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martes, 10 de marzo de 2015

Música argentina del Siglo XXI. Artistas más votados: #12, Gabo Ferro


Por Carmen Cuervo
Productora de La otra.-radio

Porco fue el primer grupo musical de Gabo Ferro, un cantante por entonces extremadamente joven que se veía a sí mismo atravesado por el Eros y la muerte. En 1998 Gabo Ferro abandonó Porco, banda hardcore que fue una de las más importantes de la escena under argentina.

Gabo pasó los primeros 5 años del siglo en un silencio musical. Recién en el año 2005 edita su primer álbum solista, Canciones que un hombre no debería cantar, obra que este año cumple una década. Pidió una guitarra prestada y compuso en ocho días los doce temas que conformarían el disco. No se iba a grabar, porque Gabo suponía que nadie iba a comprarlo dado que su estilo había cambiado desde la distorsión y la furia hacia la calma de la guitarra acústica y su voz. Ariel Minimal lo produjo y un amigo poeta le prestó el dinero para editarlo.

Así explica la incisiva pluma de Gabo la razón de su título en el booklet del disco:
"“¡Un hombre no debería cantar cosas así!” declaraba escandalizada Edith Piaf en 1959 después de escuchar interpretar a Jaques Brel Ne me quitte pas.
Allí Brel interpretaba a un hombre que suplicaba no ser abandonado bajo palabra de reducirse casi a la nada. ¿Qué escandalizaba a la Piaf? ¿Acaso ver a un hombre en el lugar que cierta (gran) parte de la sociedad y la cultura venían (con pocas excepciones) colocando a la mujer?¿Qué cosas deberíamos, entonces, cantar los hombres?".

Gabo Ferro dice que la letra de una canción tiene que ser poesía y se compone con el mismo rigor con que se escribe un poema. Y también sostiene que un disco es como un libro que debe girar alrededor de un eje temático. Sus discos llevan a la práctica estas convicciones. Su material son las emociones fuertes, la tristeza y la alegría, el amor, la política. Hay una canción que dice “"Hay una guerra allá afuera y te estoy invitando"”, que es una invitación a la lucha social y política por una existencia que se justifique a sí misma.
Su voz va alternando entre el chirrido del alarido y la delicadeza del susurro (cuando no del silencio) pasando por innumerables variables.

Desde el 2005 hasta hoy, grabó 7 discos solistas siendo el último La primera noche del fantasma; y varios más en colaboración, el más reciente El veneno de los milagros con Luciana Jury. En este disco, la poética de Gabo se enlaza con la energía multiplicada de sus voces demoledoras y sus guitarras.


[Foto de Gabo por Silvina Gautier]

jueves, 6 de noviembre de 2014

Gabo Ferro y Luciana Jury, el milagro de una voz


Lo mejor del disco conjunto entre Gabo Ferro y Luciana Jury es que por momentos no se sabe quién canta. Las voces se funden, se confunden, histriónicas, se juntan, se chocan, se enmascaran, perturban. Llega un momento en que ambos son una sola persona, incluso cuando está cantando sólo uno de ellos: Jury podría ser Ferro y viceversa. No es que no se distinga la voz de cada cual, sino que ahí se explica la comunión que derivó en disco. La clave está en sus voces inquietas e inquietantes, en esa capacidad de trastornar la piel con un grito o un susurro.

Una de las grandes decepciones (entre comillas bastante grandes) de La la la, el disco de la dupla Spinetta/Páez, es que casi no junten sus voces para hacerlas una: cuando uno dice, el otro muta. Y aunque en sus músicas sí haya una influencia y afinidad evidentes, Fito y el Flaco no cantan precisamente parecido, por lo que la unión habría sido interesante para saber qué tercera voz salía de allí.

En El veneno de los milagros lo que sucede es precioso: dos de las voces más expresivas (vayamos más allá de las capacidades técnicas, esta gente canta hermoso pero además transmite), una tras otra, juntas, en un disco que pasa como un huracán emocional, como si los sonidos se desintegraran por la transparencia y la fragilidad que sale de ambas bocas. Cómo friza los sentidos por su punkitud (no me van a comparar esto con Green Day, por favor) y una interpretación sostenida por guitarras que pasan del arpegio espacioso al cuasimachaque hasta llegar al silencio, porque con la palabra y la búsqueda del perfume de las noches, basta; Estamos, estarás funciona como contraparte (“quiero ser lo que he reído, no sólo lo que sufrí”).


"Aire, necesito que te deshagas en soplos”, cantan. Amigos, ustedes dos hacen con el aire lo que quieren y más: los experimentos vocales de la susurrada y borrascosa Bayos negros dormidos dan escalofríos en un día de rayos, truenos y tormentas como hoy*. Para El extrañante, la trama conjunta es el punto cúlmine de la teatralidad vocal: por momentos Ferro y Jury recrean flautas al unísono, luego se vuelven hachas haciendo su trabajo letal sobre la madera indefensa (“la calma de un mar feroz”, dice Gabo y pone los pelos de punta). El acorde final es, casi, tan intenso y rupturista como lo que transcurre en los 3 minutos anteriores.

De golpe el disco termina y uno se queda pensando si lo que pasó fue una ráfaga de viento erizador de pieles o un cachetazo. Mientras, las voces pegan el golpe de knock-out. Las últimas palabras que se escuchan son éstas, las copio rápido porque el tiempo pasa: “Hemos cantado tanto para esto,/ para ver que se cante sin su riesgo. / Cantar, cantar, cantar, cantar / Mirar o ver, mirar o ver, mirar o ver”. El tiempo pasa, la canción (Mirar o ver) acaba, el disco termina. Jury y Ferro ven. Es hora de que muchos otros lo intenten.

Uno de los discos año (otra vez) si es que hay discos que duren un año o 34 minutos, como es el caso: aquí hay demasiado tiempo liberado. Ése es el milagro.




*Escrito durante las tres primeras (y sucesivas) escuchas del disco, el lluvioso miércoles 29/10/14. Foto de Luciana y Gabo por Alejandra López.