
En la nota de Marino, se rescatan un par de frases del booklet del CD: “Una instantánea de la banda en el epicentro de su turbulenta travesía", dice Ray Manzarek. Robbie Krieger tira sobre Jim un "tal vez sólo estaba fingiendo que estaba arruinado". Admite que "la gente quería tener la chance de ver un show horrible pero también la posibilidad de presenciar la magia (?)". Un poco de las dos cosas hay aquí. Lo que dice Manzarek es cierto, y todos sabemos que una instantánea no siempre sale bien. Y lo que dice Krieger... para mí, Morrison estaba arurinado de verdad (de hecho, un año después se dormiría para siempre en la bañera).
Coincido con Marino en algo: este tipo de discos, sirven más que nada como un testimonio de época, para mostrar cómo fue un determinado momento, en este caso, de la historia de una legendaria banda de rock. Probablemente, el disco no se haga cargo del peso de la leyenda, pero los Doors fueron esto que podemos escuchar aquí: una banda sostenida por el carisma de su cantante -que no estaba pasando por su mejor momento- con muy buenos músicos acompañándolo. La interpretación de la banda casi no tiene reproches por hacer -grande, Manzarek-, los reproches a hacer de Live in Boston son los devaneos, principalmente vocales, de Jim. Pareciera que le falta energía, esa fuerza vocal que supo tener un tiempo atrás. Por momentos casi balbucea.
Ojo, quizá este siendo demasiado duro, porque tampoco es un desastre. Hay muy buenos momentos en la placa, como las versiones de Crossroads y Rock me baby, o los doce minutos y medio de Light my fire, que nunca cansa. Pero si yo fuera ustedes, haría clic por acá primero, antes de ver si pago la fortuna que -supongo- va a salir este disco. Digo “va a salir”, porque aquí en Argentina sale mañana, lunes. De nada.
El disco 1 está acá
Acá el dos
Y acá el tercero