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Entre la ironía y la melodía. Entre lo frontal y el más asqueroso (¡y necesario!) cinismo.
En esos terrenos se mueve Panza en Nada es rosa, su tercer disco (como dice el texto de arriba, extraído de su sitio oficial).
Banda nacida a fines de los ’90, Panza viene remando el under porteño, siempre a punto de despegar... En este discazo muestran una combinación mortal de letra y música, en el que todas las piezas suenan furibundas y mucho le deben a la voz de Mariana Bianchini, con su excelente y perverso estilo (puede sonar amenazante y muy malvada si se lo propone; tiene un manejo de la voz notable). Mariana es acompañada por un trío (Sergio Álvarez en guitarras, Franco Barroso en bajo y Pablo Contursi en batería) que la sostiene con fuerza y efectividad. Álvarez le da lo que necesita a cada tema, tiene un gran sentido rítmico (toda la banda lo tiene) y pela un sonido pesado que cubre bien todo hueco. La base encuentra en Pablo Contursi, el batero, a un interesante instrumentista, original. Mediante esa emulación de loops con su instrumento, le da a la banda un toque electrónico sin necesidad de máquinas... más que él mismo.
Ahora vamos más profundo al disco: Nada es rosa es un canto en contra de lo que se supone que debe ser. Temas como el que da el título, Bailarina anarquista (“me escapé del mundo que habían armado para mí / me escapé del mundo rosa y el final feliz”) o Moscas (“porque no pienso como el resto siempre molesto”) sirven de perfecto ejemplo para ello. Parece que la protagonista de las lyrics se siente incómoda en todos lados, y terriblemente frustrada por lo que pretenden de ella y de lo que su pequeña persona tiene para dar. Que sea mujer no es un detalle menor en este caso, en especial por las cosas que canta la dama. ¿Rock feminista? Ni por asomo: Panza trata de tirar abajo los conceptos establecidos, esos que no te permiten ser diferente, los que no dan lugar al disenso, como dice el texto de arriba. En DNI, el cierre del LP, queda demostrado: se canta en contra de los estándares de lo “femenino” y lo “masculino”. Si ser femenina es vestirse de rosa, cantar canciones bobas y estar siempre hermosa, ella no lo es. Y si ser masculino es proteger a la mujer o querer llorar y no poder, tampoco.
El camino que eligen en lo musical se debate entre la oscuridad fuerte de las melodías, algunos estribillos pegadizos y la agonía que propone la combinación amplitud de registro de la hermana del bajista de Árbol + banda tensionada. Dentro de una misma canción generan diversos climas, de vez en cuando hacen salir el sol... Saben jugar con rítmicas irregulares y suenan auténticos... A mí ya me dejaron con la panza llena. Ustedes, exigente público, sabrán decir.