del tema con dedicación y me mandó varios mails con data y ayudas varias.

Ahora, es raro. Debería de festejar con la música relacionada al asunto (don Luis, ya tengo mi ticket) pero encuentro interesante este retorno escrito para hablar de un grupejo de atorrantes que despertó las mejores sensaciones internas de mi ser en los últimos meses.

Algo así como un dream-team del under de los últimos días, los Onda Vaga son cinco señores (Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco, ex Doris, junto con Marcos Orellana y Tomás Gaggero de Michael Mike, más Germán Cohen, de Satélite Kingston y la Orquesta de Salón de Pablo Dacal) que se juntaron a tocar, sin cables y por abuso de causalidad -cuatro de ellos estaban de vacaciones en Uruguay y allí largaron-, pero con las voces listas para bancar lo que venga. Así, aunque se suponían un conjunto de corta duración, la Onda creció cuando comenzó a sumar fechas y fechas encima, lo que sumado a la definitiva disolución de Doris -qué lastima- volvió a la banda un quinteto ya estable. Tiempo después de tocar y tocar, sintieron la necesidad de grabar un disco como carta de presentación: ellos mismos dicen que fue más por necesidad ante la gente que por otra cosa.

Y vaya si la carta de presentación les salió bien: Fuerte y caliente es un discón, un poco de sol en el deprimente contexto musical de, por lo menos, los últimos cinco años (déjenme ser bueno). Con Manu Chao como nave nodriza musical (?), Onda Vaga destila eso, desganados aires de simpatía y autenticidad, lo más cercano a la música-bailable-bien (escuchen y pongan el nombre que deseen) que haya dado el rock -¿es rock?¿importa?- por estos lares. Cinco tipos, cinco voces, e instrumentos que no hace falta enchufar: percusiones varias, trombón, criollas... aunque el caballito de batalla, vale repetir, son esas gargantas callejeras perfectamente fusionadas.

Suena a niños contentos narrando verdades simples, pero OV es bastante más a medida que las escuchas pasan. Ir al baile, por ejemplo, dice: "Cuando a los doce lleve la bandera en el hombro me di cuenta que nada pesaba. Uh, sí, la culpa la tuvo la maestra de cuarto, cuando me hizo jurarle a la nada. Yo solo queria ir al baile". Vale preguntarse si el baile es la vida misma -no digo Gran Hermano, digo la vida de verdad- o el deseo de un pendejito de poder salir de joda a la noche, pero no dudo de que la lírica es irreverente y original. Es decir: puede ser lo más profundo o lo más banal, y uno mismo lo decide. La apropiación de Cómo que no, del legendario y yorugua Príncipe -¡no el Enzo, Gustavo Pena, giles!- y la lúcida argentinización de los versos también es un punto alto: "Los pibes alla en la esquina están como dibujados, nadie paga sus pecados, no les socorre ni dios. Esperan la tardecita, ay, y se van pa' la placita, beben y fuman paco, después oyen reggaetón, porque esperan que en el cielo esté el amor... que no les diste vos. !¿Qué no?! ¿Cómo que no? Mírate, míralos".

Por supuesto, semejante nombre que eligieron para el proyecto, tiene también sus perlas hedonistas para danzar un poco, como Sequía de amor y Gilda, con Fito P. como invitado (¡cómo estás Rodolfo!). Además, Nacho rescata un hit de su ex banda y se mandan nuevamente con ese gran rodeo sexual llamado El experimento, y una dulzona versión a la brasilera de Havanna afair, de nuestros queridos Ramones (si Johnny estuviera vivo y la escuchara... mejor no pensarlo).

Simples, rebosantes de gracia, cual rockeros juguetones desarmando géneros, Onda Vaga suena a buena fiesta. ¿A alguien no le gusta eso? Bueno, entonces déjelos pasar, amigo aburrido. Los demás, están todos invitados a divertirse y reflexionar al mismo tiempo. Sí, se puede.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Dilema

(En realidad, el título de este post debería ser "Me cagó en Fénix y Time for Fun" o "Ticketek y la reputa que los parió", pero intentaré ser fino aunque esté recaliente).

La cosa es así: todos ustedes saben que los cerebros de las empresas nombradas arriba organizan casi que toda la agenda de shows de rock y pop más o menos importantes que se llevan a cabo en nuestra querida republiqueta. Este estúpido que escribe es uno de los tantos que, quiera o no, debe darles dinero a estos sujetos, pues es eso o nada (nada = perderse de varios grupos que vienen a tocar al país y me gustan).
Lo que me sucedió ahora es digno de la mala suerte de un hincha de Racing, cosa que, yo pensaba, tenía que ver sólo con el mundo del fútbol, pero veo que se ha metido en otros ámbitos. Les cuento: AC/DC, uno de los grupos de rock and roll nenenen más grandes de la historia, toca en el estadio de River Plate los días 2, 4 y 6 de diciembre. Lo saben. Quien esto escribe debió, como todos los que tienen su ticket para alguno de esos días, apurarse para sacar su entrada, pues sino lo miraba por TV. Bien. Lo hice, saqué mi ticket para el día 4 de diciembre, antes de que se anuncie la tercera función (esperar podía significar quedarse afuera de un show que quiero ver desde los 15 años).

Todos sabemos que el Señor Luis Alberto Spinetta realizará un cónclave en el estadio de Vélez Sársfield, en el que reunirá a todas sus bandas históricas para hacer un repaso de sus 40 años de trayectoria. Todos sabemos lo reacio que es el maestro con algunos momentos de su pasado ("flaco, tocá Muchacha!"). Todos sabemos, entonces, que es un evento único e irrepetible, entonces. Por lo que este idiota -yo, no Luis, por favor- quería estar presente allí, pero se encuentra con que el Fénix Entertainment Group, después de unas semanas de especulación, anuncia a "Spinetta y las Bandas Eternas" para aquel día en que iba a ver a los jóvenes australianos, esa fecha hija de puta que ahora odio, 4 de diciembre.

Lo primero que se me ocurrió fue tantear a Ticketek / T4F, a ver qué sucedía. Les mandé un mail en el que por poco succioné sus partes íntimas virtualmente (!), pero fueron tan simpáticos como siempre y me contestaron que "no se hacen cambios de entradas" y que "las entradas para AC/DC están agotadas" (¿En serio hijos de puta? ¡No me digan!).

Entonces, desesperado, recurro a ustedes, gente visitante y amigos virtuales: si alguien dispone de entradas para cualquier día de AC/DC -que no sea el 4, claro- y no tiene dramas en cambiar de fecha para verlos, estoy rendido a sus pies. Tengo una platea alta y un campo para canjear y espero que alguno aparezca.
Mientras sigo puteando a esta manga de inservibles e hijos de puta...

jueves, 15 de octubre de 2009

El disco que no puedo dejar de escuchar

Este es mi disco favorito en lo que va de 2009.
Hace tiempo que no me sucedía lo que me está pasando con Una temporada en el amor: casi todos los días lo pongo, resulta una obligación escuchar este conjunto de canciones, una necesidad que no sé bien por dónde pasa.
¿O sí?

Lo primero que me atrevo a decir es que hace tiempo que no encuentro un disco del que me gusten -y mucho- todas sus piezas. Ése es el primer signo de bondad de un disco definitivo, cualquiera sea: que te gusten todas las canciones. Lo segundo es que haya cierto concepto: un sonido que emparente ese conjunto de piezas, letras convincentes, belleza melódica, momentos de tensión y distensión... Muchas veces no nos detenemos en todos los elementos que podemos llegar a exigirle a una obra de manera muy consciente, pero podría decir que los que enumere recién son los que suelo exigir yo como escucha. Y Una temporada en el amor tiene todo eso. Son 14 canciones compactas, frescas y emocionantes.

De alguna manera, Una temporada... cierra la trilogía que inició Ardimos en 2003 y secundó Sistema nervioso central en 2006 (con varios hits y todo en el medio). Es el cierre más preciso que el grupo podría haber ofrecido: en el medio pasaron 6 años y los Estelares pulieron bien sus defectos -si se me permite el término-, en especial en el tema letras, donde varias rimas toscas del pasado le robaban algo de belleza a aquellas melodías siempre bien confeccionadas. Hoy todo sintoniza a la perfección.

En la revista La Mano de julio, Manuel Moretti, la voz cantante del grupo -además de guitarrista, letrista y principal compositor- relató así el por qué del título: "Me cerraba la idea del amor como un espacio geográfico. Como irse de vacaciones a un lugar que nunca habías visto y te gusta mucho: ésa es la primera figura. (...) El amor como un lugar de generación de experiencias preciosas e increíbles, pero también de mucho ejercicio y dolor, porque tenés que perder cosas para reconocer, aprender y entender otras. En realidad sería el amor como un método de conocimiento".

Y por allí van las canciones. Con el dolor impreso en la mayoría de ellas, y con la influencia definitiva del tango, corazón y concepto de su sonido. Es decir: Estelares no usa bandoneones, pero la melancolía -tan presente que hasta es el nombre de una fantástica pieza próxima a ser hit- merodea el ambiente como un paparazzi en busca de la foto de tapa. ¿Pruebas de ello? Autobuses, con un tal Rodolfo Páez como invitado de lujo; Superacción, la pieza más escalofriante del disco ("noches que suelo sentir odio a través de mí"); y Hoteles, una narración sobre la soledad reflejada en la vida de una estrella en su cuarto solitario (aunque se sepa que Moretti compuso la canción cuando lejos estaba de esa vida, y sí se encontraba cerca de la desolación, allá por fines de los noventa).

De todas formas, Estelares es un grupo de acordes mayores, aún con ese tono agridulce tan impreso en sus melodías. Los estribillos para multitudes de Cristal, Máscaras y Las luces del sueño lo prueban. En Las luces... se sienten los destellos setentosos, pero no del rock valvular, sino de esos cantores melódicos y populares que Moretti no se cansa de destacar en cada entrevista que concede: desde Roberto Carlos y Nino Bravo hasta Leonardo Favio (en la citada nota de La Mano afirma que ese tipo de épica melódica le gusta mucho, y que nunca le pareció kitsch).

