viernes, 10 de febrero de 2012

Spinetta: siempre estarás en mí


“¿Acaso no son el verde y el amarillo cada uno de los colores opuestos de la muerte, el verde para la resurrección y el amarillo para la descomposición, la decadencia?”.
Antonin Artaud.

***

Todavía no caigo.
Pasó un día y otras horas, pero nunca voy a caer. No pasaba ni cerca de mi imaginación la idea de que Spinetta se fuera así, de manera tan repentina, tres semanas después de escribir un texto deseándole buena salud, creyendo que a él no le iba a pasar, porque era Spinetta. Es.

Ayer fue el mensaje de mi novia, y buscar en internet sin suerte. Prender la tele antes de rajar del laburo -es largo de explicar- y encontrar a Valeria Lynch hablando de él, sorprendida en un homenaje que era para ella. Y la confirmación. Y no caer.

Viajar en el Urquiza -paradoja, Spinetta vivía en Villa Urquiza- escuchando las radios que se dejaban escuchar, y todos conmocionados, escuchando a otros: la gente que llamaba, los músicos que apenas lo conocieron pero lo amaban.

Y pensar en cualquier cosa, recordar momentos con él, así: con él, junto a él, acompañados por un artista que nos cantaba al oído cosas maravillosas, nos hacía creer en un lugar mejor, era nuestro refugio, un mundo aparte, su mundo que se convertía en una guía, nosotros escuchándolo con atención ante cada aparición pública, ante cada disco nuevo, ante cada descubrimiento de una vieja perla.

Pensé en mi novia, que venía viajando conmigo, los dos mudos. En el verano del año pasado, me regaló para mi cumpleaños el tesoro más preciado, Spinetta y las Bandas Eternas (puedo decir que fui insistente al respecto…). Pensé en ese show y la suerte de haber estado allí: ya había sacado mi ticket para ver la que fue la última visita al país de AC/DC y, de golpe, al Flaco se le ocurría juntar a todos sus grupos, los que yo amaba y amo, el mismo día que tocaba el grupo de Angus Young. Hice lo que pude, busqué alternativas para poder estar en la noche eterna de Vélez, y la suerte me acompañó: logré el cometido de cambiar la entrada de AC/DC para otro día y me emocioné con las cinco horas y monedas de la música más linda del universo.


Pensé en mi amiga Florencia que lo ama y en su primo Facu, un tipo al que me cruzo siempre en la calle y de lo primero que hablamos es de él; cuando se enteró de que me habían regalado el cofre, me mando un mensaje de texto como si me hubieran comprado una casa. Pensé en mi hermana Aldi que justo se había puesto a escuchar el Unplugged, y en los mensajes de mis viejos y mi otra hermana, Ana, cuando se enteraron. Pensé en Fede, mi amigo que no pudo cambiar la entrada de AC/DC y se perdió el show de Vélez. En Luqui, mi primo, que me decía que El jardín de los presentes era el mejor de Invisible hasta que, le insistí, escuché con mayor atención el primero, y me dio la razón. En Pablo de La Perla Irregular, que me contó de cuando le fue a llevar los discos de la banda a esa casa que ahora vemos en los noticieros: la primera vez lo atendió una chica y recibió los CDs, la segunda vuelta, una voz mágica y nada misteriosa –digo, le sonaba a Pablo muy familiar, tan familiar que era- le comentó desde el otro lado de la puerta que “todavía no los pude escuchar bien”.

Pensé en el último show que vi de él, en el teatro Coliseo, con mi novia, Fede, Facu y su novia, una chica (muy) uruguaya que, creo, conoció por Facebook gracias a… sí, por supuesto. El show fue rarísimo, indescifrable, el show más antihitero que vi en mi vida -nota: vi varios shows de Spinetta-, algo así como la antítesis del show de Vélez, donde nos regaló lo que daba en migajas: los temas que se aman, se añoran, o se querían volver a escuchar en su voz.

Spinetta no tocaba esos temas porque le gustaba su presente. Y sí, algo de razón tenía: los demás eran los que vivían atados a su pasado, a su juventud -las nuevas generaciones, donde entraría yo, atadas a lo que no vimos o vivimos en su momento-, a la eterna necesidad de valorar lo hecho tiempo atrás, la melancolía tanguera del argentino. y él siempre es presente; siempre miraba hacia adelante, representaba el hoy de un arte inimitable, trabajado, poblado de sutilezas, amor, imaginación y búsqueda; la constancia de un tipo que parecía invencible.

Pensé, como muchos, en Charly García. ¡Quién hubiera dicho que iba a sobrevivir a Spinetta! Las apuestas no garpaban nada. Y también pensé, en la nebulosa, en el milagro que sería que Gustavo Cerati despertase. Y lo horrible que sería que el tipo vuelva a ser quien era y le comuniquen la noticia; durante tu sueño se murió Spinetta. Es terrible, pero lo pensé: Cerati, que sin Spinetta no sería Cerati, sumido en la ensoñación mientras su máximo ídolo muere.

Pensé varias estupideces más. “Bueno, ahora a todo el mundo le va a gustar Spinetta”, algo que imaginé como positivo y negativo a la vez (positivo porque el arte supremo de LAS debería ser apreciado por mucha más gente, aunque seamos muchísimos; negativo por el celo de secta, nosotros, los que lo sentimos casi como una deidad, ante la banalidad de cualquier ganso que te dice “me gusta Spinetta” como te dice “amo a los Beatles” y conoce cinco temas de la Beatlemanía y punto).
Otra fue “Ahora van a reeditar todos los discos, hasta Only love can sustain, el único que nunca escuché. Voy a poder tener Kamikaze, que está descatalogado”. “Se viene el libro de Sergio Marchi”. “Todos los diarios van a decir ‘el poeta’ e idioteces del estilo”. Y así.

Lo que pensé después de un rato largo fue de lo poco potable que brotó entre mis ideas, algo lógico y nada brillante, pero que me calmó por un rato. Un tipo como él no merecía sufrir: al menos sufrió poco y murió reconocido y acompañado por su familia, en su hogar.

