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Sí, yo también voy a escribir sobre Spinetta. Estuve a punto de no hacerlo por la cantidad de textos que vi referentes al histórico cónclave del viernes por la noche, pero quisiera remarcar algunas
cosillas que me resultaron maravillosas:
1- La duración del concierto: un desafío rockero, de resistencia, paciencia y amor, para los treintipìcomil presentes en Vélez. Algunos cuantos se quejaron de ello, pero todos sabíamos que iba a dar para largo (quizá no imaginábamos que sería tanto). El dato numérico es increíble: 51 canciones en 5 horas y media, señores: la burbuja en el tiempo se la choreó el Flaco a los Soda dos años más tarde. Lo remarcable de esto radica en que -me atrevo a afirmarlo- todos salimos conmovidos por lo que vimos y escuchamos.
2- El altruismo de la estrella: Spinetta aprovechó la situación para mostrar a (casi) todos los que tuvieron afinidades en su larga vida musical (toda la vida, no cuarenta y tantos años). No sólo dio lugar a Ceratis y Juanses, sino que llevó a un estadio a músicos que no tienen la popularidad como para tocar ante tamañas audiencias. El lujo nuestro de escuchar a Diego Rapoport o Lito Epumer funcionó como un reconocimiento del propio Flaco a sus ex compañeros, quienes fueron adjetivados de maestros, genios, bestias y demás, primero por Luis y luego por todos.
LAS también se dio gustos, ni hablar: invitó a sus hijos Dante y Valentino para una versión con medley rap de Necesito un amor, de Manal, por citar. Y aquí salta otro detalle: el mimado de la noche, el homenajeado, homenajeó. Seleccionó gemas de varios autores clave del rock argentino; y sentí que lo hacía no sólo como tributo, sino también para darle al show un tono más cercano al de festejo del rock argentino que el de festejo propio. Y fue una fiesta de la música popular toda, ni hablar. El humor de Spinetta a lo laaargo de la noche lo certificó.
3- La variedad en el repertorio: claro, es sencillo hablar de variedad cuando hubo cinco horas de música. Pero el armado fue casi ideal, con lo más nuevo al principio, entre temas de Jade y su carrera solista de los últimos veinte años -que fueron más de los esperados-, los homenajes al rock argentino y los invitados más reconocibles y queridos por el público, para ir elevando el clima y cerrar con las bandas. Ni hablar que hubo momentos de alta densidad... ¡y claro, es Spinetta y es una de sus cualidades, amigos! (Deberíamos agarrar el diccionario y reanalizar el significado de esa palabrita, eso aparte).
4- Dulce 3 nocturno: Invisible y su prestancia, Invisible y su sonido refinado, Invisible y sus 3 músicos inclasificables, perfectos, monstruos. Invisible y la certeza de Spinetta violero terrible, Invisible y la base que tenés que llamar si querés el mejor trío de rock del país. Invisible. Por un rato vimos a Invisible tocar Jugo de lúcuma mejor que en el disco; y luego Pescado Rabioso y la belleza, seguida por, sí, la rabia rockera del final. Se notó que para la gran mayoría era el grupo más esperado y por eso fue el que más temas hizo (siete): la sorpresa inicial de Poseído del alba, la joyita de Hola dulce viento, con el placer de ver a Lebón y Luis juntos en un mismo escenario, ¡Cre-du-li-daaaad! y la aplanadora al final, con Cutaia yBlack más protagonistas y el agregado de Bocón Frascino para los tres simples maravilla del rock argentino: Despiertate nena, Me gusta ese tajo y Post crucifixión. Qué decir.
Que quedaba Almendra... la modernidad, eso fue lo que más me mató. El viernes 4 de diciembre de 2009, cuando en realidad ya estábamos en 5, di cuenta de que Almendra es la banda más moderna que hubo aquí. Escuché Color humano y A estos hombres tristes en sublimes versiones que me dejaron mudo y comprendí que hay una diferencia importante, abismal, en el lugar común del decir periodístico que afirma que cualquier disco de -pongámosle- los '70, "hoy sigue sonando como si hubiese sido compuesto ayer, ya que sus piezas siguen siendo actuales" y el verdadero valor del sonido mismo, el sonido vivo, en el pecho, digamos. A ver: si escucho el primer disco de Almendra, suena como a su época, con aquellas limitaciones sonoras en la grabación, por ejemplo. Pero al oír esas piezas tocadas hoy, al sentirlas en el calor del vivo, certifiqué que esta gente no es humana, son marcianos trayéndonos la novedad cuarenta años después. Y eso no es lugar común, ni ahí: hay que saber llegar.
