lunes, 26 de septiembre de 2011

Tres desde Bandcamp

Anduve dando vueltas por algunas páginas de esa nueva jungla musical denominada Bandcamp, algo así como el nuevo MySpace, pero mejorado. Bandcamp se presenta como un espacio más ágil y más bonito a la vista, en el cual se pueden escuchar millones de discos de toda la esfera (y descargar, en muchos casos). Por ahora, yo me dediqué sólo a tres grupos nuevos de Buenos Aires que me llevaron varias veces a dar play en el primer tema y llegar hasta el final de sus discos online. Con este humilde texto, los invito a ustedes también.


El David Amado Power Quinteto de Salón fue el primer grupo al que arribé. Con su reciente álbum Hacer azar (todavía virtual, próximamente físico) llenó de madera el ambiente de mi casa. David es la voz cantante, necesariamente afectada y bien rodeada de sonidos cálidos -chelos, criollas, percusiones varias- que saben cuando contagiar alegría y cuando atenuar el clima para ser más introspectivos. La conexión con Onda Vaga y Semilla podría considerarse inevitable, aunque este Quinteto suena más a banda compacta y no tanto a fogón de acústicas y vientos (como los primeros); y no se hace de electricidades más propias del rock para buscar contundencia en sus temas (como los segundos).
Si bien no es el tipo de música que más suelo escuchar, a cada reproducción me fueron ganando esos contrapuntos de cuerdas, acordeón, arpegios de guitarra y repiqueteos, complementados por esa voz limpia y melódica, que dan como resultado un logrado disco.
Se puede escuchar acá y -recién veo- descargar desde el sitio oficial, o sea acá.
Temas destacados: Lava, Caminando.



De ahí, pegué el salto a un grupo de formación más clásica e innegables influencias dylanianas, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete. Hacía un tiempo ya que su extraño nombre venía flotando en crónicas y recomendaciones varias, y fue así que llegué a su fantástico LP Los caminos, donde realizan con maestría eso que parece tan fácil y a la vez es muy difícil: un disco de canciones de corte clásico que suenan parecidas a otro millón de canciones, pero tienen su encanto propio, la impronta de sus autores. Letras juguetonas, enumeraciones varias, referencias a Bob D. y Wilco, simpleza armónica, ligera desprolijidad, desgano loser y melodías envidiables.
En síntesis, un disco al que llegué tarde (es del año pasado) pero en el que pienso acampar por mucho tiempo. De esos que generan amor a primera vista.
Se escucha y baja desde su Bandcamp, o en el portal del amparador y prolífico sello platense Uf! Caruf!
Temas destacados: Caer, Positivamente calle 44.


Y para cerrar, el estreno más reciente (¿duplica?) de todos: Excursiones Polares y su Música total. No puedo juzgar al disco con tanta seguridad porque sólo lo escuché una vez y está recién salido del horno, pero temas con la polenta pop de Radiante y la oscuridad de Tiempo ahorrado me convencen de que los autores de canciones en Buenos Aires salen debajo de las baldosas, aunque el rock mainstream argentino esté en plena crisis.
¿Qué encontramos en Música total? Aires country, guitarras slide, armonías bien clásicas -¡hasta un boogie!- y un invitado estelar, Manza Esaín, que acompaña con su voz a Mi indecisión, canción que sería hit de FM si el mundo fuera un poco (sólo un poco) más justo.
Da ganas de ir a verlos en vivo y de seguir escuchando más. El que lo desee, puede bajarse del mismo bandcamp del grupo su primer opus, Grandes éxitos. Y para escuchar enterito Música total, pasen por aquí.
Temas destacados: Mi indecisión, Radiante.

Ahora sí, continúen buceando ustedes. Y den aviso si encuentran algo que les parezca interesante.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Borges y Mick

Gustavo Sala es un genio que hace mucho tiempo merece ser humildemente mencionado por este blog.
Deuda saldada. Y más Sala aquí.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Los Shakers: uruguayos campeones


“Los Shakers were a popular rock band in 1960s and was a part of the Uruguayan Invasion (!) in Latin America”.
(Wikipedia en inglés, tenía que destacar lo de Uruguayan Invasion).

***

Simple y harto repetido: he aquí el disco de Los Shakers más conocido como el Sgt. Pepper’s... del Río de la Plata. No me siento muy inspirado para escribir, pero alcanza con escuchar las canciones de estos genios uruguayos.
Habría que averiguar qué le pone al mate esta gente para ser así de talentosa. El 63,4% de los yoruguas tiene habilidades, lo sé (?). Sino no se explica que, ubicados geográficamente entre dos países de inmenso territorio y superior población, los amigos celestes lejos de palidecer siempre estén ahí, molestándonos a nosotros, tan lindos, los argentinos y los brasucas, los que pensamos que tenemos a los mejores músicos, los mejores futbolistas, los mejores culos, los mejores paisajes, la mejor alegría, la mejor nostalgia... La élite sudamericana, bah.
Y no, se nos aparece esta republiqueta -como dice el Indio- de tres millones de habitantes, y te pela un Suárez y un Forlán que no los para ninguna defensa (ni Zaira Nara) del mundo, y unas músicas con ritmo y polenta, y una Natalias Oreiros perfectas. Y unos músicos que casi no cantan pero hablan genial, siempre con la misma cara de paz y el relajo de Jaime Roos, o Drexler, o Mateo, o póngale el nombre que desee y que más le guste. Y encima, tienen el coraje, la valentía, la desgraciada caradurez de ponerle a sus hijos nombres geniales como Washington Sebastián, o mejor aún, Egidio, sólo por seleccionar dos ejemplos.