De todas formas, no lo merecía. Un tipo con esa gracia, con un don tan maravilloso, con la altitud de pocos seres humanos, el que detenía al tiempo y el espacio con sus melodías y abrumaba con la densidad de sus silencios, sus armonías de otro planeta y su voz, que jugaba a ser tenue pero era increíblemente poderosa. El consuelo y, sí, el antídoto contra todos los males de este mundo.

Pensé, y sigo pensando, que le debo algo. Pensé que nunca voy a poder llevar a cabo esa charla que soñaba, para este blog; para mí. Pensé que, algún día, tengo que terminar de sacar con la viola Cantata de puentes amarillos. Que es casi imposible, pero Spinetta me enseñó que hay acordes que parecen imposibles pero los puedo sacar y hacer (y luego, quedar exhausto y contento).

Y siento que nos quedaba mucho por recibir de él, eso es lo más triste. De un artista con presente siempre llegan iluminaciones. Su obra, inmensa en contenido, ancha en el tiempo y poblada de variedades seguía proveyéndonos de materiales preciosos. Spinetta era una mina de oro que siempre seguía dando.

Pensé en su influencia, que va desde sus hijos artísiticos -Fito, Cerati- hasta sus compañeros generacionales -Litto, Charly, Moris, Javier Martínez, Miguel Cantilo-, pasando por cantidades industriales de músicos del under rockero, artistas que se dedican a otros géneros (desde Liliana Herrero y Mercedes Sosa, a Rodolfo Mederos, Hugo Fattoruso y Piazzolla, que una vez lo invitó a tocar). Y aquellos fans insólitos como Juanse, que para muchos personifica a Pomelo, el rockero idiota que inventó Capusotto y para Spinetta era un artista digno de ser versionado (y lo hizo). O Iorio, el metalero que se supone -y muchas veces da razones para ello- facho, el que cantó en su disco solista -bajo los efectos de la evidente emoción- Durazno sangrando y Toma el tren hacia el sur.

Pensé en la desgracia ensañada estos últimos tiempos con el universo spinetteano, tomando forma en la ignorada muerte de Diego Rapoport, el brillante teclista que acompañara al Flaco en Kamikaze y durante un período de Spinetta Jade; en el fallecimiento de Sartén Asaresi, otro colega que lo acompañó con su guitarra y ayudó a Luis para que “saque” –sí, leen bien- nuevamente sus canciones, sus acordes multifónicos, para el concierto de las Bandas Eternas.


Así podría continuar. Escribir y no dormir recordando cosas, releyendo y reinterpretando sus letras, como la de Post crucifixión, el mejor hard rock de la vida, que dice:

Abrázame,
Madre del dolor
Nunca estuve tan lejos
De mi cuerpo.
Abrázame
De la vida yo ya estoy repuesto.

Y en esta quietud que ronda a mi muerte
Siento presagios de lo que vendrá.

O la letra entera de Sinfín, compuesta a medias con Roberto Mouro (léanla acá).

Recordé cuando compré por internet el disco doble de Los Socios del Desierto, descatalogado. Me lo mandaron con otros muchos discos por correo; los otros fueron una excusa para conseguir ése, la figurita difícil. También -para esto me ayudó mi amigo Hernán, que siempre me pide que toque Bajan y me recordó el dato entre risas hace poco- me reí por dentro cuando volví un par de años para atrás. Tocábamos con la banda en un bar metalero de San Miguel y, en un fragmento del “show”, quedé yo solo con la guitarra acústica haciendo un par de temas. En un bar metalero. Y toqué Plegaria para un niño dormido. Y pensé que tengo que volver a hacer música. En fin.

Era lo que no queríamos que suceda, jamás. El “Flaco, no te mueras nunca” que le gritaban en los shows, al que respondía con su genial humor, signo infaltable de un ser maravilloso.
Estamos empezando a extrañar lo que ya no va a ser, lo que no veremos más, las canciones que nos vamos a perder. Pero en su refugio todavía tenemos lugar, la eternidad imaginaria guarda su espacio en los surcos de un disco, en un reproductor de mp3 y en el aire. Como dice la frase de arriba: “toda la música que cuelga, suena por ti”.


Ahora cuenten ustedes, me voy a dormir.
Ya caeré.

(Sepan disculpar algunas desprolijidades del texto, va lo que salió y sin corregir).

lunes, 23 de enero de 2012

El Flaco Luis


No hay mucho nuevo que decir de Spinetta por estos días. Todos aquellos que nos sentimos tocados por su varita mágica, ésa de las palabras imposibles, los acordes aún más imposibles y la dulzura etérea que muchos consideran soporífera -puedo comprender que a alguien le aburran sus discos solistas de los últimos 20 años, pero si no te gusta Almendra no tenés sangre papá- pensamos casi diariamente en él desde que un medio gráfico digno del grupo de medios que proviene lo obligó a hacer público el padecimiento de una enfermedad que está en el mundo sólo para romper las pelotas y quitarnos a gente valiosa.

Spinetta a esta altura es como un familiar, los que lo queremos nos sabemos la fecha de su cumpleaños y sentimos esa afinidad parental con el Flaco Luis -a lo sumo Luisito; nunca Luis Alberto: decirle así es de idiota-, ese señor que nos cambió la vida con su voz y un arte comparable a cualquier gran artista revolucionario de otras latitudes. Quien escribe siente que Spinetta no palidecería ante Paul McCartney, Dylan o el que le quieran poner enfrente; él está a la altura de todos esos y hasta quizá su mundo sea aún más peculiar y definible -¡e indefinible a la vez!- que el de otros monstruos de su peso y categoría.

