Escribir es un arte difícil, más si tenemos en cuenta lo fácil que se ha vuelto desde el advenimiento de las máquinas de, las computadoras y su interminable red; lo sencillo que resulta refutar y protestar desde una red social, o simplemente contar en Twitter que uno está mirando el partido de la Selección, como si realmente fuera significativo (lo es) estar haciendo lo mismo que otros cientos de millones de individuos en el mundo.
La música (me) sigue (pareciendo) siendo uno de los lenguajes más maravillosos para comunicar emociones, o para desperdigarlas sin un mínimo gajo de superficialidad. (O con el máximo, depende el caso; dejémoslo ahí). La palabra queda sellada en el disco y el juego de las emociones e interpretaciones nos queda a nosotros.
Sean bienvenidos, entonces, a este escrito, que sólo quiere destramar la complejidad de ser perfecto e irregular, algo tan difícil como escribir. Tan difícil que sucede siempre pero, de vez en cuando, de manera destacable. Y ésta es una de ellas: no éste texto. Esta situación.
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La Perla Irregular son cinco pibes que tocan lindo, cantan canciones que (me) suenan y hacen bien y escucho hace relativamente poco (hagamos por ahora, una semblanza simple, algo pobre y superficial).
Me encontré con Pablo V., el progenitor de la criatura -¿irregular por turbia o deforme?- para charlar un poco, grabador en mano. Pero la idea del padre fue otra: que ése grabador no se encienda y sea mi memoria la que se encargue de testimoniar sus palabras. Entre aquel encuentro y hoy ha pasado un buen tiempo, La Perla estuvo hasta en La Sopa -por las bondades de su música, por suerte- y mi cerebro no ha carburado lo suficiente como para desintegrar sus palabras en un escrito. Pero aquí estamos y, como lo prometido es deuda, dije, aquí estamos.
Cómo decirlo sin darle entidad de superestrella... es Pablo V. un sujeto muy peculiar, en sus maneras y en su ambición de lograr que esta Perla haya pasado de ser uno a ser los demás. Me explico: el proyecto empezó siendo sólo un nombre y un hombre, él, que agarraba su guitarrita y decía “hola, soy La Perla Irregular”, como si común fuera escuchar a un hombre decirse Perla y maltratarse (o asumirse) de Irregular.
En fin, el hombre / banda fue encontrando cofrades. El primero en caer fue un tipo de esos que prefieren pegarle a un parche antes que a una bolsa, una pared o el aire. Marcos F.M. -no es una radio, no sean boludos, se me ha negado la emisión de apellidos y el que lleva Marcos es compuesto-, en verdad, fue buscado por Pablo V. Y si yo hubiese sido él, también habría dicho sí. En fin, alcanzaron dos para grabar el primer álbum de La Perla Irregular, que llevó el original nombre de la banda (el nombre de la banda es original y ya lo (no) explicaremos, el del disco no lo fue, por repetitivo, pero igual nos gustó).
Entre el mar de palabras que inundó Pablo V., exagero recordar -o viceversa, o lo que sea- que el disco tuvo muchos varios invitados, tantos como amigos tenía el hombre (o tiene, en su vida privada no me meto) en el Conservatorio Manuel de Falla, institución por la que pasó con total éxito. El tipo se jugó, combinó sus estudios de conservatorio y su sabiduría psico-beat-sesentista aunque tenga veintipico, y arregló por escrito varios de los temas, para darles más vuelo. Arregló sin escuchar y escuchó el resultado ya consumado, ¿se entiende? Para un músico con tintes rockeros nacido en Argentina y en el año dosmilypico no es joda y está muy bien.
[Mientras tanto, La Perla seguía siendo un dúo con proyección de más... pero de a poco se fue llenando el colectivo. Acá los nombres e instrumentos se me empiezan a mezclar, pero como me dejaron a cargo de esta historia, hago lo que se me canta (doy fe: los historiadores hacen lo mismo). Supongamos que el siguiente en ingresar a este mundo fantástico fue el teclista. Si es que suponemos eso bien, y que ese primer sujeto se ha ido para que toque las teclas Diego S., venimos bárbaro. Sino, tomemos esto como un pequeño detalle a corregir: los periódicos a veces cometen esos pequeñísimos errores y, sin embargo, nadie los detiene (sabrán entender)].
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¿Que de su disco debut no voy a decir nada? Sí. Que la portada -más de una persona me carga por no decir tapa, pero me sale así- me da ganas de escucharlos. Y que está bien escrito y tocado. Son elogios que no dicen mucho, o nada, o más. Como cualquier otro elogio dicho sin confirmación empírica del elogiado. Júzguenlo ustedes mismos (o no, es feo juzgar, mejor disfrútenlo. O no, es feo imponer, hagan lo que deseen. Uh, eso es lo mismo. Y así).
De veras, hay una cruza en La Perla que los vuelve interesantes. Lo hablamos con Pablo, recuerdo, aquello de escuchar y admirar a Los Gatos, a Almendra, por supuesto a los cuatro chicos de Liverpool... también me nombró a Donovan, y al master Bob D. A Gram Parsons y a Nick Drake. Y así, fuimos desentramando el por qué de sus canciones y recuerdo que hablamos del concepto de originalidad en la música y PV dijo que “etimológicamente hablando, original viene de origen. Todos hablamos de los mismos tres o cuatro temas, el tema es cómo lo decimos”. Y coincidimos en que se confunden los conceptos de moderno y original, y que lo original en el arte suele retomar movimientos, formas, momentos y sonoridades preexistentes para darles una nueva vuelta.
