viernes, 30 de marzo de 2018

El Perrodiablo: “La banda nos salva la vida”


Es jueves 24 de agosto y ya son casi las dos de la mañana (OK, técnicamente es viernes). Desde las 9 de la noche, Doma, Fran y Chaume hablan de su amor por el rock and roll y los sacrificios que debieron sobrellevar en 11 años de banda. Ellos tres, Jose y Lean son El Perrodiablo, la expresión más feroz de esa música en la República Argentina. Y hablan en serio, con convencimiento y pasión por lo que hacen, rock, pero siempre con roll. Se enojan, putean, se ríen de su suerte -“en Cosquín Rock se cortó la transmisión cuando estábamos tocando nosotros”, dice Fran- y rememoran con alegría genuina su paso por el festival cordobés, amparados nada menos que por Andrés Calamaro, un fan sorpresivo del Perro:

Doma: La fecha la armó él, su exigencia era tocar cubierto por una fecha donde tuviese algún vínculo con las bandas. De hecho, en su show agradeció a todos. Dijo "es mi primer Cosquín, y lo hice acompañado por amigos, como Babasonicos...". Fue nombrando una por una a las bandas -GuasonesLa Beriso, los Decadentes- y toda la gente estallaba. "Mi primo español, Leiva". Y de repente dijo El Perrodiablo y nosotros estábamos ahí: hubo unos aplausos perdidos, como que nadie junaba (risas). Encima viajamos con Pez, era parte del arreglo que a nosotros nos llevaran ellos. Y estuvo buenísimo, fuimos en el micro mirando unos DVDs de KISS. Hablamos de los Cadillacs, le preguntábamos a Ariel [Sanzo] si estaba cuando grabaron con Debbie Harry. Nos dijo, lamentándose, "me lo perdí, me perdí la mejor época de los Cadillacs". Debe ser un flash, ¿no? Ese debe ser el momento en el que el músico, tan profesional, vuelve a ser un poco amateur.

¿Ustedes desde dónde se paran ahí? Parece que disfrutaran mucho esas cosas.
D: Nosotros somos marcianos. Para nosotros esas cosas siguen siendo como un deslumbramiento, porque siempre hemos tratado de resguardar la alquimia del rock and roll inicial. Sabemos que todo es un basurero alrededor, pero tratamos de resguardar la parte que nos encanta de eso. Entonces, cuando pasan cosas así, como lo de Cosquín, o la primera vez que se subió Andrea Álvarez a tocar con nosotros, todo eso tuvo un significado muy importante. Porque tenía que ver con el encanto que resguardamos a las sorpresas que te puede deparar el rock and roll. En cambio, creo que para músicos más consagrados es difícil.

¿Las veces que se rozaron con ese ambiente más “profesional” vieron eso?
Chaume: Las ambiciones están en todos los niveles. A veces, hasta se comprende un poco más al nivel máximo del “negocio”. Pero con bandas chiquitas o gente del entorno, es una picardía que intenten replicar un modelo y se olviden de que estamos acá. Nosotros cinco nos juntamos a hacer la música que nos gusta. No sé si es lo que hoy se escucha, es lo que nos gusta. Juntarse en un garage, en una sala, hacer quilombo y pelar temas lo mejor posible y sin tanto objetivo... sí, nos encanta progresar y todo, pero cuando te ponés un objetivo que te hace torcer todo lo otro...
Fran: No especulamos musicalmente y tampoco con los contactos. No hay especulación en El Perrodiablo.
D: Y probablemente, los principales damnificados de no especular somos nosotros. Porque todas las bandas lo hacen; y comparto al 101% lo que dice él: o sea, yo estoy seguro que es mucho más entendible eso al nivel mainstream, donde los tipos se juegan construirse un nuevo departamento en Nordelta, que al nivel nuestro que ¿qué te jugás, llenar La Tangente? No lo vamos a hacer, no tenemos la fuerza para llenar un lugar de esos. No somos una banda convocante, somos una banda respetada, que es otra cosa. Y quizá, a la hora de criticarnos por cómo nos manejamos, es factible que recibamos muchas críticas en cuanto a no haber potenciado ese apoyo de ciertos lugares, qué sé yo, el apoyo de Andrés. Pero para nosotros, el vínculo con él excede lo musical, fue más rico en cosas que quedan para nosotros que en cosas que tengan que ver con "no, pero puta, no pudimos entrar en PopArt o no nos abrió la puerta a su discográfica". Nunca se lo pedimos, y cuando de él surgió algo siempre fue "sí, pero nosotros vamos a seguir siendo esto".
C: No nos acercamos para obtener algo, qué sé yo. Fue una cosa sincera, que se dio.

¿Siguen laburando solos, sin manager?
C: Todavía no encontramos a la persona indicada. Así que recibimos propuestas, estamos esperando que nos acerquen carpetas para analizar currículums (risas).