Pensándolo un poco, puedo llegar a una conclusión: lo que más me conmueve del arte de LAS es su armonía, aquellos acordes únicos que te rompen la mano, ése don para dibujar arpegios imposibles, el misterio de un sonido que sólo encontramos en sus canciones y quizá no volvamos a oir ni sentir en las manos nunca más (¡ni siquiera en otra canción de su autoría!). Y arribo a esta conclusión sabiendo que, sí, sus textos-poesías-letras-líricas o como se le quiera decir también son únicas, hay una sola canción en el universo todo que incluye la palabra "recircule" y la compuso este flaquito frágil de Belgrano. Pero las palabras, más o menos, las comprendemos e interpretamos (si queremos) todos, todos tenemos la capacidad de leer y deducir y no llegar a ninguna conclusión... La música es más misteriosa aún, no todos la ejecutamos y, aunque la podamos escuchar, esconde en sus formas una profundidad abstracta que afecta -digo yo- aún más que el sonido de una palabra (aunque la palabra sea "magma" o "proserpina" o "alba" o "tajo"). Si alguien junta letras e inventa una palabra muy probablemente esté diciendo cualquier cosa, pero todavía hay sonidos que nos pueden impactar y sorprender y en eso de combinar, jugar y sorprender, Luis es rey. Con sus lánguidas séptimas mayores, sus quintas aumentadas, su incógnita sonora eterna y sus vueltas interminables...

Por eso, esperamos que el Flaco se recupere pronto: por él, porque alguien que dio tanto amor merece que toda esa energía y ese mundo de belleza, vuelva en salud. Y porque necesitamos de su aire para que toda la vida tenga música hoy. ¡Salud, Maestro!

lunes, 26 de diciembre de 2011

Charlas con músicos: Walas de Massacre (pt. 2)


Segunda y última parte de la charla con Walas. Antes que nada, cabe destacar que Ringo fue elegido en la encuesta del suplemento No de Página/12 -donde se cuentan los votos de 150 músicos- como el mejor disco del año 2011. Por lo cual podemos decir que marcamos tendencia sacándolo a W. unos días antes que ellos (?).
En esta vuelta que les sirvo, el frontman de Massacre se explaya en sus pensares políticos; nos cuenta las vicisitudes de su oficio de poeta rockero y; antes de rajarse a tocar, reflexiona sobre el pasado y el futuro inmediato de su poderosa banda, la cual -por lo que afirma- tiene mucho camino por delante.
Espero que les guste, creo que quedó linda.


LOS KIRCHNER, EL PERONISMO Y LOS ARGENTINOS

Te quería hacer algunas consultas respecto a un par de letras de Ringo. La primera es sobre Muerte al faraón y su connotación política. Has hablado bien de Kirchner en varios shows y entrevistas, le has dedicado algún show...
Sí, a él y a Cristina. Los recontra voté a ellos, los recontra banco, me encanta la figura del matrimonio, me encanta.

¿Te gustan por eso?
Me encantan por la figura del matrimonio porque nosotros tuvimos dos patriarcas y matriarcas que son Evita y Perón. Y hoy en día ellos son un poco eso puesto al día. Hoy, Evita y Perón no resistirían ni cinco minutos de análisis político mientras que los Kirchner sí. Y Muerte al faraón es una oda -a los Kirchner, o a Néstor, lo estoy tocando tangencialmente-, un himno de apoyo a la nueva militancia y a la nueva participación social. A los pibes que en mi generación no existían, nosotros éramos una generación...

¿Apolítica?
Sí, o sea: la generación mía tenía un tinte político porque lo que celebrábamos era la recuperación de la democracia, la caída de los militares... Buenos Aires, cuando yo era chico y empecé a tocar, era como la sucursal de lo que fue el post-franquismo en Madrid; entonces celebrábamos esa libertad y demás. Después vino un tipo, un chabón que dijo “las ideologías han muerto”, nos impuso eso y así estuvimos en los ’90: empobrecidos a nivel cultural, con el polimodal, mirando a otros intereses que siempre eran materiales y demás. Y que Néstor haya venido y haya dicho “chicos, armen centros de estudiantes, armen -no sé- La Cámpora o lo que sea”, habla muy bien.
Un tipo al que no le importa tener oposición, que se la banca y no le importa “armar” -si querés- enemigos, se la banca en el juego democrático y en el juego social. Entonces Muerte al faraón es un poco eso. Puntualmente, ¿sabés lo que es? Los chicos que el año pasado se le plantaban al gobierno de la ciudad y le decían “loco, si no me ponés una estufa, te tomo el colegio y me quedo a dormir”. Donde dice “es una piba”, me refiero a la directora del centro de estudiantes del Nacional de Buenos Aires. Y bueno, es eso, la celebración de la nueva militancia desde un tipo que creció en una generación con miedo a todo. Qué sé yo, nosotros fuimos punta de lanza de la resistencia, pero...

Pero más por otro lado quizá.
Sí, y fuimos poquitos, nuestra generación en realidad le tenía un cagazo a todo... veníamos de los milicos. Y por eso me encanta que haya pibes y chicas que se le planten al poder y le digan “loco, dale”.


Me sorprende también que el disco se llame Ringo y tenga un tema dedicado a Bonavena. No sé si me resulta raro porque los asocio más a la cultura del skate... ¿Te gustaba el boxeo de pibe?

Me gustaba el boxeo... no me gustaban demasiado los deportes en equipo, nunca funcioné en equipo, siempre fui individuo. Por eso me gustaba el skate; el boxeo también: salís solo a la cancha a pelear y no dependés ni de que uno te pase la pelota ni de que otro te la saque. Puede tener que ver con eso. Y el homenaje a Ringo es acercarnos a lo simple, a lo cercano, a lo cotidiano.

Y es un poco peronista también...
Seee, seee (¡así los dice!).

¿Lo pensaste por ese lado?
(Piensa unos segundos) Sí (risas). Nosotros hemos hecho homenajes: Estamos en problemas de El mamut es eso también, es la Plaza de Mayo con los bombardeos. Un día es de democracia y de sol, otro día tiran bombas... Me encanta homenajear el cómo somos los argentinos, ver cómo somos, hijos de tanos y de gallegos... ¡somos geniales! (Risas).
¿Sabés que pasa? De chico, como amaba el skate, estuve mirando demasiado a Norteamérica, a California. Y ahora que estoy más grande me doy cuenta de que nosotros somos geniales. Somos hijos de Cortázar, no de anglosajones sino de tanos y de gallegos. Tenemos otras necesidades, otras pasiones, somos más sanos y más felices que los yanquis y los anglosajones. Y nos vienen garcando durante décadas, por lo cual somos más pobres y en definitiva con horizontes más cortos y más felices.

