viernes, 3 de julio de 2015

Mostruo!: “En este disco ya somos nosotros y nos hacemos cargo”













Se acabó. O al menos esta vez, no iba. El monstruito verde que engalanaba todas las portadas de los discos de Mostruo! desapareció de la primera plana en Profunda desorganización, el cuarto larga duración de los platenses. Ese detalle es consecuente con el rumbo que tomó la música del cuarteto en el álbum publicado a fines de 2014, una de las producciones más sólidas del año pasado y sin lugar a dudas su mejor registro a la fecha.

Lucas Finocchi nos recibe en un recreo de su trabajo en FM BitBox y la charla, en una tarde (todavía) calurosa, recorre algo del pasado pero mucho más del presente y de lo que vendrá. Profunda desorganización trae novedades más allá de las canciones: es el debut de Gabriel Ricci en el bajo, en lugar de Federico Mutinelli. Además, es el primer disco en que el grupo trabaja bajo las órdenes de un productor, Alfredo Calvelo. De allí a las ganas de profesionalizar su andar parece haber un solo paso. El mismo -o un poco más corto- que aquel que aleja a La Plata de Capital Federal, esa ciudad tan enorme e inabarcable, todavía una incógnita para Mostruo! ¿Más? La búsqueda estética de la banda, la composición grupal, las dificultades para decir que no a tantas propuestas amables… El trabajo de cuatro tipos (Finocchi, Ricci, Kubilai Medina y Luciano Mutinelli) que no viven de esto, pero sí para esto: tener una banda que sacuda escenarios a base de canciones bellas y fuertes. Lo logran pero aún quieren más, porque saben que el monstruo es grande y por eso ya no entra en la tapa.

Lo primero que sorprende del disco es que no esté el monstruo característico. ¿Cuál es la explicación para el cambio?
Nunca hacemos las cosas demasiado conscientemente, no hubo una charla filosófica ni nada por el estilo. Sí nos pareció bien a todos, de entrada, que esta vez no estuviera el monstruo en la tapa. Después, analizándolo con el disco hecho -y comparándolo con los otros-, me parece que el monstruo en algún punto era un alter-ego nuestro, una especie de personaje que ya no está. En este disco ya somos nosotros y nos hacemos cargo, no necesitamos esa figura.

Sin embargo, la tapa tampoco es una foto de ustedes.
No, porque tampoco creemos que seamos lindos… (Risas). Ningún disco de Mostruo!, salvo uno, tiene fotos nuestras en el librito. Para mí es mucho mejor que el disco sea una obra de arte, aunque una muy buena foto también pueda serlo. Pero el dibujo es el concepto que más nos gusta. Y nosotros no somos de lookearnos ni nada de eso. Nos han dicho “no toquen vestidos igual que como trabajan” y la verdad que no nos sale, no le ponemos mucho a la imagen nuestra como personas, entonces tampoco tiene sentido hacerlo para el disco. De hecho, nos re cuesta hacer fotos…

¿Lo sienten como una deuda o sale así y está bien?
Yo no, nunca entendí la música desde ese lugar, aunque entienda que la cultura rock tiene mucho de eso. Pero nuestra forma de vincularnos con el rock es más desde la música, desde la canción. Hay quien lo hace así -Neil Young, por ejemplo, aunque hay montones- y también está Bowie, que tiene talento para hacer las dos cosas. Creo que nosotros no y tampoco hay una búsqueda nuestra en ese sentido: yo no tengo nada que decir con mi imagen, no es algo que maneje ni un lenguaje que entienda. Por eso buscamos que el que lo hace sí tenga algo que decir y sepa cómo: las fotos que nos sacan Vicky Schwindt, Fernando Massobrio y Manuel Cascallar están buenísimas porque ellos son buenos fotógrafos y saben lo que hacen. Lo mismo con cada tapa que hace el Chulo, Juan Soto, sabemos que él va a hacer una buena ilustración. Aprovechamos a los amigos talentosos para manejar esa parte. Tampoco lo pensamos tanto, se va dando: volviendo al caso de la tapa, hubo un acuerdo con el tema del monstruo para avisarle al Chulo que no lo hiciera. Hizo un par de pruebas y terminamos con las medusas.

¿Por qué fueron las medusas?
A él le vinieron las medusas y nos gustaron. Tuvo esa visión, medio de [Hayao] Miyazaki, por ese lado más japonés. Y nos gustó porque tenía que ver con la cosa enmarañada y enroscada que tiene el disco. En algún punto este es un disco súper introspectivo, muy de la neura. Entonces, esa imagen de un animal que no se entiende bien qué es o cómo es quedaba bien. Además, la medusa también brilla en la oscuridad y las de la tapa tienen algo así como una luz que no entendés bien de dónde sale. Todo cerraba, más como un acercamiento poético, porque no tiene una explicación muy lógica.