***

De repente, surgen en la charla los nombres de las dos bandas argentinas que están por pegar el salto, en plena transición del circuito indie al gran público. Por supuesto, hablamos de Él Mató a un Policía Motorizado y Los Espíritus. Dice Doma:

-Lo de Él Mató es admirable. Pantro [guitarrista de Él Mató] grabó el primer disco con nosotros, los primeros recis son con él, viajamos al interior de la provincia de Buenos Aires. Con Chango y los chicos nos conocemos hace un montón. En Argentina, para mí, el éxito de las bandas se determina porque justo ese limbo entre lo under y lo mainstream necesita una banda con determinadas características y alguien ocupa ese lugar. En su momento se necesitaba una banda que no viniese de un indie refinado, elitista, y fueron ellos. Ahora pasa con Los Espíritus. Y ese limbo empieza a ser codiciado, eso genera que las bandas pretendan alcanzar ese lugar.

¿Creen que acá eso funciona un poco por persistencia? Da la sensación de que si aguantás tocando 15 años, en algún momento se te da.
C: Yo, desde mi lugar, no lo pienso como que tenemos que aguantar o esperar. Ni pensamos en el éxito. Sí es cierto que hay casos que estuvieron mucho tiempo y tuvieron un salto de crecimiento.
F: Pasa que pocas bandas duran 15 años sin dar el salto. O sea: se separan antes. Por eso, retomando el tema del manager, es difícil explicarle a un tipo que no estamos buscando llenar Groove, no sé.
D: El tipo llega, nos ve, dice "uy, estos trajeron 100". Pero la siguiente vez "uh, trajeron 50 hoy". Y después vamos a Burzaco y dice "pero hoy acá vinieron 30".
C: Y lo siguiente que piensa es "¿cómo hago para que vengan 300?".
D: Y es una rueda, porque "¿cómo hago para que vengan 300?". Entonces, empezás a ver qué hacen las otras bandas para meter 300 tipos. Y ahí empieza: “cambiá un poco la imagen, cambiá un poco la música”. Y bueno, después el que fuiste vos, que se juntaba a tocar porque le gustaban los discos de los Stooges empieza a decir "no, esto es muy Stooges, no lo hagamos". Y ahí ya violentás la idea inicial, con la que yo descubro el rock, que es la libertad. Poder encontrar un lugar donde vos sos vos y no tenés que explicarle a nadie nada más que eso, que estás siendo vos mismo sin ataduras en ese momento, porque el rock and roll nació para eso, para mí. Si lo que hago es ir encorsetando la idea a las reglas establecidas para que esas reglas establecidas me digan "bueno, ya las obedecí todas, ¿dónde está el resultado?", ahí la búsqueda musical queda postergada.
C: Eso sí lo perseguimos con obsesión. Hay tipos que están mirando los números y la forma de hacer todo eso, nosotros nos centramos en no olvidarnos de por qué nos metimos y qué nos gusta de la música y del rock. Entonces es abrir mentes, y entrar a un lugar y tal vez no ser bienvenido. Pero tiene que pasar algo, sobre todo cuando tocamos en vivo, no es pasar una lista de temas y listo, nos vamos.


¿Les molesta que todavía haya lugares donde tocan que no entienden esa dinámica de la banda, o que Doma baje del escenario a cantar con el público?
D: Cuando tocamos en vivo es una liberación, un estallido, y todo estallido genera esquirlas. La ilusión siempre es que la esquirla sea la que te conmueve, pero hay gente a la que le asusta ver un vivo con semejante nivel de libertad. Y no entiende y se traba. Y es bastante hinchapelotas que después de tantos años de tocar haya gente que todavía no entienda eso y no entienda ciertos límites. Me parece que muchas veces son errores de producción. Y no hablo solamente del productor, sino del lugar que aloja la fecha. Los sonidistas que laburan ese día tienen que tener un mínimo de idea sobre lo que va a suceder porque hoy tenés información al alcance de la mano por donde lo mires. Y me parece que ese nivel amateur o semiprofesional que muchas veces hay en la producción a bandas como nosotros les sigue saliendo caro. Porque te quieren bajar el sonido, o te quieren tocar los retornos, o te quieren hacer salir de una manera en la que vos no te sentís cómodo. Piensan que les vas a romper todo.
C: Por eso, en los lugares donde organizamos las fechas nosotros, nuestras Ceremonias, sabemos que es gente que entiende más o menos de qué va la música que hacemos. Lamentablemente, somos bichos raros, por más que hace un montón que tocamos. Por eso rancheamos en Pura Vida, en La Plata, y en Club V acá en Capital, porque conocemos quiénes están del otro lado y ellos nos conocen. Nos sentimos respetados y es mutuo. A veces está la confusión como que entramos a cagarnos en todo, en el laburo de ese tipo que puso un bar. Y no, muy por el contrario, respetamos, vamos, hacemos la nuestra... pero no todos lo entienden así. Por eso está lleno de bares que te ponen cualquier cosa.