(Y en eso andan ellos, con su desparpajo cancionero de entre 1965 y 1972, por chamuyar años de efervescencia pop, desarrollo de la psicodelia, principios de arrebatos eléctricos y luces progresivas y demás yerbas musicales y para-artísticas que dieron vuelta al mundo con el nombre de cultura rock. Lo bueno es que suenan a hoy y a mañana).
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Perla: Las perlas son el producto de una reacción de enquistamiento de una partícula extraña dentro del cuerpo blando de los moluscos, especialmente en los bivalvos. Las perlas más conocidas son las consideradas como gemas o piedras preciosas, por su simetría y su particular lustre. Las perlas preciosas son producidas en su inmensa mayoría por las ostras pertenecientes a la familia Pteriidae.
Irregular: adj. Que está fuera de regla o norma, contrario a ellas: verbo irregular.
Que no sucede común ni ordinariamente: su retraso es muy irregular.
Que no es simétrico, que tiene defectos: superficie irregular.
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Continuemos con la historia. Después del excelente debut, los chicos grabaron un EP virtual -El nadir del rock- que usted mismo, lector, puede descargar del sitio web oficial del grupo. Tres canciones que no cuajaban con lo que querían para el primer álbum pero que por sus bondades se ganaron un espacio y hasta son tenidas en cuenta a la hora del show.
Luego llega la famosa frutilla del postre -¿será siempre la misma?-, se llama La novena utopía y salió del horno a fines del año pasado. Me animo a decir que hay pocos discos en los últimos diez años que estén tan buenos como este segundo LP de LPI. Pablo introdujo al disco con una explicación excelsa en el sitio rock.com.ar y la voy a citar para que se sepa de qué hablo y así de paso callarme un poco: “Una utopía, a diferencia de lo se cree, no significa un lugar ideal, sino que significa un No-lugar (u-topos). Es ideal en tanto que sólo existe como idea, en nuestra mente. La idea de que sea la ‘novena’, apunta a que quizás sea la última oportunidad para la acción, para tomar conciencia, jugando con el hecho de que el 9 es el último número, antes de que se empiecen a formar con combinaciones de los dígitos anteriores”.
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[(El primer disco gatea, el segundo vuela. En ambos hay versos de alta factura. Anoten:
- Tierra es aprender, soltar los pies, ser del aire.
- Envuelvo al jazmín estando a tu lado.
- Cielos de pan lloviznarán migas de lo que explotó.
- Dale el amor y quizás el jazmín y su magia al dormir te envolverán, armándote de pura dignidad.
- Yo quería nacer y morirme en tu vals... Hoy mi alma está suspendida.
Las composiciones musicales demuestran buen gusto y sofisticación dentro del estilo que la banda va consolidando. Al verlos en vivo comprobé los problemas de Marcos con la vida o, para no ser tan drástico e inexacto respecto de los bateristas en general y él en particular, lo que les gusta a los muchachos estos golpear parches con cara de locos. Marcos es un gran baterista. Y Richie S. le da una buena mano en eso que se dice armar base en la música rock. Según entendidos, tiene cara de ser un sujeto muy peculiar. Según quien escribe, es increíble cómo todos los bajistas que conoció y vio en vivo tienen cara de bajistas y la misma actitud (a excepción de Alejandro Medina).
En cuanto a las guitarras -el mismísimo Pablo y otro miembro relativamente nuevo, Diego G.- se complementan muy bien y el entramado le da la suficiente importancia a ambas violas: no hay un rítmico y un solista, los dos hacen un poco de cada. Y según sé del tema, tocan muy bien, sabiendo cómo combinar velocidad con gusto y metiendo buenos arreglos y solos.
Pablo tiene un estilo de canto bastante peculiar, que incluye atractivas desafinaciones -¿homenaje a Bochatón?- y un timbre o como se le llame a cómo nos suena una voz que quedaría perfecto para una banda de folk de los primeros sesenta. Le dije en nuestro primer encuentro que al principio me sonó raro y después me gustó y me contesta que todos le dicen lo mismo. (Un esnob se hubiera suicidado por pensar y escuchar lo mismo que los demás, a mí no me jodió porque es verdad)].
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Pablo está contento con el resultado del segundo disco, le gusta más que el debut. Dice que aprendió en el estudio y los errores de la primera grabación los corrigió para la segunda. Es una carga grande, además, el haber compuesto La novena utopía con intenciones de que suene mientras mirás con cierta nostalgia infantoide la película Fantasía (sí, aquella de Disney. ¿Qué se pensaban, que sólo Pink Floyd podía hacerlo y cerraba el círculo?). La Perla compuso con la película en play y encaja perfecto. Esto y más lo comentan en su reciente documental Aquí no es real -vaya nombre filo-délico- en donde detallan track por track el segundo disco y nos muestran que son gente creativa no sólo con la guitarrita. Se los recomiendo para desengañarse de todo lo que parecen decir en el disco.
Y hablando de discos, quieren grabar pronto otro álbum, pero todavía no saben qué sucederá con eso, en la música nunca hay fechas exactas. Lo que sí saben es que el futuro los mira con buenos ojos: se tienen fe, son jóvenes y brillan como aquellas perlas que nombran, tocan seguido y no dejan de producir nuevas canciones. La idea, imagino, es dejar de malcriar niños, vender libros de Paulo Coelho y demás tropelías que desempeñan en sus siempre mal habidos trabajos. Ojalá lo logren.
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Aunque hay algo que no saben y no les quise decir para que no se desencanten: toda perla es irregular.
Por ello, hagan los honores a su nombre, muchachos.
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