Sí parece que el disco tuviera cierto hilo narrativo. ¿Eso se fue dando…?
(Interrumpe) ¿En el sentido de “principio a fin” decís?

Sí, en cuanto al orden de las canciones y lo que cuentan, que parece una historia. No sé si son todas canciones de la misma época o no.
El orden lo pensamos bastante. Hay algunas canciones -“Profunda desorganización” y “Vas a llorar”- que son más viejas y fueron las que terminaron estructurando el disco. Después hay otros temas como “El costado tierno” o “Resiliencia”, más nuevos. Los del Kubo, “La soledad” y “Perdí”, también son de otra época, los tiene hace un montón. Digo “los del Kubo” aunque los temas son de todos, se terminan cerrando y nos los quedamos los cuatro. Y no, el disco no está pensado como una continuidad aunque, al estar compuesto desde lo que nos pasa en cierto lapso de tiempo... Bueno: en esa época nos pasaba esto.

Las letras parecen hablar de una ruptura y la reconstrucción a partir de eso, un divorcio o lo que sea. 
Hubo algún divorcio pero me parece que son etapas de la vida también, dejar atrás cierto romanticismo. Hubo un cambio de formación en la banda, que desde que nació hasta que se fue Muti fue una, y ahora es otra. Éste es el primer disco con Gabo y sí, es un quiebre porque la banda es otra. Nosotros funcionamos como grupo y cambiar un integrante era un riesgo porque no sabés cómo puede salir. Y terminó saliendo bien pero hubo un duelo que hacer respecto de lo anterior, que se hizo y un poco está en el disco. Porque en una banda uno pone mucho del deseo y de lo lúdico. Cuando a eso hay que sostenerlo y aparecen los roces, empezás a tener otro vínculo: ése es un duelo también, más allá del cambio de integrante. El de decir: “bueno, esto también es un laburo”, que si bien tiene que ver con algo que te gusta es un compromiso grande y exige mucho. Entonces tenés que redefinir qué querés vos de esto y dónde te parás, porque no podés seguir actuando como si tuvieras veinte años y tampoco podés estar quejándote todo el tiempo.














Mantenerse en el tiempo es lo más difícil.
Sí, porque la condición de independiente uno la elige y la acepta, o no. Pero es lo que hay, entonces tampoco podés andar llorando. Sí hay que asumir que cuesta, uno labura de otras cosas y a veces la banda te demanda un montón.

Es un trabajo más, con la pequeña diferencia de que no da plata…
Exacto. Entonces, cuando además de no darte ganancias deja de darte satisfacción, ya empezás a cuestionarte algunas cosas. Por eso hubo una especie de reconversión, de redefinir un montón de aspectos.

¿Pensaron no seguir, o tampoco fue para tanto?
No, ni llegamos a pensarlo porque además nunca paramos de tocar. Lo fuimos haciendo mientras el Muti se estaba yendo, porque tampoco se fue mal. Por ahora no estuvo ni cerca esa conversación.

¿Y en qué creen que cambió más la banda a partir del ingreso de Gabriel?
Hay como un intento de profesionalización o de perfeccionamiento del sonido, de la producción. Algo que ya venía desde Perfecto, el disco anterior, y que ahora se profundizó un poco más. También tiene que ver con que hacemos esto porque nos gusta, entonces queremos hacerlo bien, ya no nos da lo mismo cualquier cosa. Vino por ese lado: estamos tratando de sonar mejor, de arreglar más los temas. Y el disco en ese sentido funcionó porque fue una apuesta a eso y salió bien, creo.

Y fue la primera vez que delegaron todo a un productor, Alfredo Calvelo.
Fue la primera vez que entregamos completamente el mando de algunas cosas, no de la composición pero sí de los arreglos y de la producción. Ahí hubo un aprendizaje, también.

¿Y hubo mucha lucha con Alfredo? Porque los arreglos son detalles compositivos. ¿O le decían que sí a todas sus propuestas?
Sí, algo de eso hubo, obviamente, porque tampoco era una cuestión dictatorial. Tuvimos algunos momentos tensos (risas) pero también está bueno porque en algún punto esa situación te obliga a defender una posición y a poder argumentar, entonces el resultado termina siendo mejor de lo que era. Desde mi experiencia personal me costó soltar, y aprender a soltar también te permite crecer, en todo sentido (en la música también). Entonces Profunda desorganización sirvió para eso, y el resultado a mí por lo menos me tiene conforme.