Además, ustedes no rompen nada.
D: No, pero ponele que algún día se puede romper. La idea no es romper, yo tampoco quiero romperme cuando toco. Y sin embargo, cada dos por tres aparezco con cortes que no sé de dónde vinieron. Me rompí una rodilla cantando... nadie salió ileso de la banda, en muchos sentidos.
C: El otro día fui a guardar la guitarra y tenía un hachazo, se le voló un pedazo de la parte de atrás del diapasón, no sé cómo pasó. Se puede seguir tocando, pero se perdió una parte no sé en qué momento: son cosas que suceden.
D: A mí me gusta ver fotos de recitales porque en ese momento estoy pensando en otra cosa. Estoy en un torbellino donde no me detengo a pensar "bueno, no, esta es la parte del show en donde yo saco una armónica del bolsillo". Es fantástico, porque vos ves que la rueda vuelve a pasar por el mismo punto. Porque nos pusimos como convicción que el rock and roll es libertad: si eso es que un tema dure 45 minutos, va a durar 45 minutos; y si es irnos de un escenario bardeando al lugar en el que fuimos a tocar, lo vamos a hacer. Y soy el primero en saber que son más las puertas que se cierran que las que se abren siendo así. Pero aun cuando nos vayan a ver 25 personas siendo así, para mí es un elogio, porque quiere decir que no le dimos la mano a lo que no queríamos. Por eso tenemos una banda. Y por eso la banda nos salva la vida, nos da un sentido. Yo vivo en una situación de incomodidad permanente con el mundo en el que vivo, tengo una sensibilidad en la que todo me rompe soberanamente las bolas y no me puedo hacer encerrar, no soy un emo. Entonces salgo como puedo, mi manera es ser un cinturón de explosivos. Y me parece que el éxito, nosotros nunca... no vamos a tener éxito (se ríe).

O su éxito es este.
D: La supervivencia. Haciendo esto pudimos sostener 11 años de una banda que hizo una música con la que muchas veces nos corrieron por izquierda y por derecha. Por derecha, porque era "demasiado exagerado, demasiado crudo, que no se entiende". Y por izquierda nos corrían por el género, porque nosotros nunca nos atamos a eso: nos abrimos y nos mezclamos con todos. Entonces nos decían "pero no son del género este". Y llevamos un rock que acá han hecho contadas bandas a lugares donde no llegaba, a gente que ni sabe quiénes son los New York Dolls. Y esto no lo inventé, esto me lo dijo un tipo que vino: "a mí me gustan los Redondos, pero ustedes hacen un rock and roll que está muy bueno, no lo conocía". Todo lo que hicimos se generó de tocar, tocar y tocar. Somos agradecidos, pero fue duro. Yo me pongo reloco cuando digo esto que voy a decir, y ¿sabes qué? Estoy contento de ponerme reloco. Pero la música que nosotros hacemos cuesta un montón hacerla, es mucho más fácil encerrarte en un grupo de diez personas y tocarse las pijas festejando la misma música entre los diez. En cambio, nosotros fuimos y nos paramos en escenarios donde esta música era completamente ajena. Hicimos la del Yeti. ¿Sabés cómo es la del Yeti?

A ver, contame.
D: Es como si un alpinista sube a un monte, no sé, al Everest. El alpinista sube a hacer cumbre y bajar. Y un día sube y se le aparece el Hombre de las Nieves, el Yeti. Y cuando baja dice: "fui a hacer lo que hacemos siempre, a subir la montaña, y se me apareció el Yeti. Yo creía que no existía, pero está ahí arriba. Ahí arriba hay algo". (Sus compañeros ríen). Así es El Perrodiablo, fuimos a lugares donde esta música no estaba, o estaba en el quinto renglón. Y la música que nosotros quisimos hacer no la encerramos en un gueto, entonces la llevamos a lugares donde nos vieron y les pasó como al alpinista. Por eso nos cortan el sonido en los shows, porque dicen "¿ves? Esta mierda existía, yo pensaba que esta mierda la habíamos extinguido, pero está viva. Mátenlos. Mátenlos". Por eso digo, con el corazón: valoramos a todos los que nos dieron lugar. Ahora, los primeros en recibir las palmadas y en recibir los balazos siempre fuimos nosotros.
C: Esos lugares donde nos cortan el sonido y nos echan del escenario a patadas es porque estamos haciendo las cosas bien. Porque de esos lugares hay que irse así, no había otra manera.
D: Elegimos mantener la banda en este estado de combustión constante aunque a veces se acerque gente y se queme. Lo que pasa con el rock and roll es que fue generando nuevos brazos. Uno es el marketing, otro la distribución de la música, o las redes sociales. Y es legítimo y necesario aprender a manejar esas herramientas. El problema es que cuando vos pensás que el rock and roll es solo el marketing o es solo la red social, no... el rock and roll es la raíz a partir de la cual esas ramas se extienden. No podés pensar que el árbol son las ramas. El rock and roll es el árbol y la rama sin el árbol no es nada. ¿Sabés que es? Leña para el fuego.