Por eso Ringo, bien argentino.
Sí, Ringo es eso, decir ya está: ya me cansé de alabar al skater, a los Beatles, a los psicodélicos (risas). Me dan ganas de hacerle una letra a un chabón que vive a diez cuadras de mi casa.


EL INDIO SOLARI Y LA POESÍA-ROCK

Hace poco nombraste como tus referentes poéticos dentro del rock a Lou Reed, Patti Smith y el Indio Solari. Me sorprendió la mención al Indio...
Dentro de los que agarran guitarras y hacen poesía-rock, sí, son mis tres referentes.

¿Pero vos eras de escuchar a los Redondos?
¡No, nunca! ¡Jamás!

¿Y por qué pasó eso, que tengas tal consideración?
Y, porque considero que el tipo tiene una pluma... es el dueño de unas frases y unos conceptos y unas imágenes que son tan sublimes, que ya está, que trascienden a la mera poesía-rock. La poesía-rock es a lo que me dedico yo y la considero un género menor, esto lo hablo con amigos escritores y demás. Como me dedico a ella y soy recontra inseguro...

¡Te gusta tirarte abajo!
Exactamente. Igual no es un género menor, porque es mucho más complejo tener que estar al servicio de una métrica que te pone un punto, un deadline claro que son tres compases y terminar las frases con E y con A, es mucho más difícil que un tipo que escribe sobre un papel y el único límite que tiene es el margen, como la prosa o como la poesía. Por eso no es un género menor.

Y además la llegada que tiene, ¿no?
Sí, la llegada que tiene porque va en un vehículo que se llama viola, o batería, o bajo. Pero en realidad decir una frase que contenga, que diga, que comunique y que encima termine juuusto en el compás donde la bata hace “pá”, ¡y que encima termine con E! ¡Es dificilísimo, boludo! (Risas).

Y más hacer una carrera con eso, de tantos discos.
¡Claro! Yo te digo que es un género menor pero en realidad es dificilísimo, mucho más que un tipo que agarra y dice “¿qué tengo acá? Una hoja y una birome”. Listo, y entonces hago una imagen bárbara y termino donde quiero, freno donde quiero. En cambio, tener que terminar justo cuando la bata hace “pá” es bárbaro. Y los referentes, los que hicieron cosas buenas en ese formato y en ese vehículo son Dylan, Donovan, Patti, el Indio ni hablar... Entonces yo soy un pichón de eso y quiero ir aprendiendo a hacerlo cada vez mejor. Quisiera ser cada vez un mejor letrista. Todas las letras del grupo las hice yo, desde Massacre Palestina -cuando era chiquito- que soy el comunicador.


MASSACRE: EN RETROSPECTIVA Y MIRANDO AL FUTURO

¿Cuál considerás que es el mejor disco de la banda?
Ahí me tengo que sumar a la opinión de los críticos y de la gente: está el que dice que el mejor disco es uno de los ’90... No sé, la verdad es que no sé. No sé si decirte por discos sino por temas, a mí me gusta decirte “mirá esta letra, mirá este tema”, no sé si por disco.

¿Y cuál sería el mejor tema de Massacre?
A mí me encanta uno de El mamut que se llama Clavos y globos, que es una bestialidad y transmite un momento de mi vida que es tan tan tan desgarrador... ése me encanta.

¿Es el que le mostrarías a alguien que no conoce a la banda?
¡¡¡No, no, no!!! ¡No se lo mostraría ni loco! (Muchas risas). Porque es absolutamente terrible (Más risas).

¿Y cuál le mostrarías a alguien que no los conoce?
Qué sé yo... nosotros somos una banda jodida, depende quién sea, a quién se lo tenga que mostrar. Hay temas que son estribillo-estrofa, estribillo-estrofa y final; y otros temas son sucesiones de partes que nunca se repiten. Es como la cita, viste: salgo con una chica que no sé qué, salgo con otra chica que no sé cuánto...

¿Tienen pensado hacer un Obras o algún show grande próximamente?
Sí, el año que viene ya sacamos Ringo a la cancha, es un disco que salió hace re poco, con lo cual va a estar en la cancha en el 2012. Apenas tiene un corte de difusión, un solo videoclip, así que ahí van a entrar Obras, el Luna Park... Ringo es un disco de 2012 aunque ya entre en las encuestas y las estadísticas de este año.

¿El próximo corte cuál va a ser?
Estamos viendo, hay de todo. El disco es súper variado, súper elástico, podés elegir lo que quieras...

El deseo podría ser un corte seguro, ¿no?
Sí, es un corte seguro... pero para el invierno; ahí toca el tecladista de Las Pelotas.

[Lo vienen a buscar porque ya tiene que salir a tocar, recordarán que llevamos a cabo esta charla en la previa de un show. Walas consulta: -¿Toca Massacre ya?]

Tenemos que cortar, preguntame algo más: 'Walas, ¿blanco o tinto? (Risas). ¿Boxer o slip?' (Más risas).

Te hago esta última que creo que está buena para terminar: ¿sentís que representás a Massacre y que el grupo podría seguir si pierde a otro integrante, por ejemplo Pablo? ¿Podrían seguir llamándose Massacre?
¡Qué pregunta buenísima, boludo!

Te cagué, ¿no? (Risas).
Qué pregunta hermosa... (Piensa). No, mirá: yo asumo, lo dije y lo digo, que Massacre es un conjunto de individualidades, de criterios, de caracteres, de gustos musicales. Pero soy consciente de que Massacre somos cuatro tipos sobrios y un locazo que soy yo, ¿entendés? Ellos son cuatro tipos que, si querés, a nivel artístico y a nivel perfil, son cuatro Radiohead. Y yo soy un suicida, un bestia, un kamikaze que me tiro. Soy un bocón: la punta de la lanza, el tipo que sale vestido de mina, que dice barbaridades, que bardea a otros artistas (risas), que me mando al incendio, mientras los otros son… tranquilos.