Otro aspecto destacable del disco es cómo se cuelan en las letras referencias ideológicas a través de eslóganes, en canciones que aparentan poco de comprometidas como Un viaje a Irlanda, donde entre promesas varias para sus amigos, MM canta "veinte años no es nada, si hubiesen sido decentes" -una clara cita a los años de dictadura y la democracia neoliberal que desembocó en desastre-; o Tanta gente, el texto de un hombre dubitativo que busca el retorno de su chica, y canta como quien no quiere la cosa pero sí (en el puente de la canción, ya cerca del final) "Tantas horas, tan urgentes/ tanta gente indiferente/ los fascistas de siempre/ no tienen dos dedos de frente". Quienes lo vimos gritar a Moretti contra De Narváez y Macri en La Trastienda hace unos meses no nos extrañamos tanto, pero para algunos otros esas líneas van a sonar raro.

Entonces, ya lo saben: todavía hay esperanza para los que gustamos de las canciones de guitarra con estribillo & sentimiento, y se llama Estelares. Ustedes deciden si le dan la chance o no: yo me voy a poner el disco, que ni me gasto en subir porque está en todos lados (merece una búsqueda si aún no lo probaron).

(Dicho sea de paso: si tienen algún disco de 2009 que no puedan dejar de escuchar, me avisan).

miércoles, 30 de septiembre de 2009

El testimonio de los primeros días

Aunque sean poco conocidos, pero de fácil acceso si tenés internet y curiosidad, los testimonios musicales de aquellos primeros días de Luca en Argentina vieron la luz a mediados de los '90, publicados por Silly Records, el sello de Las Pelotas. En 1996 salió a la calle Time fate love, el primero de los volúmenes, y al año siguiente fue el momento de Perdedores hermosos.
¿Qué decir de estos dos discos? Primero, que por la obvia razón de ser compilaciones de temas inéditos que fueron grabados en condiciones pobres, el sonido no es súper y -especialmente a Perdedores hermosos- hay que darles un tiempo de adaptación. Cuando la oreja se acomoda, ambos son discos matadores.
Time fate love muestra una faceta musical de Luca casi ignorada por el gran público: las canciones folk intimistas, todas ellas notables historias de -su- vida que ayudan a comprender una personalidad única (Like London es una canción terrible, háganse el favor de escucharla). Buena parte de los temas aquí presentes vienen en plan guitarra + voz y no mucho más, y participan en varias canciones Germán Daffunchio y Alejandro Sokol, además del Sumo perdido, Ricardo Curte. Hay canciones urgentes como Strange things, otoñales como Brighton past, nostálgicas como Lament y tristes como Time fate love. Todas ellas nos recuerdan -al menos a mí- la influencia notoria que tuvieron en Luca personajes como John Martyn, Bob Dylan, Nick Drake y Leonard Cohen.
En la otra punta están los temas que guardan una conexión más cercana con Sumo, y que tienen una dosis tribal y minimalista similar o incluso mayor a la que logró la banda luego. En ese grupo entran Mount Etna Erupts y End of August, por ejemplo, aunque la mejor muestra sea La pequeña muerte.
Lo que destaca en Time fate love respecto de Perdedores hermosos son las versiones de temas que luego fueron -clásicos- de Sumo. Tal es el caso de Virna Lisi (TV caliente), muchísimo más desnuda y despojada respecto de la que escuchamos en Llegando los monos; Regtest -con un par de cambios en la letra y Luca en acústica- y la versión definitiva de Divided by joy, así en inglés, ejecutadas estas últimas dos por aquella histórica formación de cuarteto con Stephanie Nuttal en batería y Sokol en bajo.
Como dato para nada menor, vale destacar que todas las grabaciones que integran TFL pertenecen a 1981, es decir, a aquellos días de vida bucólica en Córdoba. En Like London se escucha perfecto el ambiente, y eso le da un toque de hermosura aun mayor a un disco de por sí emocionante.

Perdedores hermosos, aunque en todos lados sea señalado como una continuación de Time..., tiene sus diferencias marcadas. Detalle menor o no, las grabaciones comprenden un período de tiempo más largo, desde aquel '81 hasta 1983, por lo que además de Córdoba hay grabaciones de acá nomás, o sea, Hurlingham. También aparecen nuevos componentes de lo que ya era Sumo: Diego Arnedo y Roberto Pettinato aportan lo suyo en algunos temas, en especial el bajista, que figura en la mitad de los temas encargándose del contrabajo.
En este segundo volumen, mucho más denso que el primero, se encuentran también aquellas gemas folkies que había en TFL, como Luces rojas y Nick's song. Y nuevamente aparece esa veta en los covers de Soul love de Bowie y Solid air de Martyn, en tanto que dos de las piezas claves del disco se ven favorecidas por la inclusión de un saxo: el cover de Billy, de Lou Reed -qué belleza- y Perdedores hermosos, la apertura del disco, con una letra tristísima inspirada en una obra de Leonard Cohen que lleva el mismo nombre. (De alguna manera, Time fate love se ve más espontáneo que Perdedores hermosos, pero como creo que analizar y comparar discos póstumos es una locura, mejor sigo... analizando PH).
Los temas aquí son bastante largos, las letras son poéticas y descriptivas, e Inglaterra tiene de vuelta su lugar con Lloviendo en Londres, una canción re-Sumo que podría haber estado en su primer disco tranquilamente. Los recuerdos de tiempos pasados para Luca también están en Red lights (imaginarán a qué luces rojas se refiere) y en la fundamental Huyendo (Running away), donde vomita toda su historia de fugas y nombra a Argentina como el lugar donde resucitó en 1981, donde mató a todos los loros y donde robó todo el sol. Comparando lo que dice de estas tierras respecto de otras, podríamos decir que tan mal no le fue...
Para cerrar, caigo en un pequeño detalle que resume un poco los discos. Miren las tapas. Chequeen las fotos. Ahí están los dos Lucas que conocimos, el cordobés y el de Baires. Aquellos años de regalo de los que hablaba la madre de Luca, también han sido un regalo para nosotros: artistas auténticos no se encuentran todos los días.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Prodan antes de ser Luca

La historia de Luca Prodan es tan fascinante como increíble: un tipo que escapó del primer mundo y de sus vicios, de la seguridad económica de su familia y los lujos que todo ello traía, para terminar siendo una hosca estrella de rock en este país. ¿Por qué la madre de Luca asegura que sus años en Argentina fueron un regalo? Aquí veremos algunas razones.

La famiglia Prodan
Para desentramar una vida tan de película como la del protagonista de esta nota, es necesario contar un poco la historia familiar. Los Prodan eran una familia trotamundos, errante, producto de la unión de un austriaco de ascendencia italiana y una china de ascendencia escocesa. Partiendo de allí, con esa breve descripción, alcanzaría para definir por qué el Prodan que más conocemos fue así: trotamundos, errante... Pero esta historia tiene su desarrollo.
Mario Prodan, el padre de Luca, estudió en el colegio Gordonstoun de Escocia y al recibirse, viajó hacia China. Allí conoció a Cecilia Pollock, hija de un acaudalado funcionario de transportes. Para hacerla corta: Mario se convirtió en un empresario de éxito en el país más poblado del mundo, se casó con Cecilia en 1918 y tuvieron cuatro hijos. Las primeras dos, niñas claro, nacieron en Pekín: Michela y Claudia.
El abuelo de Luca era el jefe de la empresa de tranvías en Shanghai, por lo que la familia tenía una posición más que acomodada. Pero en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, los Prodan fueron víctimas del secuestro por parte del Ejército Imperial Japonés, que invadió el norte de China y encerró en campos de concentración a los ciudadanos de origen europeo. Corría 1943, y estuvieron allí 18 meses, junto a otras 4 mil personas de diferentes nacionalidades. Pasada la guerra, la familia se estableció en Roma, sin un centavo y con un destino más que incierto: Mario debía buscar un nuevo negocio para mantener a su mujer y sus niñas. Era un tipo muy vivo para los negocios, muy hábil para cualquier labor, y además un especialista de nivel internacional en arte chino. Al tiempo de llegados a Roma, un tal Federico Fellini lo fue a buscar para que produjera La Strada y, aunque finalmente no lo hizo, Mario no tardó mucho en volverse rico nuevamente.
Ya estaban establecidos en Roma cuando Luca George Prodan nació el 17 de mayo de 1953. Allí también nació el otro hijo varón, Andrea. Cecilia, ya anciana, cuenta en Luca, la película (2007) que su hijito, de cuna rica, avisó que iba a nacer, ¡en medio de una gala de ballet! Para que se comprenda el status de la familia: Cecilia rompió bolsa sentada en un palco del Teatro dell’Opera. Este acontecimiento, en definitiva pequeño y anecdótico, sería un guiño del futuro: la vida de ese niño estaría llena de sucesos extraordinarios. “Eligió un lugar apropiado”, acota simpáticamente la madre de Luca en el film de Rodrigo Espina.