El último disco aún no salió en físico, ¿va a salir?
D: Tomamos una decisión a partir de cosas que vimos en la escena del hip hop norteamericano y del inglés, que tienen una especie de hip hop que le llaman rhyme. Vimos cosas que encajan con el momento que nosotros queríamos encuadrar. No es ningún invento revolucionario pero básicamente, ante este tiempo transcurrido, decidimos que sacar discos físicos pagados por nosotros es un abuso de guita. Y no hay un público de 2 mil o 3 mil personas que esté esperando. Entonces es mucho mejor que nos volquemos hacia otro modo de producción: poder grabar más, poder hacer cosas de calidad y estar subiendo dos o tres veces al año simples con lado A y lado B.
F: Aparte eso de sacar un disco cada dos años es algo inventado por la industria como para poder sacarle guita al producto, le dan tiempo. Si fuera por eso... KISS sacaba dos discos por año. Pero nosotros no pertenecemos a la industria.
D: También pensamos en hacer mixtapes, recopilaciones de temas que han quedado de distintas etapas y meterlos ahí. Eso también lo tomamos de la cultura del hip hop. Estamos conectados permanentemente en cuanto a cómo hacer para que la banda mantenga una vigencia, porque a los 20 años salir a tocar y estar fresco no es un mérito, es una obligación. A los 40, como tenemos nosotros, que tu banda sea fresca es un mérito de la concha de la lora. ¿Sabes la cantidad de músicos retirados que vimos en el camino?
F: Y no es que no podés hacer las dos cosas, podés hacerlas. José es médico, él (señala a Doma) es periodista, él (Chaume) es diseñador gráfico.
D: Lo que pasa es que la música duele a veces, también. Porque hay otras cosas donde vos no comprometés una sensibilidad, y en la música vos ponés una sensibilidad muy grande. Y cuando eso recibe algunas cachetadas, es denostado o malinterpretado -y no necesariamente por la crítica-, duele. Siempre digo lo mismo: nosotros somos músicos... aunque no me gusta decir músico, porque es muy artista. Somos rockeros.

Pero sos músico también, no le dejes la música a los demás.
D: Es cierto. Somos músicos de rock and roll, y lo somos las 24 horas del día. Las otras cosas las aprendimos a hacer para esa otra parte de la vida, de sobrevivir en base al dinero y tratar de sufrir lo menos posible. Las hicimos para poder conservar el fuego y la esencia de ser músico de rock and roll. Entonces, el que lo lee al revés malinterpetó, leyó mal. Nosotros no somos como Bruno Díaz, que es todo el día Bruno Díaz pero para pelear se viste de Batman. Nosotros somos como Superman, que todo el día es Superman y para poder sobrevivir en la tierra se viste de Clark Kent. No es que somos todos oficinistas y nos juntamos y decimos "eh, dale, un poco de rock". El que lea eso tiene mala leche o mala interpretación. En mi trabajo hay gente que se quiere matar porque quiere comprarse el auto. Y a mí no me interesa, porque prefiero grabar un disco. Volviendo a eso, necesitábamos reencarar para adentro cómo íbamos a sacar discos o temas. Porque el disco, para afuera, se carga de un dramatismo que no tiene. Son nueve canciones que captan el momento de la banda ahí.

Y lanzar de a tres canciones le quita todo ese dramatismo, ¿lo sienten así?
C: Sí, además estás más cercano, porque siempre se da como un desfasaje. Cuando salís a presentar un disco, vos lo compusiste hace mucho y lo grabaste hace bastante. Entonces ya estás haciendo cosas nuevas. Y con este método sería más lo que está pasando en la banda ahí, en el momento.
F: Cuando tuvimos listo este disco, La otra dimensión, medio que nos dimos cuenta de que estábamos realmente solos. Fue decir "¿qué, nos vamos a quemar la cabeza para editar un disco?". Siempre lo digo, pero de El espíritu, que fue el disco que más repercusión tuvo, tengo un placard lleno en mi casa (risas).
D: Mucha gente dice "no, porque el primer disco, el de la calavera..." ¡Era el tercero! (Risas).
F: Ahora no es un placard igual, bajó un poco. Como yo manejo la feria, la guardo en mi casa, la llevo. Y de ese fui recargando al bolso, así que fue bajando. Pero hubo fechas donde lo pusimos a 10 pesos.
D: Llevamos diez Espíritus a 10 pesos y se fueron. En eso subyace una de las células terroristas más latentes de la banda. Es como él dice, ¿para qué vamos a seguir los pasos de la industria si nosotros nos cagamos en la industria?. De eso nos burlamos, por eso ponemos los discos a 10 pesos. Los últimos años no solamente por burlarse de la industria, sino también por entender el lugar y el momento en el que estamos más allá de lo declamatorio. Y nosotros sufrimos eso de verdad: en los cortes de entradas, en no poder sacar un disco (porque veníamos editando todos). Lo sentimos en cómo tenemos que movernos para ir a otras provincias... estamos yendo por el Paty y la Coca. Y vamos recontentos, ¿eh? Porque es como un viaje de egresados, nunca nos vas a ver volviendo de un viaje diciendo "no, qué mal, no pudimos traernos seis lucas". Pero lo hicimos porque esa gente lo agradece cuando vos vas. Entonces, desde los hechos, sufrimos este momento del país pero además respondimos. Y empezamos a hacer recitales gratis. Es nuestra manera de decir "muchachos, no tenemos que replicar el mainstream. Hagamos lo que se nos canta el culo, si esta es una dimensión aparte. ¿Para qué vamos a ser iguales al mainstream?". Ojo, ahora apareció ese afiche falso del Lollapalooza... (risas). Y no somos boludos, sabemos que tenemos un perfil para ese festival, sabemos que lo que falta es que ese lugarcito les quede vacío y uno diga "che, está esta banda, viste...". No me voy a vestir de falsa modestia: nosotros somos una banda a la altura. En Cosquín, los dos jefes de escenario vinieron y les dijeron a los chicos "los felicito, yo pensaba que esta clase de rock no se hacía más". No es que decimos "este rock tiene que ser consumido por las 10 personas que conocen todos los simples de los Stooges", no. Este rock hay que ponérselo a la gente en la cara y decirle "¿conocen al Yeti? Acá está".
F: Me encanta la metáfora del Yeti (risas).
D: Es que para mí es eso. Ese es un poco el lugar de la banda, y a mucha honra. La banda nunca se planteó grandes cambios estilísticos, lo que quiere hacer es canciones de rock and roll. Algunas tandas serán más de una manera, otras, más de otra...