Por eso: los sobrios son los que se pueden cambiar, no el loco... Massacre sin vos no existiría, partamos de esa base.
No, sin mí no existiría.

Y supongamos que viene un día Pablo y te dice “me voy”, ¿qué pasa?
Nooooo, yo sin Pablo no haría nada. Sin Pablo Mondello, que lo conozco de chiquito, mi compañero del colegio Mariano Moreno, que cuando yo venía con Dead Kennedys y con hardcore -con Wasted Youth, Black Flag y Minor Threat- el tipo venía con progresivo, con Genesis, con Yes, con Van der Graaf Generator... Nos amamos y nos enamoramos mutuamente sin gustarnos una cosa del otro, los discos que ponía Pablo con guitarristas virtuosos a mí no me interesaban y a él supongo que tampoco le interesaría Black Flag. Sin embargo hoy en día nos revalorizamos y yo digo “¡gracias a dios me crucé con este tipo cuando éramos chicos!”. Y él dice lo mismo: nos necesitamos, nos queremos mutuamente, recíprocamente.

La respuesta a mi pregunta, entonces, claramente es un “no”.
La respuesta es no. La mejor formación de Massacre es esta formación 2011, lejos. Digo “un, dos, tres, va” y es una bomba atómica; y nos llevamos bárbaro, no tenemos luchas de egos, no tenemos hoguera de vanidades (risas), no tenemos competencia a ver quién sale en la foto y quién no, quién dice y quién no. Nos equilibramos perfectamente.

Bueno, me alegro. Ya nos tenemos que ir, ¿algo más para decir?
Eh, no... (Risas). ¡Feliz año, felices fiestas!

¡Salud!

[Textos: Tucho.
Fotos: Gonzza Iglesias y Flo Filiberti.
Ingeniería psíquica: Madi Elorza, Fede Ruiz y Teté Creidy.
Se agradece a todos ellos y -nueva y finalmente- a Miriam Maidana, Eugenia Tavano y el Duende].

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Charlas con músicos: Walas de Massacre (pt. 1)

Otro honor para La música es del aire llega justo sobre el cierre del año, casi como un regalo para las Fiestas.
Hace tiempo venía persiguiendo la idea de charlar con Walas pero me parecía difícil llegar a él; al menos eso creía por una cuestión de magnitudes: que era casi imposible llevar a cabo esta charla que hoy les presento. Todo se dio gracias a la intervención de Miriam Maidana, amiga virtual de LMEDA y amiga real de Walas, que fue quien me ayudó para que esto sea posible. Eugenia Tavano fue el contacto al que me derivó Miriam y quien dio la estocada final para que todos ustedes puedan leer esta charla con Guillermo Cidade.
Ellas dos no saben cuánto se los agradezco, aunque haya sido repetitivo al respecto.

En fin, el domingo tocó Massacre en XLR de San Miguel, mi ciudad, y pude hacerme presente para estar cara a cara y durante media hora, con ese personaje único del rock argentino. Un loco maravilloso que se muestra amable y freak en público y que, cuando charlás con él, se entrega con facilidad y te cuenta sus problemas, miedos, gustos, culpas, pasiones, mambos y deseos con una soltura envidiable. Es él arriba y abajo, sencillamente.
No me gusta hacer mucho prólogo a estas charlas con músicos pero en este caso cabe aclarar cómo se dio todo: éramos cinco personas (dos amigos que vinieron a ayudar con las fotos, Walas, el Duende -productor de Massacre- y yo) en la camioneta de doble -¿o triple?- cabina del grupo, a oscuras y urgidos por un show que podía arrancar en cualquier momento, casi sin verle la cara al protagonista pero a la vez mano a mano; todo mientras afuera los pibes andaban en skate, ya que el show estaba anunciado como festival skater y antes de Massacre tocaban cuatro bandas. En el patio trasero del lugar estaba dispuesta la pista, al costado hicimos la nota.

Bajó Walas, lo saludamos y fuimos directo para la camioneta. Vio mi remera con la portada de Marquee moon de Television y rompió el hielo, cuestionando un poco en broma un poco en serio, como hace en los shows: "Ése disco, ¿es genial o es una mierda". Prendí el grabador y arrancamos, mientras él seguía explayándose sobre Marquee moon:
-Es obligatorio que te tiene que gustar, ¿no? Como que está impuesto que te tiene que gustar sí o sí. Me encanta el género, el pre-punk: Talking Heads, Television, Patti Smith, Electric Chairs, los New York Dolls. El otro día lo puse... y te digo la verdad, a mí ya no me meten en ningún molde, ni estético, ni ético. Entonces, a mí me gustan las cosas que me gustan de verdad, o no. Y este disco es un disco que tiene ocho temas, lo puse y dije comercialmente es un plomo. No tiene ningún hit, no es como los discos de Blondie o de los Ramones, que tocaban a la par en el CBGB y que son todos temazos, todos hitazos, todas composiciones geniales... (Silencio y muchas risas).

Pero te gusta igual.
Sí, me gusta, me gusta. No sólo este disco, Tom Verlaine solista también. Peeero, tampoco me parece... maravillante. ¿A vos te gusta o te estoy hablando al pedo?

Me encanta. Es mi disco favorito.
¡Ah, bueno! (Risas).


RINGO. LA PRESIÓN, EL ÉXITO Y EL ENTRETENIMIENTO

¿Se sentían presionados mientras armaban Ringo? ¿Laburaron tranquilos?
Teníamos una presión, sí, autopresión y presión de afuera. Autopresión nunca tuvimos nosotros porque siempre fuimos artistas libres, hicimos y grabamos lo que quisimos y bueno, después que le guste o no a la gente es independiente a lo que hacemos. Pero en este caso sí tuvimos presiones propias, internas. Y también externas: no de la discográfica sino de la prensa, de los periodistas que nos preguntaban “después de tanto éxito y tantos premios con El mamut, ¿van a estar a la altura?”.

