jueves, 10 de junio de 2010

Hablando de este asunto del fóbal...


La fiebre del Mundial ha llegado a todas partes y en LMEDA no queremos ser la excepción.

En el año del Bicentenario, además, me pareció divertido hacerles leer este texto de Fabián Mauri que salió publicado en la excelente revista Un caño, unos meses atrás. El protagonista de la historia es una figura clave de la argentinidad, se cuenta una anécdota futbolera y, si no me falla, el propio Mauri es quien me fotografió junto al crack Litto Nebbia... así que todo cierra.

Lo iba a transcribir directo desde las ajadas páginas, pero por suerte la Internet soluciona problemas y Un caño sube sus escritos a la web. Léanlo y ríanse.

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Gardel, futbolero y lisérgico


El Gardel del que todos estamos infectados y somos portadores. El que está en el (imaginario) colectivo y en el bondi. El que se proyecta en nuestra corteza cerebral cuando suenan los primeros acordes de Volver es más un reflejo del incipiente star system del Hollywood de los años 30, primeros coqueteos con la globalización, que del genuino resplandor de su atorrante, fundacional porteñidad.
Estamos colonizados al punto que mansamente nos conformamos con una versión pasteurizada del Morocho del Abasto. No la cuestionamos. Carlitos, con la cara empolvada, sometido en primer plano a los caprichos de un fotógrafo amanerado, sobreactúa una emoción tortuosa y arremete con los versos que dicen “acaricia mi ensueño, el suave murmullo de tu suspirar…”. ¿No es raro? ¿No se parece demasiado a una telenovela mala? ¿Ese muchacho es argentino (o uruguayo, vo…)? No parece.
Ese Gardel de la Paramount, ese latin lover que canta los inspirados versos de Alfredo Le Pera -inspirados casi hasta la transcripción de Amado Nervo- de El día que me quieras, no es el que más nos gusta ni el que queremos reivindicar desde éstas páginas.

A Gardel le gustaba el fútbol. Menos que los burros. Pero visitó al asustadizo equipo argentino para amenizar la concentración de los jugadores antes de la final del Mundial de 1930 en Montevideo. Su racinguismo (nota de LMEDA: ¡grande Carlitos!) está documentado en la conocida anécdota del día en que fue a alentar a La Academia, ilusionado con disfrutar del juego de Pedro Ochoa, “el crack de la afición”, pero se encontró con que el wing esa tarde no jugaba. “¡Ochoíta, jugame un ratito!”, dicen que le imploró Carlitos. El hombre no pudo negarse, pasó por el vestuario y le dio el gusto al cantor.

Hacia 1929, el Morocho del Abasto no daba abasto. El Zorzal, aún de cabotaje pero ya consagrado y popular, necesitaba temas. Las grabaciones eran incesantes, y las canciones no alcanzaban. Intuyo lo bien que le habría venido al Mudo un Andrés Calamaro. Además, como corresponde al arquetipo del porteño de ley, el muchacho no se hacía rogar a la hora de hacer favores, y era condescendiente con los compositores que le acercaban sus balbuceos. En ese período Gardel grabó de todo. Sin filtro. Tangos, valses, estilos, zambas, foxtrots, ¡pasodobles!... Pero, entre tanta diversidad, los versos de un tango futbolero, el objeto de estas líneas, se destacan por su lisérgica originalidad:

LARGUE ESA MUJICA

Largue, Chiessa a esa Mujica
por Souza y por Roncoroni
y Pratto Coty Spiantoni

porque Passini calor.


Yo Onzari que Battilana

si ha Serrato la Manchini,
que si usted Reccanatini

tal vez Stábile mejor.


Marassi que yo Bidoglio

que anda con una Peniche

y aunque se Fleitas Soliche,

a quién se lo va a Gondar.

Qu' el es Nobile, che Negro,

nunca Settis Gainzerain

si deja esa Bidegain

pa' no volver a Beccar.


Tire, Cherro, esa Ferreyra,

que si corre Sanguinetti

lo van a dejar Coletti
en la Celta de un penal.