¿Y cómo se hace para refrescar eso? Porque con las bandas que tienen un estilo tan marcado, la respuesta suele ser "es lo mismo de siempre".
D: Es mucho más fácil y está mucho más instalado a nivel periodístico pegarle a una banda de rock and roll que a una banda de pop por hacer todos discos iguales. A mí me encantan los Smiths, me encanta Morrissey y me parece un crack Johnny Marr como solista. Pero si me pongo la discografía de los tres (enfatiza): son-todos-iguales. No hay diferencia con la discografía de AC/DC, se repitieron a cagar.

En el caso de ustedes, tu forma de cantar cambió notoriamente respecto de los primeros discos.
D: Sí, a mí el vivo me dio muchas herramientas. Pero es como pedirle a [DaveMustaine que haga un disco de hip hop. Hay que tener herramientas para meterse adentro de lo que es el rock and roll y desglosarlo. Y saber que T-Rex no es igual a los Dolls, y que los Dolls no es igual a MC5, ni MC5 a Iggy Pop.
F: Para mí hay cambios notorios entre disco y disco. Lo que pasa es que los que nos acusan de eso no escucharon todos los discos. Si esperan que les peguemos un reggae... no va a pasar. Nosotros no inventamos nada pero tenemos una identidad, escuchás y sabés que es El Perrodiablo. Entonces, pedirle a una banda que logró tener una identidad -que no todas las bandas la tienen- que esté cambiando constantemente es al pedo, porque no lo va a hacer.
C: Meternos en eso es muy complejo. Nosotros somos músicos, para nosotros es un mundo que tiene un montón de diferencias y matices. No somos músicos de conservatorio, somos músicos de oído y tocamos de oído. Escuchamos discos y ya te digo, reconocemos a Chuck Berry de Little Richard, sabemos quién es quién. Si los demás no se dan cuenta, que investiguen.

¿Se pasan mucha música entre ustedes?
D: Desde siempre. Pero hará tres años, hicimos hincapié en una palabra que pertenece a una música que vos decís "sí, pero ustedes no tienen nada que ver con eso", que es el groove. Se lo tiene más ligado al funk, al soul, pero nosotros entendimos que dentro de un rock rabioso y cabeza y que pasa como una podadora, vos podés tener un groove. Y podés tener un elemento rítmico, casi te diría bailable, dentro de esa motosierra. Y lo re exploramos, y lo hacemos yendo a las raíces, escuchando a Otis Redding, a War, escuchando hip hop, y escuchando Brant Bjork. Otros músicos que hacían rock y tomaban esos elementos.
F: Capaz lo escuchás, te lo muestro y no tiene un pedo que ver. Pero algo hay.
D: Y vos me decís "¿cómo va a venir de Otis Redding si esto va volando?". Pero va volando y te estoy llevando. No te estoy llevando solamente a patadas en el culo. Para mí esa es la virtud de la banda, nosotros no llevamos a nadie al estado de euforia y catarsis que son los recitales nuestros a patadas en el culo. Lo llevamos grooveando, aprendimos que a la furia se le podía meter el matiz de mucha música negra que nosotros escuchamos, un montón y desde siempre. Cacería tiene un groove de blues duro que La bomba sucia no tenía. Y La bomba... tiene una cosa descarnada y caótica, que también está bueno. Son cosas que se han ido complementando. En los primeros discos tratamos de traer la llama de la furia inicial, el caos, porque a nosotros el caos nos recabe. La clave es traer lo que sirve de cualquier música a la tuya, no reproducirla igual. Nosotros no creemos en la reproducción por imitación, no nos atrae. Por eso también fue más largo el camino, porque no encajamos en una góndola premeditada.