5- La inclusión de Muchacha y ¿el fin del idiota? (no Starosta): en lo que me animó a calificar como suceso histórico, Luisito dejó para el final de Almendra -que no, no sería el final del show- su canción más conocida, por él mismo denostada y borrada entre sus obras tocables. Por pedido de su madre Julia, para quien pidió antidóping por el aguante hasta altas horas en el estadio, Luis rompió con años de conciertos sin Muchacha. Rompió quizá con su ¿terquedad? ¿negación? a ser popular y "simple". Así, los cuatro Almendra dejaron sus instrumentos, LAS reemplazó la eléctrica por una acústica y los otros tres, cracks, se le unieron en los coros, uno al lado del otro en círculo. Fue tan bello como inesperado -al menos para mí- y el broche perfecto para tantas sensaciones juntas. Esas cosas no se explican. (Tampoco se explica que Del Guercio y Spinetta tengan las voces tan fuertes e intactas, hay que pedirles que revelen el secreto).
A su vez, gracias a este momento, ruego que el deseo se haga realidad: luego de este regalo de LAS, espero poder afirmar pronto (aun no puedo) que ha muerto el idiota -¿siempre es el mismo o son muchos?- que pide la canción imposible en sus shows. En la recreación de Capusotto era gracioso, pero el "Flaco tocá Muchacha (o la que sea)" en vivo resulta cansador, incluso aunque deba admitir que un vivo gritó "Flaco tocá Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo" y me hizo reir... ¡Y encima, al rato, Invisible la tocó!
BONUS: La consciencia: para el final-final Luis tocó los dos temas que compuso -uno con León Gieco- a causa de la tragedia del colegio Ecos y contó, como viene haciendo desde que aquello sucedió, del valor de esos padres que intentan construir en una sociedad de mierda, con Conduciendo a consciencia. Después de ello, el final con tres hits de su carrera nos devolvió al show (sonaron Seguir viviendo sin tu amor, Yo quiero ver un tren y No te alejes tanto de mí) pero, justificadamente, se volvió al tema Ecos por la vivez de la Rolling Stone local. Los muchachos de la revista, que en su último número cuenta con Spinetta y Charly G. en su portada, osaron borrarle a Luis el lema de una remera que se había puesto, claro, para mostrar, como una de las principales personalidades que apoyan el proyecto de CaC que es. Luis contó indignado el hecho y pidió un fuck you -"¡fuck up!"-de todo el estadio para ese gesto más bien siniestro que vaya a saber uno qué oculta (¿qué será que no le conviene a La Nación de CaC?). Acto seguido, hizo subir a todos los invitados para saludar y recibir el aplauso final del público, con un detalle: todos llevaban puesta la remera con el "Todos fuimos, todos somos, todos podemos ser", a lo que Luis disparó un "a ver si la pueden tapar ahora". La respuesta de RS fue, como siempre en casos de este tipo, la de un pobre periodista haciéndole el caldo al jefe, por pedido, en vez de pedir las disculpas apropiadas y, como mínimo, mostrar una foto de todos los músicos con la camiseta puesta. Estos periodistas son los mismos que hablan de libertad de expresión, estos medios son los que bombardean de inseguridad sus portadas pero no muestran el proyecto y el accionar solidario de gente que perdió a sus hijos por inseguridad vial. No hay mucho que agregar, Spinetta les puso la tapa con el arte y la palabra, porque los grandes artistas son así, mueven y conmueven, nos dejan algo. En este caso, el recuerdo, eterno como esas bandas, de una noche mágica en la que los presentes nos sentimos en el jardín de Luis. Las palabras no alcanzan para agradecer tanto arte y amor.
¡No somos dignos, Luis!