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El 30 de noviembre de 2007, hace menos de 2 años, escribí
esto: "Ya termina otra década. A la hora de sacar balances musicales, y pensar por qué se caracteriza, lo primero que se me ocurre es... por las vueltas. Vueltas a un sonido retro y retornos de bandas muertas hace tiempo ya, pero que dejaron un legado que ningún otro grupo de 2000 para acá pudo hacer olvidar (aquí, allá y en todas partes)".
Desde ese momento para acá, terminé de confirmar un par de sospechas. La primera es que, en definitiva, la década '00 es
la década de la nada y la vuelta atrás. La segunda es una
desconfirmación de lo dicho aquella vez. Porque cambio mi elegido en estos años...
Ahora son los chicos de Wilco. Incluso siendo un grupo bastante clásico en sus formas, aunque inquieto estilísticamente, son quienes más han hecho por las canciones en estos años poco rutilantes: magníficos y sutiles, chiquititos y grandilocuentes, épicos y acústicos... Para colmo comandados por un geniecillo que hace de su migraña crónica algo bello (canciones), un duende que es
hijo vocal de Neil Young y John Lennon y que forma parte del under yanqui hace ya muchos años (desde su proyecto anterior, Uncle Tupelo) . Jeff Tweedy, de él hablo, es probablemente uno de los autores clave de estos años. Un sensible de la vida, mas no un emo; un compositor taciturno pero no débil ni edulcorado. En síntesis: un arquitecto de los tres minutos perfectos.
En su misión, por supuesto, siempre buscó estar bien rodeado. Por eso Wilco es una finísima banda, un
conjunto, y si bien es Tweedy el cerebro compositivo, encuentra en los demás no un grupo de apoyo, sino una banda que le da a cada canción un aura único: entre el fino clasicismo y el toque alternativo necesario.
Pues bien, toda esta parrafada elogiosa no viene porque sí. Por estos días sale un nuevo disco de los muchachos de Chicago -que hace tiempo está en la web y tiene de portada esa insólita imagen de arriba- y es
otra obra maestra de la canción.
Wilco (the album) nos ofrece once momentos para agradecer con un play casi todos los días:
Wilco the song y un rockito de distorsión hasta ahí, ideal para arrancar;
Deeper down y
la canción enigmática, con el siempre invalorable y necesario aporte de esa bestia llamada Nels Cline en las seis cuerdas;
One wing y los acordes perfectos y glamorosos de séptima mayor, una armonía increíble y una melodía mejor;
Bull black nova y Velvet Underground se cruza con los Beatles de
Come together, para generar una tensión digna de melodrama... Y llega la canción perfecta, cuando se acaban los adjetivos y no hay descripción que valga. Para
You and I, donde la voz de don Tweedy cede alguna estrofa para la bella, bellísima (voz de) Feist, el disco llega a un nivel de impecabilidad que, casi, perturba. Y por supuesto, emociona.
¿Y después? Después siguen las canciones notables, algunas alegremente otoñales (
I'll fight), otras cuasi fiesteras (
Sunny feeling,
You never know), y por supuesto, los infaltables
bajonazos épicos marca Wilco, esos temitas que parece que te conducen al suicidio y terminan dibujando una sonrisa en tu cara sin que te des cuenta de ello (
Solitaire, y el final con
Everlasting).
Sólo queda rezar -aunque no seas religioso, si te gustan rezás igual- para que a algún loco se les ocurra traerlos a Argentina, cosa que se rumoreó el año pasado y quedó en la nada. Para así confirmar que Wilco, sobre las tablas, también es lo mejor que uno puede ver en vivo... Porque en los discos ya demostraron que no hay mejor banda sonora en estos días que sus canciones:
lánguidas e impalpables. (Ah, ¿todavía no los escuchaste? No tenés perdón de Dios, entonces. Creas o no en
Él).