Gordonstoun, momento clave
Según Wikipedia, Gordonstoun es una institución famosa “por haber educado a tres generaciones de realeza británica”. Allí fue al colegio secundario, pupilo, el líder de Sumo. De hecho, entre las personalidades asistentes a la escuela que cita la más grande enciclopedia virtual, aparece “Luca Prodan, Italian-Scottish musician, leader of the argentinian band Sumo.
Allí, en la soledad escocesa, Luca se hizo hombre: a los 11 años lo mandaron, solo, a recibir una educación ejemplar. Maltratado por su condición de extranjero, enseguida encontró compañía en un argentinito de apellido inglés que sufría las mismas cargadas que él: Martin MacKern, que directo desde Hurlingham había terminado en aquel colegio de la campiña escocesa. Martin era el hermano mayor de quien se transformaría un par de años más tarde en el compinche de Luca: Timmy MacKern llegó a Gordonstoun en el otoño de 1968, cuatro años más tarde que Luca, y su hermano le presentó a un italiano al que, según cuenta Carlos Polimeni en Luca, un ciego guiando a los ciegos, “sus padres habían metido a la fuerza en el establecimiento, soñando para él una vida de heredero”. Luca decía que su madre “era muy snob” y pensó que era lo mejor para él.
Una de las cualidades de la Gordonstoun College, era que cumplía una función como “orientadora de vocaciones”. Andrea Prodan se lo contó a la revista El Abasto en 2006: “Por ejemplo, si en la clase sos el payaso te ponen en la obra de teatro que se prepara para fin de semestre. Otro puede tener buena voz y te mandan al coro. Ellos te arman una especie de ‘carrera’ donde permiten que las personas puedan desarrollar sus cualidades”. Luca, por supuesto, fue orientado más que nada hacia sus dotes musicales. Es gracioso, pero quien le enseñó a Luca a tocar la guitarra fue el jefe de los boy scout. Timmy aseguró alguna vez que las primeras canciones que supo Prodan en guitarra, fueron “canciones de jóvenes exploradores”. En la preparatoria, Luca había sido líder del coro; en Gordonstoun estudió trompeta, y se cruzó nada menos que con el príncipe Carlos, que formaba parte de la misma sección de metales de la banda escolar. El mito cuenta que alguna vez se agarraron a trompadas.
Prodan era un alumno destacado por su inteligencia. Como ejemplo de eso, vale contar que su primera tesis fue elegida para representar al colegio en un concurso. Además de dar sus primeros pasos con la guitarra y la trompeta, se daba maña con cualquier instrumento musical, y eso le daba gusto. Aun así, su espíritu libertario nunca soportó la opresión de aquel colegio, que orientaba tu vocación, pero a la vez te obligaba a ciertas actividades que Luca detestaba y que eran contradictorias respecto de esa supuesta libertad educacional. Luca odiaba la misa diaria y las actividades físicas obligatorias. Dicen que batió el récord de latigazos propinados por los maestros: no les prestaba atención.
Por supuesto, también le afectaba el ver poco a su familia, que lo visitaba de cuando en cuando; y sentía abandono de parte de sus padres, es especial de Mario, con quien siempre llevó una difícil relación. “Él amaba a su padre, pero lo cuestionaba. Y no se podía cuestionar a mi marido”, dice la madre de Luca en Luca, la película. El hermano de Luca, Andrea le escribió una carta a Carlos Polimeni después de leer su biografía sobre Prodan, y de allí me parece interesante resaltar este párrafo: “No es verdad que nuestra familia no era unida. Que cosa extraña la familia Prodan. Nuestro padre era un campeón de todo cuando era joven. Natación, polo, equitación, etc. Hay un refrán que dice que cada hijo debe superar el status del padre. Bueh, nuestro papá amaba una familia unida. Pero con una condición, y eso es total respeto, casi feudal, hacia él. Y eso, Luca no lo podía respetar. He allí el punto de constante ruptura entre ambos. Por esto Luca se hizo portador de naturaleza y justicia -primero en nuestra familia, después en general. Sí, cuando Luca amaba mucho algo, era casi siempre porque esta cosa tenía algo de orgánico”.
Eso sí: el estudiante Prodan pasaba los veranos en Roma con su familia, en libertad. Digamos que veía a su familia 3 meses por año, y poco más. El resto del año se sentía preso, y quizá eso explique al tipo que se volvió un callejero en Buenos Aires, según cuentan, un caminador incansable que salía a la calle a buscar historias, acción.


La fuga
Corría el ’71 y ya le quedaba poco en el colegio escocés, ese mismo año se graduaba. Pero Luca, siempre tan particular, después de años de sufrimiento -de él y de las estructuradas autoridades del colegio, a quienes volvió locos- y cuando, uno piensa, podría haber aguantado, no pudo más: se escapó del colegio, huyó sin avisar. El revuelo fue tal que, cuando se enteraron sus padres, la mismísima INTERPOL comenzó la búsqueda del fugitivo por toda Europa. Su madre proveyó para la búsqueda una foto de Luca cuando niño, ¡chupando una lombriz!
Su primera y breve parada fue Londres, y aunque nadie sabía muy bien cómo había hecho para conseguir dinero, luego se enteraron: Luca vendió una carabina que amaba y tenía en el colegio. Se lo contó a Nora Fisch en una nota para el Expreso Imaginario, en diciembre de 1985: “Fui el único caso de un tipo que se escapó en el último año. (...) Me escapé cuando me di cuenta de que me estaban preparando para ser un pequeño sirviente de la sociedad. (...) Dejé una pista falsa como si me hubiera ido a Noruega en un pesquero, pero en realidad volví a Roma. Mis padres tenían detectives buscándome en Noruega y yo estaba a tres cuadras de su casa”. Allí, a tres cuadras de su casa, sobrevivió como pudo: hasta trabajó en el mercado del abasto, vaya paradoja si uno sabe su historia argentina, y su aporteñización en el barrio al que le terminó dedicando una notable canción.
Por supuesto, no pasó mucho tiempo hasta que lo descubrieron: Cecilia vio en una esquina a Luca y un amigo suyo charlando con la policía, por una contravención que habían cometido con una moto. Cecilia, que venía manejando, se distrajo para confirmar que se tratara de su hijo y chocó contra un árbol. Pero sí, era Luca nomás. Lo habían encontrado, y lo mandaron a terminar el colegio en Roma. Volvió locos a todos. Además, tenía que hacer el servicio militar y no se presentó.
Por si faltase algo, cayó preso por tenencia de marihuana y luego por desertor del ejército, por lo que varios meses del ’72 los pasó tras las rejas. En el medio, se fue de vacaciones a Londres con su amigo Timmy, en lo que fueron dos meses de experimentación con todo: al fin estaban en libertad.


Inglaterra, ése lugar fundamental
Después de esos meses de encierro italiano, Luca decidió irse a Inglaterra, “el único país en donde conocía el idioma”. Allí se reencontró con Timmy, que fue a Londres a estudiar fotografía. Hicieron de todo, incluso visitaron Marruecos en 1974. Vivir con un tipo tan certero en sus opiniones como Luca, le resultó varias veces difícil a MacKern: “Después de un tiempo de vivir con él, yo había perdido todos los amigos que tenía o podía tener. Para Luca, todos eran imbéciles, tontos o aburridos... ¡y se había armado cada quilombo...!”. Además, Luca se puso de novio, se enamoró profundamente de una chica llamada Linda, y vivieron un tiempo los tres juntos. Entre las tantas cosas que hicieron, en una ciudad convulsionada y a punto de explotar, trabajaron ¡de serenos! Sí, el cantante y el manager de Sumo fueron serenos en fábricas y oficinas londinenses... qué peligro.
Pero el peligro serio llegó para Luca tras la partida de Timmy, que dejó Londres a fines de 1975 y volvió a Argentina por la muerte de su padre. Mientras comenzaba algunos breves proyectos musicales -Luca siempre hizo música, incluso en sus breves estadías romanas acostumbró tocar la guitarra en las plazas de la ciudad- como New Clear Heads, Prodan se metió de lleno con una droga realmente pesada: la heroína.
En 1976, su hermano Andrea se instaló en Londres -vivía con su padre Mario; Luca tenía su propio departamento, comprado por el padre- por lo que compartieron bastante tiempo y aventuras, entre ese ’76 y el ’79. Entre otras aventuras, los hermanos Prodan vieron el nacimiento del punk. Luca comenzó a trabajar en el sello discográfico Virgin, que por esos días editaba, por ejemplo, a los mismísimos Rolling Stones: había encontrado un trabajo que le gustaba y en el que ocupó diversos puestos, entre ellos, otra vez, el de sereno.
Luca no se consideró nunca a sí mismo un activista de aquella movida punk, pero de a poco se fue fascinando con ella. En Londres comenzó a componer canciones con más frecuencia, y se grababa en una portaestudio chiquita que se había comprado: por ejemplo Teléfonos / White trash, un clásico de Sumo, fue compuesto en el año 1975, en un día frío en la capital inglesa. Sus años allí los comenzó viendo a Pink Floyd, Genesis, Peter Hammill, David Bowie y los Stones, pero los continuó con Sex Pistols, The Clash y Talking Heads, por citar algunos grupos de una lista de bandas interminable. También se fascinó con el reggae, esa contagiosa música jamaiquina que comenzaba a tener lugar en los clubes gracias a un morenito de nombre Bob, principalmente. En una entrevista que le concedió ya en Argentina a su luego compañero de banda Roberto Pettinato para la revista Le Cirque, Luca contaba que “muchos chicos lo hacían para levantar más chicas, otros para divertirse un rato. Había muchos violentos, había muchos hippies con el pelo cortado. Yo era uno de ellos. Yo no me corté el pelo: yo me vestía tipo ‘teddy boy’, que son los rockeros. Yo me vestía medio como ellos y medio punk. Era el verano del ’77, siempre en King’s Road que es una de las calles más transitadas, el sábado a la mañana”.
No pasó mucho tiempo para que visitara otra vez un calabozo. Luca cayó en la tentación del melómano, y no pudo con su rebeldía: se robó cientos de singles y elepés del archivo discográfico de Virgin, por lo que conoció también la prisión inglesa. Pero su verdadera prisión era una sola: aquella droga pesada que en ese 1977 se cargó a su hermana Claudia y su novio, que pactaron su suicidio con una sobredosis de heroína. Eso, sumado a sus desencantos amorosos, con relaciones que nunca terminaban de funcionar, lo sumieron en una depresión que fue de la mano con la caída del punk. Y llegó la sobredosis, en el ’79. Cecilia voló urgente hacia Londres, con la desesperada certeza de que se iba otro hijo, de la misma forma. Luca tuvo un coma hepático durante una semana, producto de la ingestión de drogas pesadas que le habían destrozado el hígado. Él mismo, luego de una recuperación milagrosa que sorprendió a todos los médicos del hospital público en que se encontraba internado, decidió volver a Italia. (Se lo contó también a Nora Fisch en aquella nota del Expreso: “Cuando salí dije ¡basta! Me tengo que ir, pensé. Yo era desertor del servicio militar, pero volví a Italia y dije: ‘Pónganme preso, soy drogadicto, hepatítico, hecho mierda’. Estuve en la cárcel dos meses, después en el hospital, y ahí me sacaron...").