En fin, enumerar las bondades del Uruguay no era el punto (y además, llevaría mucho más tiempo si me propusiera hacerlo seriamente), la idea era hablar de los Shakers aunque hace un buen tiempo vengo pensando en un súper post de Uruguay con Rada, Roos, Prada, los Fattoruso, Eli-U (la hija de ese mito cada vez más grande llamado el Príncipe Pena) y varios talentos más que se me van (de Wolf y el Cuarteto escribí un tiempo atrás). Pero eso será otro día.
Decía, los Shakers. Vamos que llegamos. Los hermanos Fattoruso, la primera gran sociedad compositiva en el rock rioplatense, quizá, o genios universales, o ese tipo de gente que se decide a hacer algo y cuando lo lleva a cabo supera a todos sus colegas-competidores con una facilidad pasmosa, Los Fattoruso Hugo y Osvaldo (sumemos para llegar a 4 a Pelín Capobianco, el bajista y Caio Vila, el de los parches). Fueron cuatro de tantos pibes que enloquecieron con la música de los Beatles allá en los ’60 y no tuvieron mejor idea que armar una bandita, tocar algunos temas de sus ídolos y también, ser autores, para así componer algunos temas que terminarían siendo hits, principalmente en los tres países que nombré más arriba: Brasil, Argentina (donde grababan y tocaban con más frecuencia) y su tierra natal.



Los tipos grabaron tan solo tres discos de estudio en aquellos flequilludos años, pero les bastó para meterse en la historia grande del pop sudaca. Los primeros dos álbumes, el homónimo de 1964 y For you, del ’66, los muestran en una faceta bien clásica del afamado beat. Digamos, para resumir injustamente, los Beatles de la primera época. Que por aquellos días los grupos de la región cantasen el estilo en inglés era algo normal, pero ellos sorprendían porque lo hacían muy, muy bien (además de afinado, más que bien pronunciado). Algún desprevenido -creo recordar que era León Gieco- llegó al extremo de creerse que los cuatro de Montevideo eran los cuatro de Liverpool.

Para la época en que comenzaron a cranear el que sería su último álbum hasta la reunión de 2005, las cosas estaban cambiando en el beat sudamericano. Los Gatos ya la habían pegado con La balsa y se había instaurado un nuevo paradigma: a partir de ahora la música de los jóvenes se cantaba en castellano. Pero Los Shakers conservaron el idioma foráneo (fundamental en sus formas) e inspirados indudablemente en aquél disco en que John, Paul, George & Ringo jugaron a ser otros, se embarcaron en La Conferencia Secreta…



La Conferencia comienza con una mini suite, y revela algunas canciones que de haber sido compuestas por Roger McGuinn o Graham Nash serían clásicos de la era hippie (Una forma de arco iris o, exagerando un poco, la mejor canción en inglés de un grupo surgido en un país de habla hispana), para tomar vuelo hacia el final con Señor Carretera el encantado y Más largo que el Ciruela (compuesta para el hijo de Hugo).
La anécdota asevera que Pelín se bajó del barco durante la grabación del disco, por lo que debieron completar la obra con dos temas (Siempre tú, qué suerte que la incluyeron, y Oh mi amigo) que habían grabado el año anterior. Así, con el grupo desmoronándose, La Conferencia Secreta del Toto’s Bar fue un estrepitoso fracaso comercial, de esos a los que el tiempo les da la razón muchos años después.

Ahora, retrocedamos... ¿Cómo es aquello de que “jugaron a ser otros” estos cuatro pibes uruguayos que cantaban en inglés en el año ’68? Visto cuarenta y pico de años después, parece sencillo notarlo: a su música universal, le añadieron esos tintes locales que ya habían insinuado tímidamente en For you, titularon Candombe a una bella canción que se cruza con el repique de ese género, dando muestras de madurez compositiva con sólo 20 años; hablaron del Toto’s Bar, algo así como el lugar fundacional del rock de la Suiza del Sur. Y colaron un bandoneón (cortesía de Pelín antes de partir) en esa perfecta canción modelo ’67 que ya nombré más arriba, intitulada Más largo que el Ciruela: nada más y nada menos que el cierre ideal para un álbum de colección. Sofisticada melodía, mejores arreglos.