Es inútil que Lamarque

o a lo mejor la Martínez,

si no valdrá que Giménez

ni que se haga el Sandoval.


Guarda con la Canaveri,

Miranda que lo en Canaro,

si de usted bate un Purcaro

que es Cafferata de acción.


Olvide el Carricaberry,

tírese a la Bartolucci,

que mejor es hacer Bucci

que dárselas de Mathón.



La letra de Juan Sarcione utiliza, en un juego paronomástico, los apellidos de los futbolistas destacados de esa época en reemplazo de algunas palabras del poema.
Resulta difícil encontrar la lógica del relato por el que desfila casi completo el equipo de Huracán campeón del 28 (Settis, Pratto, Negro, Bartolucci, Souza, Nóbile, Stábile y Chiesa); y están también Juan Sandoval, de Quilmes, Roberto Cherro y Federico Bidoglio, de Boca Juniors, Alfredo Carricaberry, de San Lorenzo… El Mujica del título era el nueve de Racing. Y Manuel Ferreyra, de Estudiantes, Humberto Recanatini, que todavía estaba en Sportivo Barracas y se destacaría en el profesionalismo jugando para Gimnasia de La Plata, el Zoilo Canaveri, wing de Independiente. Escasean los de River. Aparecen mencionados, además, dos dirigentes: Pedro Bidegain, presidente de San Lorenzo, y Adrián Beccar Varela, presidente de la Asociación Amateur Argentina de Football.

Qué pasó por la cabeza de Gardel cuando el joven Sarcione le mostró la letra es algo que nos cuesta imaginar. La debe haber cotejado con sus guitarristas. Deben haber jugado a adivinar de qué se trataba. Se divirtieron, seguro. Con prudencia se puede deducir, a grandes rasgos, que la voz del narrador es la de un hombre que aconseja a otro que deje a una mujer (“Largue esa Mujica”) por zonza y roncadora (Souza y Roncoroni), le hace notar que, si recapacita (“Recanatini”), tal vez esté (“Stábile”) mejor. Le sugiere sensatez, que no empuñe un arma (“Tire Cherro esa Ferreyra”) que si corre sangre (“Sanguinetti”) lo van a dejar loco (“Coletti”) y preso. En la última estrofa, le recuerda que es un proxeneta (“Cafferata”) y que le conviene deshacerse de ese carro (“Carricaberry”), tal como en lunfardo se nombraba a las prostitutas entradas en años, y le sugiere que se tire a la bartola (“Bartolucci”). Que a veces es mejor ser alcahuete (“Bucci”) que dárselas de matón (“Mathon”).

La traducción literal de cada uno de los versos nos resulta imposible, seguramente ahí resida parte del encanto. Es más bien un trabajo para el criptólogo Rodolfo Walsh, que al pie de la teletipo de Prensa Latina descifró los mensajes en clave de la CIA que anunciaban una invasión norteamericana a Cuba.
Lo cierto es que Gardel grabó esta enigmática pieza, con música del mismo Sarcione, el 8 de agosto de 1929. Las aguerridas guitarras de Aguilar y Barbieri pulsan una cadencia arrabalera y entradora para el lucimiento del cantor, que con picardía le impregna a la letra un sentido sonoro a lo que no tiene sentido. No es difícil razonar que estos alucinados versos, contemporáneos a las vanguardias dadaístas europeas, hubieran permanecido en el olvido si el Morocho del Abasto no los hubiera interpretado. Y encima, ¡Cata Díaz Cantona Migliore! (cada día canta mejor).


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Acá les dejo Largue esa Mujica para que lo escuchen y así completen la divertida lectura de la nota con el audio de uno de los argentinos más famosos en el mundo.
¡Vamos, Selección!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

AMO la foto de JOE que pusiste.

Beso vecinoooooooooooo!

santiago segura dijo...

Qué hacés!!! Hace un montón que está, la iba a sacar para poner algo alusivo al Mundial pero todavía no lo armé, veremos si queda.

Beso!