La foto
En esos 4 años y pico de distanciamiento, la vida de Timmy MacKern viró hacia situaciones mucho más luminosas que las de Luca en Londres. Timmy se casó y tuvo dos hijas en ese período, y se instaló en Sierra Grande, Córdoba. Casualidades de la vida, dicen, su madre Cynthia había andado por Londres en aquel convulsionado 1979. Timmy, por supuesto, le había dado la dirección de Luca para que lo visitase, y aprovechó la ocasión para enviarle al italiano una foto de su familia posando en Córdoba. Se dio el encuentro entre Cynthia y el pelilargo Luca -y su novia de aquel entonces-, y la madre de Timmy le dejó como obsequio de su amigo aquella simple e inocente foto familiar: Timmy con su mujer y una hija en los brazos de cada uno, más la perra acompañando. Para cualquier persona, aquella imagen hubiera sido poco más que una bonita postal, pero para Luca fue una señal de paz y vida. En la letra de Warm mist, una canción desgarradora y emocionante que le dedicó a su hermana y que aparecería más adelante en Corpiños en la madrugada, el italiano cantaba que “no quería seguir ese camino”, y le pedía al Señor que no lo deje morir “rodeado por este gris”. El mensaje era claro: Prodan no quería partir, no era su momento.
E iba a tener su última chance: su jugada más celebre, al fin.
En un intercambio de cartas que se dio a los meses con Timmy, Luca le dijo, certero como siempre, que estaba mal pero que “quería vivir”. Apuró trámites y organizó todo lo debido para su siguiente fuga: sacó pasaje Londres-Buenos Aires pero dejó sus cosas a medias en Londres, por si no prosperaba su proyecto de limpieza en aquel ignoto país, en el que no podía conseguir heroína. Y llegó a la Argentina nomás. Instantáneamente se instaló en Córdoba, el lugar de la foto, y los primeros días los durmió, apenas si caminó unos metros por la residencia MacKern. No tenía fuerzas para mucho más. Cuando pudo moverse un poco y comenzó a recuperar energías, agarró una guitarra para niños que había en la casa y comenzó a tocar y a escribir. Ya había compuesto varias canciones y en la Argentina compondría varias más. La primera que escribió en Córdoba fue Winter en las sierras, que vio la luz en el documental biográfico de Espina. En la provincia del cuarteto, conoció al cuñado de MacKern, marino mercante él. El hermano de Inés Daffunchio, la mujer de Timmy, se llamaba Germán y apenas si sabía tocar guitarra criolla. Pegaron onda y comenzaron a juntarse, ahí en Traslasierra, a tocar por tocar. Al tiempo se les sumó Alejandro Sokol, un amigo de Germán que no sabía tocar, pero le pasaron un bajo y dijo “bueno”. Esa sería, al fin y al cabo, la génesis de Sumo: el italiano, que había vivido encerrado en su niñez y adolescencia entre colegios y cárceles, volvería a Inglaterra a buscar instrumentos (y a una amiga baterista de quien hablaba maravillas). Luego se afincaron en Hurlingham, y allí se terminó de perfilar la historia de un grupo que marcó al rock argentino como pocos lo hicieron. El pelilargo se volvió pelado, el heroinómano se limpió por un tiempo, -para luego caer en las trampas del alcohol-, el italiano se volvió porteño y ese desconocido que hablaba en un cocoliche medio difícil de comprender, mutó en poeta de Buenos Aires. Creí interesante contar un pasado no tan conocido para comprender mejor a este fenómeno argentino llamado Luca. Como decía él, sin ese.

(Para la próxima, el testimonio discográfico).

sábado, 5 de septiembre de 2009

Gente graciosa (para tomar en serio)

El título de este post refiere a dos sujetos muy peculiares, de esos músicos que uno ve sin la guitarra colgada y no entiende cómo son ellos los que luego suben a un escenario. No dan la imagen.

Black y Wolf.

Por caso, Black, Frank Black, podría ser el gordito de acá a la vuelta, pero no el cerebro de una música tan bonita y naif unas veces y tan perturbadora y deforme otras. Pero sí, lo es. Lo mismo que Wolf, Alberto Wolf, un yorugua del que no tenía registro pero que al verlo, lo imaginé en la esquina de Gaspar Campos e Irigoin vendiendo el diario. Y no es canillita ni ahí, ni podría serlo. Con esa voz tan extraña que tiene no le compra un diario nadie.
Ellos dos, tan diferentes en sus deformidades, hicieron recientemente los CDs que más vengo degustando.

Veamos: el tío Lucas del rock (?) se mandó un disquito con su mujer, Violet Clark. Así, en dúo y bajo el nombre Grand Duchy -¿cómo catzo se pronuncia?-, nos presentan nueve canciones sencillitas, muchas con alma pixie (y sí, Violet vendría a ser Kim Deal). Al principio te suena simpático y no mucho más, pero después de varias escuchas, además de darte cuenta de que se divirtieron mucho, caés en que casi todos son temazos y que el gordo ofrece dos o tres hits que garpan mucho. Además, siempre hay alguna guitarra punzante de la que envidiar el sonido distorsionado, esos bajos bien al frente que nos gustan y los alaridos fuertes del pelado. Fort Wayne podría ser de los Shins y eso es un gran elogio. Black suit suena muy oscura y ochentosa: la parte vocal de Frank es tenebrosa y la de su mujer, porno. Encima, a eso le sigue The long song, candidata a ser una de las mejores no-canciones del año (aunque al principio parezca hecha en 1982). Me fascina ese sonido de violas, repito.
Eso. Escúchenlo.



Ahora vamos a Wolf. Parece que hace rato la viene remando, pero yo recién lo engancho ahora. El tipo es el líder de Los Terapeutas, quienes también hacen una musiquita simpática -y sí, son uruguayos- y ecléctica. Por momentos parece que se están divirtiendo mucho, como Black y Clark. En otros pasajes agonizan, también como Black y Clark. Su última producción tiene un nombre sencillo, De, donde cada canción habla de algo; y aunque uno suponga que siempre es así al señor terapeuta Wolf le gusta recalcárnoslo. Cuando le di play juro que pensé "esto es poco serio, parece Gasalla el que canta", pero ahora el disco me gusta y no sé muy bien en que género enmarcarlo: por lo general son canciones de personajes simpáticos y medio patéticos (¿casualidad?). Las letras pueden pasar de dejar frases como "fanáticos me asustan" a citar ¡el video de Wanda Nara! Siento que no estoy diciendo nada muy importante, por lo que mejor les dejo recomendado escuchar De tan libre, De ellos dos y las bajonerísimas De Biarritz y De Klaus, donde el caradura de Albertito aulla "nunca ha sido tan feliz en mi vida" en la peor de las depresiones musicales que uno pueda soportar. Suenan a perdedores que en cualquier momento empiezan a ganar... Fue elegido disco del año (2008) en el país vecino. Prueben que no cuesta nada.

jueves, 13 de agosto de 2009

Otra dama que canta lindo

Hace un tiempo ya, cada vez que ponía MTV o Much Music y había un videoclip -¡milagro!- la protagonista era una niñita de quien no tenía la menor idea, con un nombre curioso. Nunca escuchaba mucho la canción, pero su apellido era difícil de pronunciar... y me asombraba que siempre fuera la misma imagen la que aparecía ante mis incursiones telemusicales: me terminé aprendiendo el nombre y tarareando la simpatiquísima canción. Algo le veía a la piba. A veces pasa que aunque lo que escuches no sea lo tuyo, el emisor te mueve, lo ves y te atrapa. Pasó un tiempo y vi a la misma niña en RSM, el programa de Mariana Fabbiani.

Pasaron semanas, meses, y un día me acordé de ese nombre-pegote otra vez. Lo googleé y fue curioso enterarme de que la dama además de cantar es actriz, y que hizo sus primeras armas en Luz clarita, una tira para niños mexicana que es algo así como la Chiquititas del norte. No voy a negar que el paraguas de los prejuicios se abrió un poco, pero se iba a cerrar bastante rápido. Era estúpido además juzgar a alguien por un trabajo profesional hecho de niño...
Y sí, aquellos pocos prejuicios se desvanecieron al instante no bien le di play y Mediocre -el tema que abre el disco de mismo nombre- me dibujó una sonrisa cómplice: una balada al piano, suavecita, que en el estribillo muestra a una mujer salvaje cantando "Me creí tan especial, qué ingenua mi torpeza / Y me sentí tan esencial, qué ingenua mi verguenza / Me olvidaste, por mi parte ¡qué mediocre!". Con el estribillo ya me ganó. Nenita las pelotas, la dama canta con huevos y personalidad. Y se enoja cuando la comparan con Julieta Venegas o Natalia Lafourcade.
Después, leyendo más mientras escuchaba el disco, sumé otro dato positivo: los productores de su debut eran Juan Campodónico y Tweety González. Pero eso importó menos que cada canción que iba pasando. El swing medio funky de Vidas paralelas -la del video, un pegote encantador, admitámoslo-, la melancolía de Normal, la perversión de La tina y las dudas de Reforma... resultó que cada uno de los temas que se sucedía estaba buenísimo -highlight: Un error- y que la tipa, admiradora de Fiona Apple y Bjork y "con mucha influencia de cantantes de jazz como Ella Fitzgerald" -como dice en MySpace- era una excelente compositora de letras frágiles y melodías lindas (¿cómo definir a una melodía que es agradable a los oídos?).
En fin, ya saben: Mediocre es una sorpresa del pop mainstream y si es posible deberían de escucharlo y juzgar por ustedes mismos. ¿Se la imaginan a Agustina Cherri haciendo canciones como estas? Jeje.

jueves, 30 de julio de 2009

Un poco de paz, por favor

Este último mes fue todo un quilombo, no tengo ni tiempo ni ganas de escribir y necesito escuchar discos reposados y magníficos. Como este de Mark Knopfler, aparecido aquí después de leer a mi amigo Darío.

A pesar de ser un gran guitarrista, el ex líder de Dire Straits se vuelca a canciones simples, omite solos de guitarra y cualquier otro esbozo de fuegoartificialismo (más conocido como virtuosismo) para dejarnos relajar un poco -"go, forget it, let it all go, let it all go"- después de tanto quilombo. Canta valsecitos y baladas como un viejo sabio, por lo que no me queda más que darle la razón y mandarme a mudar...


Por favor, quienes tengan más sedantes musicales, se pide recomendar.

miércoles, 15 de julio de 2009

LMEDA Records presenta: De mí para vos



Hace mucho que tenía pensado esto pero nunca lo terminaba de hacer. Bajo la chapa de LMEDA Records presento De mí para vos, es decir, el tributo hecho canción de un músico a otro: entre colegas.
Son muchas, muchísimas, las canciones que hay al respecto. Están las que guardan un profundo respeto e idolatría hacia quien se canta, un amor inmenso que se demuestra de letra y música. También las hay a ex compañeros de banda que han pasado a mejor vida. Y ni hablar de aquellas piezas furibundas e irónicas, con palos directos a colegas que se detestan, más parodias varias.
Yo me dispuse a elegir entre casi 40 canciones que encontré, y dejé las que me parecieron más simpáticas y significativas, obviando las agresivas (Ya morí de los Ratones no está, tampoco los palitos entre Beatles, ni la que Erica García le hizo a Mollo, o el chiste de Minimal con el bueno de Elton John). Me tenté con un par de instrumentales pero al fin decidí seleccionar estas 15 canciones que dicen mucho y emocionan. Espero que les guste.