¿Lo volvés a escuchar después de un tiempo y decís “tenía razón Alfredo”?
Sí, en algunas cosas pienso que sí y en otras no tanto, pero eso pasa siempre porque ahí ya entra el gusto. Lo que sí creo es que él llevó al disco a un lugar, conceptualmente, que lo empiezo a entender más con el paso del tiempo, porque por ahí uno está muy metido dentro de una canción o de un arreglo y hasta que podés tomar distancia te cuesta. Un disco tan laburado en el estudio, además, después no es fácil de tocar. Hay temas con tres o cuatro guitarras y tenés que elegir, pero con los meses de ir tocándolo se va armando el vivo y en algún punto te olvidás cómo está en el disco y queda esa versión para tocar.

Igual el vivo siempre es distinto, hay cosas que en vivo ganan potencia.
Sí, nosotros en vivo somos de conectar mucho. Nunca vamos a pecar de pechofríos pero sí a veces de pasarnos de rosca. Ese es el riesgo, ensayamos para lograr un equilibrio aunque apostemos a prendernos fuego tocando porque si no es así, no pasa nada.

¿La profesionalización que buscan contrasta con los lugares que hay disponibles para tocar? 
El año pasado tocamos cerca de 40 veces, o sea, dos o tres veces por mes, a veces cuatro. Y como venimos de tres años de tocar mucho, ahora queremos parar un poco… Pero los próximos meses tenemos un montón fechas, siempre nos pasa lo mismo (risas). Queremos cuidarnos un poco también.

¿Cuidarse de qué?
Cuidarse del cansancio. Porque organizar todo es un quilombo. Queremos producir mejores eventos, porque si te salen fechas de tocar, tocar y tocar, te vas olvidando de que está bueno tener una puesta. Es un intento, al menos, porque tampoco sabemos hacerlo (risas), aunque vamos mejorando algunas cosas con los años; pero tampoco somos productores. Con el tiempo hay que aprender a decir que no a algunas cosas, pero es difícil porque a la vez las propuestas te dan ganas. Si fuera por mí, preferiría tocar mucho y que la música fuera mi único trabajo. Bah, no sé si preferiría eso (risas) pero si tocar mucho implicara también una relación más laboral, supongo que lo podés bancar mejor.

¿Tienen laburos por fuera de la música o trabajan en cosas relacionadas?
No tan relacionadas. Yo estoy acá y en Radio Universidad, pero aunque tenga relación con la música, la radio es otro lenguaje. Después Kubo es diseñador gráfico, Gabo sí tiene más que ver porque es técnico de sonido y Luli trabaja en la Facultad de Veterinaria, nada que ver. Hay una fantasía con la música, supongo que se puede vivir de ella pero tenés que tomar otro tipo de decisiones, o estudiar más o dar clases. Acá vivir de la música no es una realidad... Es una inversión que hacen las propias bandas con los años. Después de tocar 15 o 20 años, llegás a cierto movimiento.

Bueno, ustedes en La Plata mueven una cantidad de gente considerable. Está bien, tocan hace diez años…
Son diez años de tocar, no es fruto de la casualidad. A la gente le tiene que gustar también, obvio. Y el boca en boca termina siendo casi siempre lo único que funciona, alguien que le diga a otro “che, vamos a ver a esta banda que está buena”. En La Plata hay varias radios que nos pasan, hay otro circuito, entonces algo se va a generando y somos agradecidos de lo que pasa allá. Es un micromundo, un universo cerrado en sí mismo que te juega a favor pero a la vez es difícil salir de ahí, te acostumbrás. Si tenés una banda y querés tocar, La Plata es un buen lugar. Tanto que en este tiempo hubo algunos chabones que se fueron a vivir a La Plata ¡para armar su banda allá! Y yo les digo “¡boludo, te vas a cagar de hambre!” (Risas). El objetivo no es estudiar en La Plata sino ir a armar una banda, lo cual me pareció rarísimo (más risas). Después las canciones tienen que estar, qué sé yo…

¿Y en Capital, les cuesta romper esa barrera todavía?
No sé cómo funciona acá, no lo entiendo. En algunos lugares la pasamos muy bien y después por ahí no pasa nada. Después de Cromañón hubo algo que cambió y que todavía sigue roto: nosotros arrancamos justo en 2004, hubo algo a partir ahí que cambió en Buenos Aires. Y también me parece que hay una generación de gente que no va a recitales de bandas chicas.