¿Y eso lo sentían?
La verdad que lo sentimos, nunca nos pasó en toda nuestra carrera porque nosotros siendo artistas de culto hacemos lo que se nos da la gana, te repito. Y es la primera vez que sentimos la responsabilidad de tener que estar a la altura de cumplir con alguien, ¿viste? De cumplir con más gente, de cumplir con críticos... De cumplir con una cosa que tiene que ver con el entretenimiento.
A nosotros nunca nos había pasado esto de entrar en un circuito que es el circuito de los festivales, del éxito, del mainstream. Entonces, ahí entra en juego una cosa que nosotros no entendíamos y no estábamos preparados para jugar, que es el entretenimiento. Nosotros siempre fuimos artistas de culto, y qué quiere decir ser artistas de culto: que el público viene a ver lo que ya conoce de los discos... (Se ríe).

Y punto.
Y punto. Entonces no tenés la responsabilidad de tener que hacer un hit, o temas que armen un espectáculo.

¿Y ahora sentías que tenías que hacer un hit?
Ahora sí. No que teníamos que hacer un hit en particular, sino que entran en juego otro tipo de cosas, ésas que yo defino como “el entretenimiento”. Está el arte y el entretenimiento, nosotros siempre nos mantuvimos en el plano del arte.
Cuando estás en los festivales, donde hay un sponsor que te convoca -que es la gaseosa no sé qué o la cerveza no sé cuánto o las zapatillas no sé cuánto-, vos sabés que tocás para tu público. Yo sé que cuando toco antes de Marilyn Manson hay una cantidad de gente que conoce mis canciones y mis discos, puedo tocar lo que sea y ellos lo conocen. Pero después, toda la gente que está atrás no los conoce, entonces tenés la obligación -o la responsabilidad- de hacer algo para ellos; y no sólo para ellos sino para el crítico que tampoco te conoce y está con la birome esperando decir cómo fue el recital de Massacre.

Les cambió la realidad.
Nos cambió la realidad pero estuvimos a la altura, fijate lo que son las críticas. Agarrá la Rolling Stone de ahora... eso es buenísimo. Una cosa que me enorgullece y me pone contento es que, de alguna manera sin saberlo y sin aprenderlo, supimos jugar en las dos canchas: la del rock artístico y la de dar un espectáculo, de tocar 10 o 15 temas antes de Marilyn Manson y que después el crítico diga que estuvo bueno. De hecho, boludo, tocamos el otro día con Sonic Youth y varias bandas más y hubo un escenario donde tocó Massacre y El Mató. Y fijate lo que son las críticas, los comentarios y demás.
Entonces, me alegra saber moverme en las dos canchas, garpar en la del arte y garpar a nivel espectáculo y entretenimiento. Porque ser Joy Division es una cosa y lo hicimos durante muchos años, pero después plantarte en un escenario donde hay treinta mil personas esperando que vos toques diez temas y los conmuevas de alguna manera, ¡y lograrlo!... La verdad que está bueno. Y es lo que hicimos con El mamut y también con Ringo.


LA CULPA DE SER UN GANADOR

¿Se están acostumbrando a ese mundo todavía?
Yo no me acostumbro nunca. Me doy cuenta ahora, final del 2011, que nunca me acostumbro. Y me doy cuenta de que tengo que ir a terapia porque me hace ruido jugar en el mainstream, me hace ruido el éxito...

¿Te pasa eso porque te reconoce la gente por la calle, por ejemplo?
Qué sé yo, no sé, todavía lo estoy analizando bastante con mis amigos confidentes, con los terapeutas... A mí me hace ruido que me paguen ahora por hacer una cosa que haría gratis.

¡¿Sí?!
¡Y sí! Que venga una marca como Jack Daniels y me diga “loco: vení, tocá diez temas y te garpo”... Y yo lo haría gratis de todas maneras, ¿entendés? Un tipo al que le gusta la pesca no va a esperar que le paguen para ir a pescar. ¡Es más, pone guita! Para ir hasta Chascomús, comprar la carnada y qué sé yo. Entonces yo me dedico a esto que lo amo y lo hice siempre por nada, siempre gratis y ahora...

Bueno, pero no está 'mal'.
No, no está mal...

¿Y entonces cuál es el dilema que tenés?
Que yo soy un tipo que fue criado, primeramente, en el modelo de perdedor. Mis modelos siempre fueron perdedores, Ian Curtis... O sea, los que no los conocía nadie, los que tocaban en el CBGB y no metían gente. Y por otro lado fui criado en la mentalidad del laburante y entonces, vos, cuando laburás, ganás plata por algo que no te gusta hacer. Y si a mí me pagan por algo que me gusta me hace ruido, me mueve el bocho, me mueve la psiquis y tengo que terminar con culpas sociales... Yo fui criado por un tipo de San Francisco que se llama Jello Biafra, el líder de los Dead Kennedys. El tipo ese laburaba para las minorías, los imcomprendidos, los gays, todas esas minorías de San Francisco, y del mundo.

Te choca pasar de ser como tus modelos losers a ser un tipo ganador. Ésa es la lucha.
¡Exactamente! Me hace un poquito de ruido llegar a un lugar y que me digan “vení, subí al VIP, sacate la foto, sentate al lado de la modelo, de la ganadora”.

¿Y eso te está pasando siempre ahora?
Me está pasando y me estoy empezando a asimilar, a comprender... Igual la Tori, nuestra manager, el otro día me dijo “vos nunca vas a ser un burgués (risas). Por más que seas un millonario y vendas discos como Elton John siempre tenés la esencia del tipo de la calle, del croto”.

¿Y te alivió un poco?
Seee (risas). Todo lo que me dice la Tori me alivia porque siempre tiene la palabra justa, más que diez mil terapeutas.