A Jerry García (de Massacre a Jerry García): aunque siempre los ubiquen al costado alternativo, Massacre ha demostrado con su elección de covers que sus integrantes escucharon a muchos clásicos (Creedence, Rod Stewart, Beatles). En este caso no es cover, sino un tributo a un grande de la psicodelia modelo 67, por parte de una banda que más de una vez incursionó en el tema. Gran momento de un gran disco, Juguetes para olvidar... aunque la versión que aquí ofrezco es la de Diferentes maneras, el disco en vivo de hace unos años. (Ah, más allá del anuncio, Nuevo día nunca llega, problemas de track...).

A girl called Johnny (de The Waterboys a Patti Smith): el primer single en la carrera de los Waterboys fue este tributo para Patti, con un saxo introductorio genial y un andar más británico que el té a las 4 de la tarde. Mike Scott, el líder del grupo, había conocido a Smith en Londres, cinco años antes de que aparezca la canción. Cuando se grabó el disco, Mike viajó a NY para laburar con Lenny Kaye, el histórico compañero de Patti en la guitarra, pero las sesiones no prosperaron.

Song for Bob Dylan (de David Bowie a Bob Dylan): de un grande a otro. Zimmerman tiene demasiados temas a su favor, y este de Bowie está en uno de sus mejores discos (y uno de los mejores de música pop de la historia, Hunky dory). Según David, la voz de Dylan es “arena y pegamento”. Tal cual, ¿no? (Dicho sea de paso: extrañamos a Bowie, ¿alguien sabe en qué anda?) .

Luca (de Divididos a Luca Prodan): tardaron en hacerlo, pero en 1998 apareció en Gol de mujer esta desgarradora -como la voz de Mollo cuando grita el nombre de su viejo compañero- pieza del “fuelle tano que respirando pampas se aporteñó”. Recuerdan el subte de San Telmo a Chajarí, las ojotas y el bar... sinceramente es una canción escalofriante, la emoción aplasta.
Siempre sospeché que El ñandú de Las Pelotas también es para el pelado, pero como nunca confirmé la sospecha, aquí va el homenaje a Luca más reconocible.

Joe Strummer (de Cowboy Mouth a Joe Strummer): acá ni siquiera tenía a la banda, pero estos punkies oriundos de New Orleans me hicieron orinar de la risa con esta canción que habla de una falsa chica punk que canta a escondidas canciones de boy bands... ¡y no sabe quién es Joe Strummer! Musicalmente, claro, el tema es un punk-pop bien noventoso y, por supuesto, el autor abandona a la niña porque no quiere estar con alguien que no sabe que los Clash “le salvaron la vida”.

Late (de Ben Folds a Elliott Smith): esta es otra de las que no tenía y me gustó mucho. Folds se manda una balada al piano con mucha simpleza y sentimientos encontrados, entre los buenos recuerdos del autoapuñalado Smith y la tristeza de su pérdida. Me gusta la estrofa que dice: “Elliott, man, you played a fine guitar / and some dirty basketball / the songs you wrote / Got me through a lot / Just wanna tell you that”. Bonito y sutil homenaje.

Blind Willie McTell (de Bob Dylan a BWMT): esta melancólica página que permaneció como perla inédita unos cuantos años fue en homenaje para el legendario cieguito blusero. Dice Bob que nadie puede cantar el blues como McTell, pero increíblemente, Blind Willie recién fue incluida en su primera serie de bootlegs oficiales, cuando es considerada una de sus mejores canciones de todos los tiempos. (No puse Song to Woody porque es más conocida).

Con Abuelo (de Andrés Calamaro a Miguel Abuelo): a la hora de hacer tributos, AC es mandado a hacer: tienen su ofrenda, por ejemplo, Elvis y Pappo. Pero esta cancionaza para su compañero abuelo se roba todas las palmas, con una letra larguísima (como todas las de Honestidad brutal) y un nudo en la garganta que dura por cinco minutos y medio. Mi parte favorita es cuando tira: “Miguel, cojones... ¡parecés el Bráian Jónes!”.

Memphis skyline (de Rufus Wainright a Jeff Buckley): Imaginen a un artista prometedor que muere ahogado en Memphis en 1997 y aún hoy se duda de si su muerte fue suicidio o no. Bueno. Ahora hagan lo propio con otro cantautor, un tipo de tono dramático que tiene una maravillosa voz para cantar piezas tristes y paralizadoras del tiempo. El resutado de la mezcla es Memphis skyline, y te deja con los pelos de punta.

Solid air (de John Martyn a Nick Drake): un clasicazo tanto como el disco homónimo. La dejadez del gordo Martyn para cantar bluseramente es genial, y logra un clima tan etéreo como el propio homenajeado en sus canciones, en una pieza sencillamente perfecta e inolvidable: “Don't know what's going on inside / But I can tell you that it's hard to hide / When you're living on solid air”. Maestro total, que se nos fue hace poquito casi sin que nos enteremos (consíganse ya este disco si es que no lo tienen, nunca es tarde).

Song to Bobby (de Cat Power a Bob Dylan): además de versionar I believe in you, en Jukebox la Cat le escribe esta confesión más que canción al héroe de Duluth. Evoca sus primeras escuchas de Bob; una llamada desde las oficinas de Dylan para verla, cuando estaba a miles de kilómetros; y culmina con una sorprendente propuesta al jovie en el final. A propósito: qué lindo canta esta tipa, la pucha. Si me agarra la loca a último momento, mañana la voy a ver.

Tema para Luis (de David Lebón a Spinetta): hace poco vi una entrevista de Lebón en CM y el tipo contaba que Spinetta, para él, más allá de ser un amigo, era su ídolo de siempre. Cuando lo convocaron para Pescado Rabioso -lo dijo desde esa época y lo repite hoy- sintió que tocaba el cielo con las manos. No bien murió la banda, David se hizo solista y compuso esta confesional balada para su amigo, con cita al Tema de Pototo incluida. ¡Parece una canción de amor!

Life is real (de Queen a Lennon): es increíble lo que logra Queen, porque homenajea a Lennon con una canción que... ¡tranquilamente podría haber sido compuesta por él! Melódica y armónicamente es una canción re-Lennon, y eso está muy bien, porque además a medida que el tema avanza aparecen más elementos queenescos que la convierten en un tributo aún más válido. El final de la letra es bárbaro: “Music will be my mistress loving like a whore / Lennon is a genius living in every pore. / Life is real, so real / Life is cruel, life is a bitch / Life is real, so real”.

Long shadow (de Joe Strummer a Johnny Cash): otro que tributó asimilándose a sí mismo como si fuera el homenajeado, fue el capo de Joe con sus Mescaleros. Lo triste de este caso es que Strummer dedicó el tema a Cash pero terminó falleciendo antes que el propio Johnny, y la canción debió ser incluida en el álbum en el que estaba trabajando cuando murió y que terminó siendo póstumo, Streetcore. Strummer se vuelve un cantante country por 3 minutos y pico, acompañado sólo por su guitarra.

About a boy (de Patti Smith a Kurt Cobain): genio y figura en esto de dejarnos paralizados, en su retorno total de 1996, la tía Patti se mandó esta barbaridad de obra para Kurt. Ocho minutos de clima puro, donde el sentimiento se nota tan verdadero que hasta me atrevo a decir, es una canción difícil de escuchar. Había otros temas para Cobain pero este es insuperable y deja sin palabras. Tan simple como eso. Y tan simple como que LMEDA ama a Patti Smith por sobre todas las cosas (?).

Que lo disfuten.

miércoles, 24 de junio de 2009

Morphine en oraciones vagas

- Morphine fue un grupo estadounidense de ¿rock?, sin guitarras.
- Morphine fue un trío (cuarteto) poco común: batería, bajo (casi siempre, sólo las dos cuerdas de arriba, las más graves) y saxo... a veces doble.
- Morphine tiene el nombre perfecto para una banda como Morphine.
- Morphine sacó un disco en 1993 -Cure for pain, como dice arriba- que es sencillamente una hermosura. Tienen cuatro más.
- Morphine me pone los pelos de punta con Cure for pain -la canción- y con In spite of me, digna del Lou Reed más tétrico y hermoso.
- Morphine tenía un cantante con nombre de asesino serial, Mark Sandman, que daba escalofríos con su susurro barítono.
- Morphine dio su último show en Italia, y fue lo último que hizo don Sandman en su vida... porque murió arriba del escenario.
- Morphine no es una banda recordada por muchos, lamentablemente.
- Morphine le hizo una fea portada a un disco tan hermoso como este.
- Morphine era sensual, era tierno, era violento, era funk, era jazz, era punk, era placer, era lo que quieras, era lo que sea.
- Morphine era una banda de la puta madre.
- Morphine... si no los escuchaste, no sé qué esperás.











(Cortito y al pie, venía escribiendo mucho...).

lunes, 15 de junio de 2009

Wilco y su canción en la década de la nada

El 30 de noviembre de 2007, hace menos de 2 años, escribí esto: "Ya termina otra década. A la hora de sacar balances musicales, y pensar por qué se caracteriza, lo primero que se me ocurre es... por las vueltas. Vueltas a un sonido retro y retornos de bandas muertas hace tiempo ya, pero que dejaron un legado que ningún otro grupo de 2000 para acá pudo hacer olvidar (aquí, allá y en todas partes)".

Desde ese momento para acá, terminé de confirmar un par de sospechas. La primera es que, en definitiva, la década '00 es la década de la nada y la vuelta atrás. La segunda es una desconfirmación de lo dicho aquella vez. Porque cambio mi elegido en estos años...

Ahora son los chicos de Wilco. Incluso siendo un grupo bastante clásico en sus formas, aunque inquieto estilísticamente, son quienes más han hecho por las canciones en estos años poco rutilantes: magníficos y sutiles, chiquititos y grandilocuentes, épicos y acústicos... Para colmo comandados por un geniecillo que hace de su migraña crónica algo bello (canciones), un duende que es hijo vocal de Neil Young y John Lennon y que forma parte del under yanqui hace ya muchos años (desde su proyecto anterior, Uncle Tupelo) . Jeff Tweedy, de él hablo, es probablemente uno de los autores clave de estos años. Un sensible de la vida, mas no un emo; un compositor taciturno pero no débil ni edulcorado. En síntesis: un arquitecto de los tres minutos perfectos.
En su misión, por supuesto, siempre buscó estar bien rodeado. Por eso Wilco es una finísima banda, un conjunto, y si bien es Tweedy el cerebro compositivo, encuentra en los demás no un grupo de apoyo, sino una banda que le da a cada canción un aura único: entre el fino clasicismo y el toque alternativo necesario.