Entonces, ¿cómo jugaron a ser otros estos Shakers? Demostrando su identidad, su lugar: uruguayos con talento, melodía y voz propia. ¡Uruguayos campeones!

lunes, 5 de septiembre de 2011

Dos canciones: hoy, el cineasta Bochatón

Para no dar por muertas las secciones de este blog -¡sí, tenía secciones!- retomamos una de ellas, Dos canciones, con la excusa de hablar un poco de Francisco Bochatón, ése compositor personal y algo excéntrico que me gusta más en su fase cancionera que en clave deforme gorriona. Las dos canciones de las que hablaré provienen de un mismo álbum (en verdad, un EP), tan breve como bello: Píntame los labios, editado en el año 2001 como una secuela de su primera obra solista, Cazuela. Aquí vamos, entonces.





Pinamar: Típico caso de canción desoladora pero terriblemente bella. Antes de darle play, lo digo: creo que el mayor mérito del tema es el cambio armónico que hay entre los versos y el estribillo.
Pero empecemos por el principio, porque la introducción te sumerge en ése clima que nombro, con una línea de guitarra simplísima pero efectiva, tan indie que asusta y sin embargo, con un beat de batería y un teclado más bien de canción pop clásica. Los primeros versos pasan demasiado rápido y se produce el citado cruce mágico de armonías.
El detalle podría ser menor pero, aunque a veces no nos demos cuenta, cuando en una canción cambia el plano de los instrumentos puede ser clave para su estructura. En Pinamar, además del cambio armónico, en el quiebre que se da entre versos-estribo, se pasa de las teclas como protagonistas a un arrebato de guitarras (exacto, distorsionado pero no tanto) que acompaña a una letra perfecta. Casualidad o no, en los versos -parte de teclados, digamos- Bochatón canta frases más bien contemplativas, taciturnas -“reflejadas en agua contemplo las estrellas”-, y en el estribillo, en cambio, lo que aparece es “un huracán que la tormenta abrió”, en el paisaje “un resto fiel de la verdad”. Definitivamente, los buenos músicos son buenos cineastas (no estoy hablando de Fito Páez).

Todo va derechito en Pinamar. A primera escucha parece ser una canción redonda pero a la vez tiene ese algo incómodo: Bochatón parece lograr siempre una sensación de deformidad auditiva (?) y para eso ayuda su eterno desgano a la hora de cantar. Por supuesto, las imágenes de la letra y la sensación de separación -¿de una dama?, ¿de qué?- aportan el dramatismo suficiente para que la belleza de la melodía quede embarrada por un halo tristón.
Impecable canción.


Reflejadas en agua contemplo las estrellas
una mente continua mantiene la incoherencia
yo no quería encontrarte de pie, tirando piedras
el espigón, la gente, me mira como siempre
un huracán que la tormenta abrió
a un costado del mundo se quedó
y a la luz de la luna vi el cartel de Pinamar
una sola ventana que cerró
el viento que quería que te quedes
un huracán que la tormenta abrió
a un costado del mundo se quedó
y en el paisaje un resto fiel de la verdad
cualquier cosa que diga no es real
sabiendo que no quiero que te quedes
el hacedor de ideas se estrella en su carrera
la dirección del tiempo es frágil y se tienta
mi corazón de enero traduce los deseos
razón, dame una ayuda
tu luz es la que alumbra
un huracán que la tormenta abrió
a un costado del mundo se quedó
y a la luz de la luna vi el cartel de Pinamar
cualquier cosa que diga no es real
sabiendo que no quiero que te quedes.







22:33:
También dramática, veintidós y treintaitrés exhibe en su música y letra una lánguida depresión, algo así como lo que les sucede a los animales domésticos y a los desocupados crónicos ("?" Nº 2). Imperativa al comienzo, la voz del platense susurra órdenes -¿o las recibe?- durante toda la primera estrofa. “Píntame los labios”, “hazme sonreír”, “bésame en la boca”: cada orden expresa un rito pasajero hasta que el protagonista pide que lo lleven al desierto. Exactamente ahí, la canción pasa de ser un folkito de armonía mayor superclásica a ser menor, es decir, más triste. La languidez la conserva, pero lo que sonaba amigable en un comienzo, deja de serlo. Y los acordes menores de la segunda estrofa hacen que todo suene más arrastrado.
En ese quiebre, se acaban las órdenes y comienza una ligera descripción espacio-temporal: “condición física sin deformidades, falla cardíaca, son las 22 y 33”. Pero la parte menor acaba rápido, como el tema, que concluye en la misma sintonía que comienza, con campanitas de fondo y una leve épica alegre. Todo en un minuto y medio.
El enigma de la falla cardíaca queda varado, pero al desierto de Bochatón nos gustaría ser invitados alguna vez. Ahí, las canciones se ven.

Píntame los labios
hazme sonreír
bésame en la boca
pasa un año junto a mí
llévame al desierto
llévame, llévame
que debes estar ahí
condición física
sin deformidades
falla cardíaca
son las 22 y 33
llévame al desierto
llévame, llévame
que debes estar ahí
Ahí...