¿Cómo se llevan con su ciudad? Hay una visión idílica de La Plata que muchos músicos de allá se encargaron de desbaratar.
D: Yo creo que durante muchos años, en La Plata, a alguna gente se le metió una cultura bastante elitista, que decía que todas las bandas tenían que tener un determinado perfil. Y de nosotros se dijo que éramos una respuesta al indie, cuando nunca fue así, al contrario. Fue circunstancial, apareció el indie y aparecimos nosotros. Surgimos en 2006, haciendo consciente algo inconsciente, como una respuesta a esa cosa elitista, conservadora y curada de La Plata como expresión musical. Los productos de la ciudad tenían que salir con determinados matices... y salimos nosotros, que ¿sabés qué somos nosotros? En una ciudad donde el principal empleo es ser empleado del Estado, el obrero de Manchester en La Plata es el empleado estatal. Y nosotros somos ese obrero, que reaccionó haciendo una música que dice "todo es una mierda y merece ser destruido". Y encima: vamos a destruirlo y en el medio nos vamos a divertir, porque esa es la parte. Nosotros decimos "todo es una mierda", pero mientras esto arda nosotros vamos a estar como vikingos, bailando. Y fornicando en el medio del fuego (risas). Igual, ahora conseguimos reconocimiento de otros lugares. Desde Pura Vida y los puravidenses, desde Casa Unclan, desde muchas emisoras radiales que se fueron haciendo su lugar. Y en algún punto, con todo el respeto por la clase obrera, como buen peronista, nosotros como empleados públicos somos un poco el obrero de la ciudad industrial. Lea es empleado del correo, Chaume y yo somos de la universidad, Fran trabaja en la imprenta del gobierno de la provincia, donde hacen los carnets de conducir...

¿Y notan una diferencia entre el público de Capital y de allá? ¿Pasa lo que en Capital, que el público deja un hueco enorme adelante del escenario?
D: Hay algo que me resulta relindo y me gusta, y marca el lugar que siempre tienen las mujeres y los pibes en la sociedad: las que muchas veces vencen esa cosa del hueco en los shows son las pibas. Y si es de día, los niños. Para nosotros es contención desde un lugar que si vos lo ves, decís "no, pero es reajeno, porque es un rock muy masculino". Nada que ver. Son los primeros que te pierden el miedo y saben que vos no vas a denigrar ni hacer cualquiera. Eso lo vimos hace varios años y nos pareció sarpado, porque sabemos que al rock and roll se lo emparenta con una cosa muy masculina solamente por la fuerza y la cosa potente. Hay una foto buenísima, de Cata Moncal, en el Teatro Argentino de La Plata, en la que una nena se me acerca y viene a chocarme la mano. Y es loco y lindo que ese hueco lo rompan las mujeres y los chicos. En general son los que mejor entienden las cosas.

***

Hacia el final de la charla, Doma agrega un dato que desconocíamos a toda su verborragia:

-Yo nací en Costa Rica, soy hijo de exiliados. Mis viejos se fueron con la dictadura y volví en el 83, cuando se terminó. Así que vine con seis años, a hacer la primaria. Tengo muchos recuerdos y durante mucho tiempo pensé que eso no me había afectado. Y es inevitable, cambia un montón tu visión de las cosas y es muy duro. Porque no podés dejar de pensar que de alguna manera había un futuro para vos en otro lugar también. Es reloco, volví este año a Costa Rica y la flasheé. Creo que es la primera vez que lo pienso, la primera vez que lo saco para afuera. Había un futuro alternativo, como cuando las películas vienen con dos finales. No es que me pesa, pero está la mosca zumbando.

¿Mirá si terminabas tocando otra música?
D: Estaría tocando las tumbadoras con una camisa floreada. Yo estoy feliz acá, pero sé que en algún punto el porqué me lo dio música: nos conocimos con el Chaume en tercer grado de la Escuela 102, fue empezar a escuchar discos desde los 11 años. Y a partir de ahí toda esta historia de ir metiéndonos en la música.

Entonces, cómo no creerle al Perrodiablo cuando hablan del rock and roll como aquello que es: lo que les salva la vida.



[Publicado en indieHearts el 7 de septiembre de 2017. Fotos por Martín Santoro]

jueves, 8 de marzo de 2018

Amor Elefante y Los Besos: el color oculto


Escribí este texto con el objetivo de publicarlo en otros medios. Finalmente, sale por acá. Amor Elefante y Los Besos llegaron en 2017 a sus cimas discográficas a bordo de canciones emotivas, sutiles y de núcleo pop. Sin embargo, estos dos discos no prevalecieron en las encuestas con Lo Mejor del Año que pasó. Pero aquí están.