Pues bien, toda esta parrafada elogiosa no viene porque sí. Por estos días sale un nuevo disco de los muchachos de Chicago -que hace tiempo está en la web y tiene de portada esa insólita imagen de arriba- y es otra obra maestra de la canción. Wilco (the album) nos ofrece once momentos para agradecer con un play casi todos los días: Wilco the song y un rockito de distorsión hasta ahí, ideal para arrancar; Deeper down y la canción enigmática, con el siempre invalorable y necesario aporte de esa bestia llamada Nels Cline en las seis cuerdas; One wing y los acordes perfectos y glamorosos de séptima mayor, una armonía increíble y una melodía mejor; Bull black nova y Velvet Underground se cruza con los Beatles de Come together, para generar una tensión digna de melodrama... Y llega la canción perfecta, cuando se acaban los adjetivos y no hay descripción que valga. Para You and I, donde la voz de don Tweedy cede alguna estrofa para la bella, bellísima (voz de) Feist, el disco llega a un nivel de impecabilidad que, casi, perturba. Y por supuesto, emociona.
¿Y después? Después siguen las canciones notables, algunas alegremente otoñales (I'll fight), otras cuasi fiesteras (Sunny feeling, You never know), y por supuesto, los infaltables bajonazos épicos marca Wilco, esos temitas que parece que te conducen al suicidio y terminan dibujando una sonrisa en tu cara sin que te des cuenta de ello (Solitaire, y el final con Everlasting).

Sólo queda rezar -aunque no seas religioso, si te gustan rezás igual- para que a algún loco se les ocurra traerlos a Argentina, cosa que se rumoreó el año pasado y quedó en la nada. Para así confirmar que Wilco, sobre las tablas, también es lo mejor que uno puede ver en vivo... Porque en los discos ya demostraron que no hay mejor banda sonora en estos días que sus canciones: lánguidas e impalpables. (Ah, ¿todavía no los escuchaste? No tenés perdón de Dios, entonces. Creas o no en Él).

martes, 2 de junio de 2009

Los Piojos y mi defensa personal definitiva

Los Piojos se despidieron el sábado, y algo tenía que comentar.
Partamos de una base: tengo 23 años y desde los 13 que escucho a la banda. Me atrevería a decir que son el único grupo que escuchaba a esa edad y que hoy sigo escuchando. Desde ese momento hasta hoy, mis espectros musicales se ampliaron -mucho, muchísimo- pero ellos siguieron ahí.
Hago esto porque me causa gracia el ensañamiento que suele haber con Los Piojos por parte de un público rockero que suele ser muchas veces prejuicioso, otras tantas elitista y, casi siempre, desinformado. Los Piojos fueron una banda que dividió aguas: a poca gente le dan igual.
A mí no, está claro. Es más: me parece que fueron la mejor banda de su generación, al menos de las que llegaron. Su estilo clásico pero con elementos originales -mezclaron muy bien el rock con la música rioplatense- dio forma a muchas canciones notables, en diferentes marcos musicales que se fueron ampliando con el tiempo, convirtiéndolos en una banda ecléctica como pocas: rock and roll, rock de aires más punk, murga, baladas (con sabor candombero infalible o no, cosa que también aplicaron en sus rocandombes), aproximaciones al tango y el folclore argentinos, funk, reggae y, en los últimos tiempos, algunos roces con la electrónica.

Desde la partida de Dani Buira como baterista, la banda tomó otros rumbos y cambió su esencia rioplatense por un sonido más power. Por lo general, el desencanto de muchos fue de la mano con esa época final, la que engloba sus últimos tres discos de estudio (Verde paisaje del infierno, Máquina de sangre y Civilización). A mí me parece que cuentan con una discografía irreprochable, con puntos altos y otros no tanto, pero sin discos malos: siempre aprobaron.

Creo que el aspecto más elogiable de Los Piojos se encuentra en el show en vivo. Mi suegro, que anda por los cincuenta y pico, me decía el sábado que nunca vio algo así con un grupo de rock: el gancho con la gente, su inmensa popularidad, es algo inexplicable y lógico a la vez. Con un frontman como Andrés Ciro Martínez no podía ser de otra manera. Carismático, con gracia, muchas veces tribunero -ojo: los mismos que le critican eso lo aplauden en bandas extranjeras o en bandas nacionales que fingen lo opuesto, por lo general con un nivel de pose insoportable-, Martínez es, además de un buen cantante menospreciado, uno de los tipos con más presencia escénica que he visto sobre las tablas: logra que todos lo miren a él, de ahí el chiste de que Los Piojos eran Ciro y cuatro músicos sesionistas (cosa que, dicen, era bastante así en el último tiempo, yo no me atrevo a opinar sin información de primera mano, aunque puede ser). Lo importante de toda la cuestión es que siempre brindaron shows en vivo donde pocos en el público se quedaban quietos: Los Piojos contagiaban a cualquiera. Siempre sonaron bien y se preocuparon por brindar un buen espectáculo en cuestiones ajenas a esos tipos tocando arriba del escenario, por lo que su show visual también logró ser en muchas ocasiones imponente, casi de nivel internacional.

Entonces, ¿cuál fue el karma de Los Piojos? Además de contar con un par de hits torpes, cosa que pasa con todas las bandas (por eso siempre creí que para criticar a un grupo es un deber escuchar sus discos), cargaron toda su carrera con el peso de ser una de las bandas estandartes del rock chabón o barrial, un título inventado por no sé quién, sólo con fines denigrantes. Fueron una banda surgida de un barrio, sí, como Almendra y Manal lo fueron… ¿Y? No encuentro mucho sentido en ello. Sí puedo apreciar más aquel mote en un grupo como La Renga, que habla de haber transitado toda la vida las mismas calles, y no está mal. De ahí al desprecio con el que se suele utilizar el término hay un trecho bastante grande.
Algunos, cerca del colmo de la estupidez, se atrevieron a decir que el grupo representó al menemismo en el rock, algo más inexplicable aún.

En fin: la banda surgida en un barrio se transformó en un grupo de estadio, sin vergüenza, con pergaminos y haciendo lo que querían, con el cartelito de independiente llevado con orgullo (y un sello discográfico que incluso de jacta de editar artistas de renombre como Manu Chao). Su partida, guste o no, deja un hueco en el rock argentino: los grandes estadios van a extrañar como resonaban esas melodías dignas de sus estructuras.

martes, 19 de mayo de 2009

U2 y yo

En las relaciones humanas suceden cosas raras: suele darse por los designios del destino (?) combinados con el maldito y fatal azar (?), o simplemente porque uno a veces puede ser muy hijo de puta (!), que una persona te caiga mal sin conocerla. Sólo con verla, mediante la famosa frase no me gusta tu cara o al escuchar dos palabras de su boca, se dibuja una cruz ficticia sobre el rostro del susodicho.

¿Qué carajo tiene que ver con U2 este parrafito estúpido? Que con ellos, de alguna manera, me suele pasar eso. O me pasaba hasta hace poco. No me gustaba su cara, y no me terminaban de caer (bien)*.
Los irlandeses son, desde su existencia discográfica, -porque aunque no lo crean, arrancaron en el '76, mismo año en que surgieron los Redondos- uno de los grupos de rock más grandes del mundo todo. Son también, hace una buena cantidad de años, ese gran grupo que no me terminaba de cerrar, aunque reconocía muchas (y grandiosas) canciones, alrededor de 40 o 50 temas entre tantos hits y algún que otro tema no tan conocido.
La razón fundamental para mi mirada desconfiada era (es) Bono, y la incontable cantidad de gansadas que hace.

Nuestra relación se arregló hace poco**, ante la salida de No line on the horizon.
Desde que tengo internet, todo lo nuevo que sale en materia musical y es recibido por mí como noticia más o menos interesante, va al rígido de esta maltrecha PC en la que estoy escribiendo.
Desde que tengo banda ancha aquí, U2 no había sacado disco nuevo. Saquen ustedes la cuenta.

Sencillamente, bajé NLOTH, le di play tres o cuatro días seguidos y me encantó: hay vida musical, fuerza, baladas, potencia bien elegida y canciones memorables como Magnificent. Y gracias a todo esto, me olvidé un poco de lo boludo que puede ser el líder de un grupo de rock detrás de propósitos autoindulgentes al pedo.
Mi operativo Démosle la chance que merece a U2 comenzó: bajé discos que no tenía, como Zooropa (cuya portada ilustra el post), y otros que había escuchado, me habían gustado y los había borrado, como Achtung baby.
Y no me queda más que rendirme ante la evidencia: U2 es una gran banda, que ha hecho muchas de las mejores canciones pop de los últimos 25 años, ha experimentado, ha hecho varios y variados grandes discos y en un par ha fallado también (Pop y How to dismantle an atomic bomb, justo de los pocos que había escuchado...) .
Para no molestar más con mi palabrerío les dejo Zooropa, 10 excelentes piezas que siguen sonando modernas (destaco Numb, en la voz de The Edge, y con el mejor videoclip de la historia; el logrado tema homónimo; y Stay, por elegir un par). Estribillos + electrónica, ni un solo hit (debe ser el único disco de ellos que no tiene un hit claramente reconocible), y Johnny Cash con su estelar voz invitada como cierre.