LO QUE ENTRA, LO QUE SALE

Respecto de los temas que quedaron, ¿hicieron muchos, dejaron algo afuera?
Sí, nosotros siempre armamos una cantidad de temas para un disco y quedan siempre algunos afuera, pero no muchos. No somos de esos que dicen que hacen 50 temas y dejan 10, esos verrrrsos no se los creo a nadie, ni a Bowie ni al más prolífico. En nuestro caso hacemos un disco que tiene once o doce temas y quedan afuera dos o tres. Hay temas que entraron en el disco y no iban a entrar, por ejemplo Tanto amor, que fue el primero en salir a la cancha. Ése no iba a entrar.

¡El hit no iba a entrar! (Risas).
¡A mí no me gustaba ese tema! En realidad no es que no me gustaba: no le encontraba la vuelta. Hay temas que cuando aparecen entran de una porque tienen una fluidez y una naturalidad, ¡y a este tema yo no le encontraba la vuelta, boludo! Decía, “¿dónde está el estribo, dónde está la estrofa?”.

Claro, porque todas las partes son distintas.
¡Todas las partes son distintas! Y no tiene estribillo... por eso casi no entra en el disco. Y fijate que hoy en día es el primero que salió a la cancha, en YouTube ese tema tiene más de 200 mil visitas, la versión oficial.

¿Te estabas autoboicoteando ahí?
Mmm... No, sabés que no. No es el caso que dije “éste es un temazo, va a ser un hitazo” y lo dejé afuera. No me convencía por otras cosas, me decía “a este tema no le encuentro la vuelta, no sirve para nada”; la letra está linda, eso sí. Pero a la gente le encantó y eso está buenísimo.


[Textos: Tucho.
Fotos: Flo Filiberti y Gonzzalo Iglesias.
Ingeniería psíquica: Madi Elorza, Fede Ruiz y Teté Creidy.
Se agradece a todos ellos y, nuevamente, a Miriam Maidana, Eugenia Tavano y el Duende.
La semana que viene, la segunda parte.]

miércoles, 7 de diciembre de 2011

¡Adiós, Sanca!

Hoy se despide una de las bandas más lindas que dio el under porteño en la última década. Lindo puede ser un adjetivo demasiado simplista y obvio, pero eso es Sancamaleón; y no me refiero a la facha de sus integrantes (no pienso juzgar la misma) sino a la belleza optimista de su música, a ese empuje irrevocable que tienen sus letras y a la fuerza de la banda y su música. La famosa energía positiva, buena onda, o como se le quiera decir, pero no como un signo de estupidez (no la buena onda costumbrista de los Pimpinela, por supuesto) sino como la guía para hacerse un espacio propio.

En diez años, los Sancamaleón sacaron tres discos muy parejitos, sin canciones de sobra y muy distintos el uno del otro. Cosecharon éxito en el tamaño que la década se lo permitió a grupos originales: cuando se proyectaban como una de las bandas under con más posibilidades de irse para arriba, el efecto Cromañón se los llevó puestos (paradójicamente, ese mismo día tocaban en Cemento, el otro antro del propietario del tristemente célebre boliche). Más allá de eso, cosecharon una audiencia (?) más que interesante y lograron rotación en los canales de música por sus excelentísimos videoclips.

Yo llegué a ellos por ahí, cuando Cancionero para niños sin fe estaba calentito y sus temas El camino y La venganza de la Pachamama rotaban en Much Music (siempre de la medianoche para arriba). Me parecían tan buenas ambas canciones que me arriesgué, como se hacía hasta tiempo antes de tener bancha ancha -o lo que sea en el hogar que permita bajar un disco-, y compré la única copia que había en el Musimundo de San Miguel.

Al tiempo los fui a ver, el disco resultó estar excelente como esas dos canciones; y con mi amigo Ari paseamos por San Isidro un par de veces hasta encontrar el teatro Stella Maris, donde los señores ancianos (propietarios) que lo atendían, te servían una cerveza de cuatro botellas distintas y luego de media hora de espera. También recuerdo algún show en La Trastienda que hoy los despide y en El Teatro de Colegiales.

Después de Cancionero sacaron Polenta y le dieron una vuelta de tuerca a su estilo, que pasó a oscilar entre canciones punkies con letras deformes y otras decididamente cancioneras. Quizá hubo mucha gente que no gustó del cambio, pero a mí me encantó el disco y me pareció una apuesta jugarse a algo distinto después del éxito, en la crítica y con la gente, del debut. Una de las primeras salidas que hice con mi (todavía) novia fue al show que hicieron en el ND Ateneo y, si mal no recuerdo, la excusa era presentar éste disco. El ambiente en sus shows siempre era familiar, tanto que nosotros dos estábamos mezclados entre los familiares del grupo (era un show importante en su historia como grupo y se ve que nadie se lo quiso perder): el señor mayor que estaba al lado nuestro no paraba de saludar al escenario, y el cantante devolvía los saludos como un nieto contento (nunca sabré si el parentesco era ese).

Para cuando sacaron Afuera, el último de sus álbumes, el blog ya tenía un tiempo y algunas entrevistas publicadas. Pude contactarme con Fede Cabral, su carismático cantante, y llevar a cabo una extensa charla (acá y acá) en la que sospeché que el final de la banda era inminente y confirmé que él era un pibe simple, espontáneo y simpático, tal como se muestra en los shows. Los primeros dos discos los había comprado, éste me lo regaló su autor.

Hoy dicen adiós pero nosotros los vamos a seguir escuchando y recordando como esa banda linda que mezclaba todos los géneros con eficacia y buen gusto, esos pibes que parecían amigos nuestros tocando arriba del escenario (aunque nuestros amigos no toquen así de bien) y esa gente sincera que decidió dar de nuevo y reformularse.