TELÚRICO Y GALÁCTICO
Desde el comienzo, Oriente, el nuevo disco de Amor Elefante, advierte lo que va a pasar. Está en la letra de “Disimulando” -“Me vas a ver prendida en llamas hoy”- pero también en la guitarra criolla y los juegos vocales. En el canto cristalino. En la precisión para decir y que sea solo lo justo y lo necesario. El cuarteto -Rocío Bernardiner en voz y guitarras, Rocío Fernández en voz y batería, Inés Copertino en voz y teclados y Andrés Merlo en bajo- giró por varios estudios entre el año pasado y este, con un objetivo indefinido. En 2016 había publicado VIISHNU, un EP de cinco canciones que, en teoría, iba a ser la primera mitad de un disco a completar luego con la otra parte de la naranja. Pero parece que el entusiasmo llevó la cosa más lejos. Tanto que les salió el mejor disco que haya hecho Amor Elefante a la fecha, desde que vio la luz su álbum homónimo hace poco más de un lustro.

Quizá sea el sonido, lozano, más pulido que nunca (ellas responsabilizan a Ezequiel Kronenberg -Rosal, Varias Artistas-, quien se encargó de la mezcla y la posproducción). Quizá que hasta la portada del disco, una colorida ilustración de Daiana Ruiz, transmite una sensación agradable. Pero lo importante son las canciones y la ropa elegida para vestirlas. Eso que insinúa “Disimulando”, algo así como una introducción solo a voz y guitarra, se expande luego en canciones de factura impecable: melodías recordables sin ser obvias -sí, en la música pop es un mérito, chicos-, instrumentación escueta y exacta según la canción lo pida; muchas voces en el sentido más humano y literal del término (relean la formación: cantan todas). Otro mérito debe ser la síntesis, y quizá también tenga que ver con el cambio en los consumos en esta Era de Spotify: son nueve canciones en 27 minutos, un tiempo acorde a la atención del público oyente.

Oriente es bailable y reflexivo, telúrico y galáctico. El éxito del disco seguramente radique en esas paradojas. No parece indecisión, más bien es un gesto provocativo y quizá hasta natural esa convivencia entre el folclore argentino y el pop ultra hi-fi. Así, podemos agrupar las canciones en dos bloques, aunque en algunas se den ambos factores a la vez. “Nadar” o “Estrella de mí” nacen o desembocan en sonidos argentinos pero tienen su pata pop resuelta con confianza, sin forzar. “Nadar” sería algo así como el primer movimiento folclórico en el álbum (es la segunda canción). Aparecen las percusiones y con ellas un aire de chacarera adornado por teclados oníricos; cuando se suma toda la banda se vuelve un pop viajado y trabado, como la letra, que tarda en resolver su historia (“Deja que tus sueños sean como el mar/ Que en la profundidad vos te encontrarás/ Y hallarás libertad”).


“Estrella de mí” funciona al revés. El aura telúrica viene anticipada por la mismísima letra (“Estrella de mi alma ven/ Quiero saber/ La luna se ha ido/ Y te veo bien) aunque se empieza por el pop arrebujado y luego se da tránsito a una ¿baguala? espacial, con juegos vocales efectivos (qué fácil se hace cuando en una banda cantan todos, y bien, y se distinguen las voces entre sí. Además, para la ocasión se suma la voz de Candelaria Zamar). Sorprende cómo, aun en un contexto musical ajeno, esos versos suenan a algo de acá. Una fusión precisa y reveladora y, tal vez, la mejor canción de un disco de excelentes canciones. Desarrollo instrumental y canto de tierra adentro. Para adentro y para afuera a la vez. Pop con cerebro (¡sí, se puede!)

En el lote del baile hay variedad: “No me inspira” debería ser el corte de difusión, es la canción más derechita de todas. Tanto que no tiene estribillo y se resuelve en una sola parte a la que se le adicionan elementos -arreglos de teclados y guitarra- con solos de guitarra como puentes. Ni siquiera la letra cambia, son siempre los mismos seis versos: “No me inspira nada / No me inspira no/ Y canto grave para hacer vibrar mi pecho/ Que se siente vacío/ Que no tiene suspiros/ Que no hace otra cosa más que hablar de vos”.

“Trópico” y “Me fui” continúan ese camino, aunque sean canciones bastante diferentes entre sí. En la primera, el suave-fuerte-suave atribuido a Nirvana es llevado a una canción más bien calma: entrecortada en los versos y, como dice el nombre, tropical en los estribillos. “Me fui” nos sitúa, al menos en el plano imaginario, en las playas del Caribe y con un trago en mano. Ambas canciones comparten, además de cierta cadencia, el honor de haber sido reflotadas para Oriente. Las dos fueron parte de VIISHNU y volvieron aquí: “Me fui” conserva la estructura, pero “Trópico” fue acortada y tuvo sus variaciones: el coro introductorio de la versión original -casi que el tema- quedó ahora como coda. La reestructuración le vino bien a la canción y muestra cuánto hubo de proceso en poco más de un año.

La frutilla del postre es “Qué raro que me siento”, la más honesta revisión que se haya hecho desde el rock a la cumbia argentina. Original de Mala Fama, se vuelve casi una suite psicodélica y coral. Otra vez, hay desarrollo y precisión. Que mantengan el género original le suma -no hay peor cosa que las reversiones ajustadas al intérprete- y es realmente gracioso el “sigo bailando para no llorar/ y escabiando para olvidar” cantado con esta brillantina melodramática. Parece que al mismísimo Hernán Coronel le encantó el resultado. Punto para Amor Elefante y premisa cumplida. A lo Virus: poner el cuerpo y el bocho en acción.