* Excepto The Edge, que siempre fue, es y será un crack.
** Perdón por tanta estupidez junta.

viernes, 24 de abril de 2009

Divaguemos


Es lo único que puedo proponer un viernes a la noche luego de que mi plan nocturno falló gracias a las remiserías de San Miguel.
Esto se me está ocurriendo ahora porque me obligué a escribir algo. Tengo otras cosas por mostrar pero ahora no tengo ganas de que lean aquello; sí me interesa que respondan las siguientes preguntas, con la mayor sinceridad y gracia posible. Yo las voy a responder también para dar el puntapie, y hago esto porque siempre que surge el tema las charlas se vuelven muy interesantes. Vamos a las preguntas:
1- ¿Cuál fue el primer disco que compraste?
La paciencia de la araña, de los Caballeros de la Quema. Tan mal no estuvo.
2- ¿Cuál es tu primer recuerdo musical? (Acá me interesa la respuesta de gente más bien mayor).
El casette de mi tía de Sandro y yo cantando sobre él. Existían grabaciones mías cantando -de muy niño- pero destruí la cinta. Al final se arruinó la copia y pasé de Sandro a El amor después del amor, que estaba en casa, por supuesto.
3- ¿Qué canción te gustaría haber compuesto?
Like a rolling stone, me emociona todas las veces que la escucho. Y un millón de canciones más, pero LARS es algo así como la canción madre.
4- ¿Qué veinticinco discos (25, van a ver que parece mucho pero no es nada) salvarías de un incendio?
Esto cambia todos los días, pero probemos (LO QUE PRIMERO LES SALGA ES LO QUE PONEN. NO VALE REPETIR ARTISTAS, NI SIQUIERA EN DISTINTOS PROYECTOS. Ejemplo: si ponen un disco de Lennon, no vale uno de Beatles. Si ponen uno de Peter Gabriel, no vale uno de Bersuit (?)).
Marquee moon - Television
Revolver - The Beatles
Blonde on blonde - Bob Dylan
Diamond dogs - David Bowie
Let it bleed - The Rolling Stones
Bryter layter - Nick Drake
Blue - Joni Mitchell
Manal - Manal
All mod cons - The Jam
Loaded - The Velvet Underground
Meddle - Pink Floyd
Kamikaze - Spinetta
Give 'em enough rope - The Clash
Sky blue sky - Wilco
Nadir's big chance - Peter Hammill
Led Zeppelin II - Led Zeppelin
Blank generation - Richard Hell and the Voidoids
Parte de la religión - Charly García
Disintegration - The Cure
Songs for the deaf - Queens of the Stone Age
Gone again - Patti Smith
Electric Ladyland - Jimi Hendrix
Flopa Manza Minimal - Idem
Highway to hell - AC/DC
Harvest - Neil Young
5- ¿Cuáles son tus veinte piezas musicales favoritas? (TAMPOCO SE PUEDE REPETIR)
Like a rolling stone - Bob Dylan
She said she said - The Beatles
Venus - Television
Gimme shelter - The Rolling Stones
Dancing barefoot - Patti Smith
Sad song - Lou Reed
Credulidad - Pescado Rabioso
Brain damage - Pink Floyd
Estallando desde el océano - Sumo
Blank generation - Richard Hell
Castles made of sand - Jimi Hendrix
One of these things first - Nick Drake
Llorando en el espejo - Seru Giran
Puente - Gustavo Cerati
London calling - The Clash
Blue in green - Miles Davis
All I want - Joni Mitchell
Motorpsico - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
Muy despacito - Los Piojos
Caribou - The Pixies

6- ¿Qué canción ridícula o "que no te debería gustar" te agrada?

El universo sobre mí, de Amaral; La ventanita, de Sombras, y unas cuantas más. Debe haber alguna de Julieta Venegas (que me cae muy simpática) y de Soledad también.
7- ¿Cuál fue el mayor bochorno musical que presenciaste?
La 25 en Cosquín Rock 2005. Me sorprendieron tantos pifies, tan notorios. Y me aburrí mucho, la verdad. Juana La Loca y Adicta para 50 personas también fue patético, pero más simpático al menos.
8- ¿A quiénes del ambiente musical odiás?
No sé si es odio, pero me hace mal ver -y no me molestaría que desaparezca- a Emmanuel Horvilleur, así como La Mancha de Rolando, Nonpalidece, Miranda!, Franz Ferdinand, Juanes, Coldplay de X&Y en adelante, Bruce Springsteen -¡ni siquiera sé muy bien por qué!- y clones varios. La lista es larga, pero si pensé en ellos primero por algo debe ser... igual trato de ignorarlos.
9- ¿Todavía comprás discos?
Sí, porque es lo único que sé regalar y porque son objetos preciados y de colección. Y el disco es el disco: el librito, el orden de los temas, la portada... nunca va a ser lo mismo el mp3.
10- ¿Fueron muy pelotudas las preguntas?
Sí, pero también son jodidas porque no entra la música en números tan chicos.

lunes, 6 de abril de 2009

Los dueños del vuelo

Ahí va otro post largo, a pedido de los dos seguidores de este blog. Paz para Charly, y Say No More:

Adiós Sui Generis, hola Máquina
Le ha sucedido a más de uno lo que le tocó vivir en carne propia a Charly García post Sui Generis. La disolución de un grupo de rock reconocido suele convertirse en cuestión de estado, pues las histerias de la popularidad vuelven bomba cualquier noticia inesperada.
García colgó a Sui Generis en la percha en septiembre de 1975, luego de un disco tan incomprensible para el público como la separación posterior: Pequeñas anécdotas sobre las instituciones significó un cambio radical en el rumbo musical del grupo, y la gente no hizo el clic necesario para poder disfrutarlo. Aquello era un rock elaborado, con letras que reemplazaban las historias juveniles de Vida y Confesiones de invierno por censura y shows de muertos. El chico que hacía canciones folk, música joven, estaba cambiando. Pero los demás no, y eso le afectaba. Por eso dijo basta.
Luego del famoso adiós de Sui en el Luna Park, García sintió que su camino iba por aquel sendero, el tomado en el último disco de su ya ex banda. Después de un tiempo de reflexión, con visitas al analista incluidas, Charly empezó a caer seguido en la oficina del ex manager de SG, Oscar López. En el lugar había un órgano Farfisa, y allí comenzó a componer. Según contó en una entrevista en 2002 para Rolling Stone: «me llevaba los grabadores, me armé como un miniestudio. Ahí compuse ¡Ah!, te vi entre las luces. El socio de Oscar López tenía discos de Genesis, que entonces no era muy escuchado acá: Trespass, Nursery Crime... Yo hice varias canciones como mini óperas. Cambié. Tenía los instrumentos en el momento correcto, salió toda la parte clásica que llevaba adentro y me sentí como pez en el agua. Al primero que llamé fue a Moro. Escuchamos un LP de Herbie Hancock, Head hunters, un tema que se llamaba Chameleon y le dije: ‘Esto es lo que quiero hacer’». Ese tema de Hancock dura casi 16 minutos, por si no sabían, y para dar una pauta de lo que vendrá.
El siguiente en recibir el llamado de García fue el bajista de Crucis, José Luis Fernández. También aceptó la interesante propuesta, ya que a pesar de que Crucis era una banda prestigiosa que se estaba haciendo un lugar en la escena, tocar con Charly ya significaba subir un escalón, de una. Así, como trío, debutaron en un show poco publicitado en Córdoba.
El nombre para el grupo cayó un poco por casualidad, y otro por sonoridad. Se llamaron La Máquina de Hacer Pájaros gracias a una historieta que Crist publicaba en la revista Siete Días, en la que el protagonista era un tal... García. Según el García de esta nueva Máquina, «el nombre era muy bueno para lo que yo quería hacer, una cosa sinfoniosa, con vuelo».
Luego del show cordobés, se incorporó Gustavo Bazterrica, guitarrista de Celeste, y con esta formación de cuarteto tocaron durante un par de meses del ’76 en La Bola Loca, un bolichito propiedad de Atilio Stampone que les sirvió para hacer sus primeras armas.
El último en llegar fue el tecladista Carlos Cutaia, que tenía en su prontuario rockero el haber sido parte de Pescado Rabioso durante la época del grandioso disco doble Pescado 2. La formación del grupo quedó, de esta manera, con dos tecladistas: los Carlos se encargarían de darle un toque original a la música que uno de ellos -García, claro- estaba componiendo, muy sofisticada y llena de arreglos. (Durante los shows de La Bola Loca, además, habían probado a dos coristas, Héctor Dengis y Ana Quatraro, que finalmente no fueron de la partida).

Al psicólogo
Lo primero que hicieron cuando entró Cutaia al grupo, fue... ir al psicólogo juntos. Habían leído que los miembros de Les Luthiers hacían eso y les pareció una idea interesante. Contó Charly en aquella nota de Rolling Stone: «Imagináte: Cutaia, copado; Moro: qué carajo estamos haciendo acá (risas)... Cutaia y yo éramos los que más o menos disfrutábamos la experiencia. El tipo le preguntaba a Moro y Moro le hablaba del rock, del blues, y me acuerdo que José Luis tardó en llegar, y a la media hora estábamos todos hablando mal de él. Y en eso entró y dijo: ‘¿Hablaban de mí?’. Nos cagamos de risa y nos fuimos a la Costanera a comer un asado. Ya era Charly García, todo el mundo estaba esperando que grabara un disco; no había disuelto Sui Generis para no hacer nada. Era un momento genial para pelar otra cosa».
La idea de Charly, desde que planeó al grupo, era ser un integrante más. En una entrevista dada a la revista CantaRock lo contaba: «Yo tenía intención de formar un grupo en el que fuese uno más que aporte a la música del conjunto. Yo estoy un poco cansado de ser el líder, ha llegado la hora de cambiar y creo que por fin encontré la gente con la que puedo hacerlo».
En el país, y mientras Charly comenzaba a desarrollar este ambicioso proyecto, los militares se hacían del poder para continuar con los años negros de gobiernos anteriores. Lo que venía era peor, pero el grupo no detuvo su marcha a pesar de ello. De hecho, la lírica de Charly se volvería cada vez más comprometida respecto de la horrenda situación social que atravesaba el país.