Que sea con éxito, Sancamaleones, ustedes sí se lo merecen.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Harrison

Harrison. Ese señor que siempre tenía cara de serio, el que parecía inmutable pero en realidad llevaba la procesión por dentro (eso dicen). Harrison. Algo así como el mudo donde hablaba hasta el baterista, que siempre está lejos y atrás de todo. Harrison. Nos hacen acordar de él porque se murió y no porque casi todos los días por una u otra razón hablamos de los Beatles (pero se supone que ahora hablamos sólo de Harrison). Entonces: Harrison. “El compositor oculto”, una mentira que a esta altura de la vida no tiene sentido sostener, cuando tenía al lado a John y Paul. Harrison. Veintipico de temas con su grupo y discos solistas hermosos como All things must pass y Living in the material world. Harrison. Las cenizas esparcidas en la India. Harrison. El beatle denunciado de plagio después de influenciar y alegrar al mundo entero, algo así como un chiste de mal gusto, ganas de joder o ambas cosas combinadas en un acto desagradable. Harrison. Y los instrumentos que sonaban lindo, aunque fuera sólo una simple guitarra. Harrison. Slide. Harrison. La melodía de Norwegian wood replicada, como Paint it, black. Harrison. La voz casi igual a la de John, ésa que con los años aprendimos a identificar… porque leímos en los discos que esos temas los había hecho y los cantaba él y no la dupla Lennon / McCartney. Harrison. Y la segunda muerte trágica; de cuatro tipos que nos hicieron felices, uno murió asesinado por un infeliz y el otro devorado por un cáncer de mierda. Harrison. El tipo que le dejó su mujer a Eric Clapton porque le compuso un tema zarpado. Harrison. El que originó el supergrupo de pop / rock más groso que hubo (o al menos, muy difícil de igualar) porque quería poner ¡de lado B de un single! -para su disco Cloud nine- un temita con amigos. Harrison. No me molesten: declaración de principios o necesidad de paz temprana; como sea, hermosa manera de arrancar. Harrison. El que escuchaba pero no hablaba. Harrison. Siempre impasible, lánguido y duende, podría haber sido jockey de joven. Harrison. Las guitarras de la intro de And your bird can sing. Harrison. Something y la canción de los Beatles que te sigue matando (invierta el sentido literal, lector) cuando la escuchás... incluso a pesar de haber escuchado la versión en español de Sergio Denis. Harrison. Y el Concierto para Bangladesh con, otra vez, amigos que nunca vamos a tener. Harrison. Ni me acuerdo del día en que murió, tenía 15 años y todavía no escuchaba a los Beatles, apenas si sabía su nombre. Harrison. Los Beatles debe ser la única banda donde el bajista era el guitarrista y el guitarrista era el bajista; por personalidad. Harrison. Long, long, long, el tema que siempre olvido del Álbum blanco: si me lo preguntan ahora, no lo puedo tararear. Harrison. Guitarra vas a llorar y la traducción más pedorra del nombre de una canción en la historia de la música pop. Harrison. El copado que aparece en los Simpson y le señala a Homero dónde están los panquecitos; qué agradable sujeto. Harrison. Y el sol de la canción que es el sol, si me hago entender.
Harrison. Ocho letras de un apellido, y un genio que siempre vale la pena recordar aunque la fecha aniversario (horrible) haya sido anteayer.

martes, 22 de noviembre de 2011

Para escuchar en el día de la música

Aprovechando que hoy es el día de la música, les traigo cuatro novedades del rock argentino: tres discos para llevarse de arriba sin culpa -pues nos los ofrecen sus propios autores para libre descarga- y otro que sorprende por su cercanía con un reciente lanzamiento del mismo autor (claro que los cuatro álbumes se pueden comprar si así lo desean. Yo, que soy un hombre ejemplar, lo haré).

La primera de las novedades -aunque en verdad no sea la más urgente de las noticias- es el disco (¿conceptual?) Los Ellos, un proyecto multigrupal que la gente de Concepto Cero viene preparando hace mucho tiempo y tiene como base la legendaria historieta El eternauta.
Como todo disco con variedad de artistas, hay temas que nos gustan más que otros (se destacan los composiciones de La Patrulla Espacial, Mostruo, La Perla Irregular y Excursiones Polares) pero se valora el original y ambicioso proyecto, que incluye mayoría de bandas de la ciudad de La Plata y una artística que se ve interesante desde las fotos y por la cual (además de las canciones, claro) vamos a comprar el disco. Si quieren probar, pueden descargar y/o comprar el disco completo desde aquí. (Y una nota más completa por acá).

La segunda y la tercera novedad van por el mismo carril: autores que nos ofrecen sus últimas producciones pasado un breve lapso de tiempo desde la edición de las mismas. Hablo de Nikita Nipone y Andrés Ruiz y sus excelentes álbumes El extranjero (salido a las calles a principios de este año) y Ruiseñor (fines de 2010).
Los Nikita exhiben su habitual desenfado pero más concentrados: sin tanta mixtura de sonidos y, probablemente, más rockeros que de costumbre. El disco de Andrés -reseñado aquí- es un compendio de canciones preciosas, media hora de bonitas armonías y melodías agridulces que se adhieren a la memoria. ¿Qué tienen en común estos sujetos? Ambos, grupo y solista, se enfocan en la búsqueda de la canción redonda luego de viajes por mundos más intrincados.
Pueden escuchar y descargar el disco de Nikita Nipone aquí; y el disco de Andrés por acá. Por si fuera poco, tanto NN como AR han subido el resto de su discografía a Bandcamp.

La última de las novedades es la más fresquita, tanto que todavía no la tengo en mis manos. Pero el compañero Litto Nebbia, de él hablamos, nos ha avisado que además de La canción del mundo -ese gran disco triple de salida reciente-, este año trae más buenas nuevas (y llegan casi de sorpresa). Es así que ya está disponible en Melopea 11 (vidas), disco que presenta su dúo compositivo con el poeta sureño Alfredo Lichter, unión que ya diera sus frutos en Canciones desde Península Valdés allá por el año 2002.
Para su disco oculto de este año, Litto invita a algunos de esos amigos: Rodolfo García, Gonzalo Aloras y Daniel Homer -entre otros músicos- colaboran en este nuevo proyecto de un tipo imparable que no jodía cuando nos aseveraba que no permite que le impidan seguir.


Por todo esto brindamos... y por que viva la música en todas sus formas y ámbitos. Busquen, compren, escuchen, disfruten.