A BORDO DE UNA VOZ, LA VOZ
Si Amor Elefante practica la síntesis, qué decir de Los Besos y sus seis canciones en dieciséis minutos y pico. Alcanza para hilvanar otro disco de esos que debería figurar en todas las listas con Lo Mejor. Porque, aunque sea un EP -nunca sabremos dónde empieza la diferencia entre extended play y long play-, ¿cuántos lanzamientos traen seis canciones como estas? Posiblemente encontremos resultados similares en todas las grabaciones sueltas y “discos” que Paula Trama arroja por ahí, como si fueran diarios de domingo que quedan para siempre en los porches de casas abandonadas... o perlas  que se pierden en el océano internético, mejor. (Pista para despistar: puede encontrarse su música en varios usuarios-direcciones de Bandcamp, más de dos y menos de 10, alguno con discos repetidos pero diferentes portadas. También YouTube acrecienta su colección de canciones, versiones y diversiones).

Lo sabemos: Los Besos es una banda, y una de esas exquisitas, adictivas. Pero no por nada fueron primero Paula Trama y Los Besos y, ya con grabaciones a cuestas, solo Paula y Los Besos. En la transición a grupo que, ellxs mismos dicen, tuvo que ver con la forma en que empezaron a recomponer lo que llevaba Trama a los ensayos, persistía el nombre de la cantante y guitarrista. Y es que Los Besos -hoy sí, solo Los Besos- tiene en Trama a su figura descollante. La estrella más brillante de una constelación de músicos que lo tiene muy claro: en esa voz está el norte. Federico Fragalá (teclados), Sebastián Rey (bajo), Victor Rallis (trompeta y coros), Ariel Chisleanschi (batería) y Pablo Berardi (teclados; en el disco solo participa de “Offline”, pero ya es parte estable en los magníficos shows de la banda) están a disposición de, quizá, la más inspirada intérprete que tenga el pop-rock argentino -elija su catre favorito- a la fecha.

El canto de Paula se conecta a fondo con sus textos breves, románticos y picantes. No deja de sorprender cómo lleva la estructura de las estrofas, versos cortos, a veces una sola palabra, a la acción vocal: en ese detalle está su triunfo. “Dos cassettes”, la primera y oscura canción, funciona como muestra. Los vocablos se deslizan de forma tal que no se sabe dónde empieza y dónde termina cada verso. Su registro, además, le permite a Trama ir de interpretaciones más bien secas -como la del tema citado- a otras donde se desenvuelve, como en la magnífica “Offline”, una oda a la desilusión y la ruptura (para peor ¡ruptura virtual!, de esas que indica un cartelito en una pantalla). En “Helados verdes” también se da esa magia donde la viva voz redimensiona la letra. El juego entre bolsillo-vos-y-yo, la pausa milimétrica cada dos o tres sílabas. Una canción imperdible que encuentra en esta, su tercera versión, la definitiva.


“Pasito espectacular” quizá sea el pico interpretativo, o al menos el momento en que Trama y la banda -solvente y minimalista, pero bicha en los destellos- muestran todas sus facetas: la solemnidad soprano del comienzo, otra vez desolador (alcanza con cuatro palabras: “No era exactamente como pensaba/s”), la narración entrecantada, el tarareo inquieto (hasta pareciera que Paula se burla un poco de todos nosotros). Todo se disuelve apenas pasados los 120 segundos, donde Los Besos pasa de ser una orquestina jazzy a convertirse, de golpe, en un usina de pop derecho viejo. Hay otra estrella que pela su voz: es la trompeta de Rallis -cantaría el dúo Gattas-Sergi- y sus pinceladas impresionistas. Entre ella y los teclados se reparten los colchones de levedad donde flota el resto y, principalmente, la voz.

“Turmalina” es el cierre sombrío de un álbum que hace equilibrio entre el pesar y la alegría. El tema podría ponerse en la mesita de luz al lado de “Sangre fría” (Flopa Lestani, 2007) y acompaña en las teclas -porque las casualidades no existen- Inés Copertino, también coequiper de Paula en Susi Pireli. Litto Nebbia cantó alguna vez a Señora Vida y Señora Muerte. Aquí se despide a Señora Fantasía, mientras la protagonista se hace una pregunta tan poética como inesperada: “¿a quién le croarán los sapos en su estanque?”. Si escuchan este disco, no es de extrañar que intenten capturar algo de ese canto raro, anfibio y precioso.




*Oh, sorpresa. Aunque este texto fue escrito mucho antes del anuncio, vale recordar que el viernes 23 ambas bandas estarán tocando juntas en Xirgú Espacio Untref. Haciendo clic aquí, toda la data. Vayan.

[Foto de Amor Elefante por Denise Giovanelli. Foto de Los Besos por Catalina Bartolomé]