Pormenores del primer pájaro
Charly tenía mucho material listo y, casi sin darse cuenta, comenzaron a grabar en los estudios ION, justo en la mitad del convulsionado 1976. Algunas composiciones eran de la última época de Sui Generis, más emparentada con la actualidad de García en aquellos días, pero casi ninguna logró sobrevivir ante las nuevas creaciones pensadas para los cuatro músicos de La Máquina. Charly reafirmaba las intenciones de la banda en todas las entrevistas: «apuntamos a hacer una música sutil, que contenga la polenta del rock pero completamente en otra onda, siendo además muy rigurosos con el sonido. Meteremos la voz como un instrumento más».
Cuatro meses en el estudio y ya tenían su primer larga duración listo para ver la luz. A pesar de sus intenciones de ser uno más, Charly se hizo cargo de la composición de todos los temas que integraron el álbum. Su fuerza creativa sería arrolladora en aquellos funestos años del país: entre 1976 y 1983, García editó al menos un disco por año.
Este, el debut homónimo de La Máquina de Hacer Pájaros editado por Microfón a fines del ’76, lo mostraba como el líder natural de un ensamble híper ensayado, con un nivel de sofisticación que pocas veces vimos por aquí. Eran (son) casi 40 minutos de rock elaborado para oídos exigentes, pero atención: no sólo las orejas progresivas podían captar el vuelo de esta Máquina. En el debut, que además contaba con el detalle de haber sido producido en conjunto por los cinco miembros, buscaron el equilibrio para que el término progresivo no fuera reemplazado instantáneamente por tedioso. Y aunque lo lograron, nunca son las mismas las proporciones de un éxito como podía ser el debut de La Máquina en comparación con un grupo sencillo, con base folk... como Sui Generis. García comenzaba a esquivar fantasmas del pasado.
La portada del álbum, por supuesto, fue diseñada por Crist, y es un nuevo capítulo de la historieta García y La Máquina de Hacer Pájaros, con una simpática introducción al grupo y el nombre tal como el de la tira, con el García adelante.
Fue para la época (eso dicen) el disco más costoso en la historia de la música argentina. Costaba el doble de lo que un disco normal.

La Máquina, tema por tema
La apertura llega de la mano de Bubulina. Única sobreviviente de la era Sui, la pieza arranca en clave sombría y se va desenvolviendo hasta ser, probablemente, la más pinkfloydeana obra escrita por García en todo su repertorio. A pesar de haber sido dedicada para su mujer de entonces, María Rosa Yorio, la letra zumba en los oídos con una oscuridad sorprendente. Bazterrica solea, arranca la banda (Cutaia no toca en este tema) y el guitarrista improvisa mientras García dice: «Para hacer esta armonía es preciso un nuevo ser, capaz de nacer mil veces sin crecer, cuatro notas separadas y la oscuridad total, ya no queda tiempo de mirar atrás». Cuando amaga con tornarse más oscura, aparece una luz de esperanza que también suena a rara advertencia: el protagonista ve el horizonte en la mañana y «de pronto todo parece estar bien». Las intenciones progresivas se destapan más hacia el final.
En el segundo track, de corte más folk gracias a las guitarras acústicas, parece que volvió el García hippie de Sui Generis... pero hasta ahí. Cómo mata el viento norte, esa es la obrita en cuestión, presenta una alegría campestre -enmarcada por sintetizadores, ojo- bastante sospechosa: «La tierra es nuestra hermana, Marte no cede al poder del sol. Venus nos enamora, la Luna sabe de su atracción». Pero luego dispara: «Mientras nosotros morimos aquí, con los ojos cerrados no vemos más que nuestra nariz». El marco musical desborda de candor y la canción parece ser el nexo perfecto entre las melódicas formas de la primera banda del ahora gordito y la prestancia de lo que vendría, Serú Giran. A su vez, podría ser parte de cualquier disco del García de los primeros ochentas, al menos por la logradísima ambigüedad que se presenta en la fusión de letra y música. Suena raro que en un disco de rock sinfónico haya una pieza que no llegue a los 3 minutos, pero es el caso. Como detalle, participan en los coros Nito Mestre y María Rosa Yorio.
Boletos, pases y abonos continúa nuestro recorrido y ya es, directamente, Serú antes de Serú. El trabajo de ambos tecladistas es notable en el clima del tema, tanto como el del tándem Moro-Fernández. Siguiendo en lo estrictamente musical, el tema presenta un segmento prog llamado Final crucial, que enlaza solos de guitarra y bajo mientras los otros músicos despliegan un pegadizo riff que se vuelve un mantra denso. Luego, terminan improvisando teclados y guitarra, para concluir con una sección melódica bellísima, con un Moro genial de fondo, hasta el quiebre del final. Es lo único en todo el disco que no compuso el autor de Clics modernos: es obra de Pino Marrone, de Crucis.
¿La letra? Esto dijo García en el Expreso Imaginario, entrevistado por el trío Lernoud-Kleiman-Pistocchi: «Después del Luna Park y la película, empecé a ver desde afuera toda la bola que se había armado con Sui Generis, sobre todo la relación de las chicas y los chicos conmigo. Empecé a analizarlo y me pareció raro, hasta gracioso. Yo no hago nada para que me tengan de ídolo, yo sólo canto y toco en el escenario. Y en el Luna Park tenia visiones de gente que lloraba, de madres e hijas sufriendo la separación del grupo. Y entonces empecé a componer sobre eso». Para que se entienda un poco mejor a qué vienen los dichos de Charly, un fragmento de la letra: «madres, hijas, hermanas, van a escuchar el llanto del adiós, del adiós (Sui Generis). Pronto en ésta ciudad me van a nombrar ciudadano legal, como vos. Soy el hijo de todas y el amante también. ¿No se atreve, dulce mamá, a ser mi mujer infiel?». Todo dicho.
No puedo verme más es una frenética composición, llena de idas y vueltas rítmicos. Es el momento en el que el disco termina de mostrar a la banda como una máquina ultra aceitada, virtuosa y consistente, con Oscar Moro y Gustavo Bazterrica como grandes protagonistas: en los redobles y ritmos del primero y los riffs del segundo se esconde la magia envolvente de la, hasta aquí, pieza más dura del álbum. Charly se refirió alguna vez a No puedo verme como una canción que habla «sobre la incapacidad de reconocerse». Para un tipo como él, un artista tan sensible, vivir tiempos de dictadura generaba este tipo de preguntas, además de volverlo un francotirador de frases soberbias: «Cara de miedo le dijo al disfraz: necesito verme asustado. No hay maquillaje para quien no ve su reflejo por ningún lado». Participan quienes fueran coristas del grupo inicialmente, Héctor Dengis y Ana Quatraro.
El quinto tema redobla la apuesta de velocidad, y es una trompada que lleva el simple nombre de Rock. «Vamos al campo, ves cómo sale el sol» y «desoxidémonos para crecer» son las órdenes que aúlla como un loco García. Otra vez lo mismo, otra vez huir de la ciudad, como en Una casa con diez pinos (Manal), como el tren hacia el sur de Almendra... Charly lo pidió unos años más tarde, pero se ve que todavía hacía falta. O era ironía. La canción pasa por diferentes estados en sus cuatro minutos y pico de duración. Arranca baladísticamente y se vuelve un rock furioso, denso pero simple. La intensidad desemboca en una zapada en clave jazz-funk, hasta que se vuelve al rock, y otra vez a bajar... para subir en el épico final sinfónico. Épico como los dos últimos momentos del debut: Por probar el vino y el agua salada y ¡Ah!, te vi entre las luces.


Grandioso cierre
La candidez de Por probar el vino y el agua salada radica en su bella melodía y su andar alegre; es en definitiva la canción más pop del disco. Esa es su épica: ser pura melodía en un disco que es mucho más; que tiene mucho más. Resuenan otra vez los ecos de Sui Generis, y la entrañable figura de Jorge Pinchevsky aparece aportando su violín. Charly, aquí, toca el bajo.
Para el final, La Máquina dejó la obra más extensa de todas. Once minutos de duración para la mini ópera de cierre y, paradójicamente, la letra más corta de todo el disco. Sólo dice esto:

Nadie habla, nadie de pie
¿Estás lista para viajar?
¿Estás lista para venir?
Está bien, está bien, está bien...
Estás sentada en el aire.
Nada de luz
Esperando que marquen tres
Esperando verme otra vez
Está bien, está bien, está bien...

¡Ah! Te vi entre las luces
Con tu cara toda azul.


Breve y directa, habla de la situación del público en un recital. Si recordamos cuándo compuso el tema su autor (en la oficina de Oscar López, antes de formar La Máquina) puede y debe tomarse como otra referencia a aquel público, mayoritariamente femenino, que lo iba a ver cuando Sui Generis aun era realidad. No por nada la tercera persona de la canción es ella y no él.
La canción es maravillosa desde el plano musical. La melodía es marca Charly, y la épica en este caso se construye desde la tensión que propone la dupla García-Cutaia en las teclas. En estos 11 minutos, la canción de piano se vuelve zapada, parece que termina pero no mientras el bajo suena como nunca, y todo vuelve a empezar para, ahora sí, concluir con una coda oscura que repite el último verso del tema y un solo de guitarra memorable, cortesía del vasco Bazterrica, que desemboca nuevamente en los tecladistas estrella y el final.

Lo que siguió
La Máquina presentó el LP en el Teatro Astral, entre el 17 y el 21 de noviembre de 1976. Agotaron todas las funciones: la gente quería ver a García en acción y esta era la oportunidad. Charly declaraba en Expreso Imaginario: «Hace años nuestros problemas eran más simples, había que romper con toda una mentalidad. Ahora, que mucha gente ya dio ese paso, hay que seguir hablando. No puedo hablar de cosas nuevas con viejas palabras. ¿Qué puedo hacer si ahora no me entiende todo el mundo y lo de la Máquina resulta un poco oscuro? Hay que inventar un mensaje nuevo…». Las críticas del disco eran buenas, pero Charly sabía que la gente iba a verlo a él más allá de La Máquina. Era imposible lograr que fuera uno más, aquello que era su idea se cayó a pedazos instantáneamente.
Después de su brillante debut, editaron un segundo álbum en 1977, el también soberbio Películas... y cuando nadie lo esperaba, Charly dijo basta. Ya habían llegado al Luna Park, el mismo recinto que había despedido a Sui Generis. La prensa los elogiaba, el público comenzaba a entender, pero García agradeció por todo y les dijo a Cutaia, Moro, Fernández y Alejandro Cavotti -quien había reemplazado días atrás a Bazterrica- que la banda era de ellos, que hicieran lo que quisieran. Por supuesto, no siguieron: sin él no era lo mismo.
Eso sí: la despedida fue a lo grande, ya que Charly organiza el 11 de noviembre de 1977 el Festival del Amor, de nuevo en el Luna Park. Allí despide a La Máquina, reúne a Sui y PorSuiGieco y toca con varios amigos más, entre ellos David Lebón, quien sería su socio en la nueva aventura a emprender: Serú Giran.
La Máquina de Hacer Pájaros ya era historia en su carrera, un momento tan fugaz como brillante para las páginas del rock argentino más aventurado. No por nada, García recuerda con cariño, aún hoy, aquellos días sinfónicos: «ahí hacía lo que me gustaba».