¿Decís que la gente escucha a las bandas pero no las va a ver?
Sí. Yo con mi sueldo no puedo venir a ver a una banda en Buenos Aires, es muy caro, en La Plata la entrada sale un cuarto de lo que sale acá. Además, al no haber canales de difusión, la gente escucha las radios que le llegan. Y en las grandes radios no te pasan a ciertas bandas; en La Plata sí, hay dos o tres radios que están buscando cuál es la banda nueva. Antes aparecía una banda y era un evento, salían Los Piojos o Viejas Locas y los medios vendían la novedad. Ahora por ahí hay una banda que está buenísima -El Mató, ponele- y sabés que cuando suena es porque hay un operador que lo deja. Todo pasa más por internet y cada banda se tiene que hacer su propia difusión y su propio público. En una ciudad tan grande hay que aprender a manejarse con eso, es muy difícil encararlo porque no sabés adónde tener que ir y adónde no. Capaz que alguno la tiene más clara pero nosotros estamos averiguándolo.

Ustedes firman todos los temas en grupo, alguna vez dijiste no estar de acuerdo con los derechos de autor. ¿Por qué decidieron que los temas sean siempre de todos? 
Esa fue una decisión que tomamos en el primer disco y la sostenemos. Tiene que ver con una creencia de que el laburo es colectivo. O sea, yo compongo un montón de canciones, Kubo también, y se podría plantear “éstas son mías, éstas son de Kubo y éstas son de todos” porque están esas tres variables. Pero la verdad, a la hora del concepto del derecho, uno firma -porque no es que firmás para decir “la hice yo”- por el deseo ulterior de cobrar, eventualmente, algo. Y si bien cuando compongo una canción hay un momento en el que trabajo un poco más que el resto, después todo el laburo es parejo en general. Cuando deje de ser parejo vemos, pero el concepto es que todos ensayamos, todos aportamos cosas a la canción y entonces termina siendo algo de los cuatro. Lo que pasa es que culturalmente tiene más valor la letra, pero es igual de importante la línea de bajo.

¿Y cada uno compone su parte?
Sí, claro, después podemos opinar o sugerir, pero ahí cada uno está componiendo. Para el derecho de autor, para SADAIC, el importante es el que escribe la letra y por eso se lleva la mayor cantidad de la guita.

Otra cosa que te leí decir es que cuando estás mal componés una canción y cuando estás bien hacés un asado...
(Interrumpe) ¡Y lo sostengo! (Risas). El arte es para sublimar, y la sublimación es lo que nos evita ser psicópatas y salir a matar gente por ahí. Entonces es una manera de transformar la realidad. Si estoy angustiado, tengo opciones: o me pongo a morfar, o me duermo una siesta, o hago un tema. Cuando hago un tema o escribo algo, por lo general después me siento mejor. El vínculo que tengo con hacer canciones tiene que ver con eso: no las hago para conquistar el mundo (risas), las hago cuando me siento mal y para sentirme mejor. Y por lo general son medio bajón porque salen desde ese lugar de angustia. He tratado de componer desde otros lugares y…

¿No te sale?
¡No me gusta lo que sale! (Risas). Es un poco eso: cuando estoy bien me da más ganas de joder que de escribir una canción. Esas otras canciones las tiene que hacer Jorge Serrano de Los Auténticos Decadentes, aunque en algún punto también sean medio neuróticas las canciones de él. Pero ahí no me hallo; quizás algunos temas sean más arriba pero mi vínculo con la composición es otro. Ojo, tampoco trabajé nunca de compositor, no sé cómo sería si en vez de trabajar en la radio trabajara todos los días haciendo canciones.

¿Lo harías?
¡Si me pagan, sí! Una vez compuse para Valeria La Ferrara, alias Valeiro Gorgori, una chica de La Plata que me gusta mucho cómo canta. ¡Pero es una desorganizada y nunca grabó el disco! También hice temas con amigos, ahí sí sale una cosa más lúdica porque si es para otro estoy más relajado, más tranquilo.

Para cerrar, ¿cómo va a ser la fecha del sábado?
El show es parte del ciclo De la Radio al Escenario que organiza Eduardo Fabregat a partir de su programa Rebeldes, soñadores y fugitivos. Va a ser la primera fecha del ciclo y lo inauguramos dos bandas de La Plata, así que estamos contentos: tocamos nosotros y Sr. Tomate. Después, vamos a tocar el 11 de abril en La Plata, con Güacho;  el 17 en Benito Juárez; de ahí vamos para Necochea el 18, nos llevan los chicos la Agrupación IndieGesta. Y volvemos a La Plata para el cumpleaños de Radio Universidad: va a haber un festival, se presentarán algunos libros y demás. Lo que te decía: queremos parar un poco pero todo lo que nos ofrecen está bueno… ¡Y terminamos diciendo que sí! (Risas finales).


[Publicado en ArteZeta el 26 de marzo de 2015. Fotos de Victoria Schwindt]

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